Cinema Paradiso, una película de Giuseppe Tornatore.
El link del tema central: https://www.youtube.com/watch?v=mzXMpBrwbNU
y otra versión: https://www.youtube.com/watch?v=RTy_XOpG2ag
11/16/2015
11/11/2015
Discurso, realidad y disparate
A lo largo de este año escribí una columna de opinión semanal para el diario El Universal. En ella traté lo humano y lo divino, aparte del tema político, que por supuesto estuvo presente -sin mayores inconvenientes- las veces que lo consideré necesario. Sin embargo, mi artículo del próximo viernes fue censurado. Las razones para excluirlo resultan más que obvias: el ejercicio de un periodismo cobardón y complaciente por parte de un diario que llegó a ser ejemplo de valentía y ética en su misión crítica y de contrapeso frente al poder. He dado por finalizada mi labor como articulista en esas páginas, tal como de inmediato se los hice saber. Dejo aquí el artículo en cuestión.
El lenguaje es un bosque y ahí
habita el espíritu de mil cosas. Las palabras son frutos, pulpa y carne, jugo
semántico que nos toca exprimir para darle sentido a la experiencia. Hoy en día
la debacle lingüística no se asienta en el reducido número de términos que cualquiera
usa para comunicarse. No es verdad que la mediocridad en la lengua deriva por
ejemplo del poco sex appeal que medio
mundo percibe en los libros, qué va, la cuestión supone el peliagudo hecho del
vacío de contenidos, o su tergiversación impune: las palabras desinfladas en su
quehacer significativo, convertidas nada menos que en su antítesis por obra y
gracia de una torcedura que pareciera llegar para quedarse. Pongo por caso: “El
ejercicio de la libertad es incompatible con cualquier tipo de presión o
amenaza. Nadie en lo personal está facultado para determinar si el derecho a la
libre expresión está bien usado o no lo está. Para esa calificación están los
Tribunales de la República. Ninguna otra autoridad, al menos así ocurre en este
país, puede pronunciarse sobre materia tan complicada y difícil (…) Nada hay
que defina mejor la condición en sí de un régimen político, que su actitud
frente a la prensa. Si ésta es perseguida, amordazada, silenciada, será un
régimen tiránico y despótico”.
Lo anterior no es un discurso de
Capriles, ni dicción rimbombante en Ramón Guillermo Aveledo. Tamaña verdad tampoco es retórica sutil de algún escuálido fascista,
vende patria, imperialista. Nada de eso. Lo anterior, lance una carcajada o cáigase
para atrás, nos dice Sanoja Hernández que son palabras de José Vicente Rangel. ¿Que
no?, ¿que qué diablos es eso? ¿que si esto es una tomadura de pelo? ¿que cómo
va a ser? Pues siendo. Búsquelo y léalo en Simón Jurado Blanco: Medidas de alta policía o el “avepismo en la prensa”. New York,
Prineo Press, INC, 1960, p. 40, recogido por Jesús Sanoja Hernández en Entre golpes y revoluciones, Tomo II,
Caracas: Debate, 2007, p.56. Cuando una verdad única se mete entre ceja y ceja
lo demás es ruido y pocas nueces. Desde hace mucho yo, lo que soy yo, desprecio
tales certezas por la razón sencilla de que nos automatizan, falsifican la
realidad plural, contradictoria, dinámica, en la que me gusta chapotear. Ahí queda por los siglos de los siglos el parrafito de Rangel, hombre cuya verdad es una sola, ya la sabemos, mientras lo demás pareciera no existir.
En nombre del socialismo se
cometen injusticias, abusos que jamás deben ocurrir, ¿y qué sucede?, que el convencido
por lo general se aferra con uñas y dientes a su convencimiento. La palabra
socialismo, ¿qué significa en el presente?, ¿qué diablos cruza las neuronas de
un creyente cuando la política se ha trocado en religión?, ¿qué relámpago de
misticismo lo atraviesa en estos tiempos de descreimiento, de cambalache al más
puro estilo de Discépolo? ¿Hablamos del socialismo cubano, escandinavo,
vietnamita, soviético, francés, español? ¿Hablamos del suscrito por la “República Popular Democrática de Corea” (¡nada
menos que Corea del Norte!) o el de la “República Federal Democrática de Nepal”
o el de la “Gran República Árabe Libia Popular y Socialista” o el de la
“República Democrática Popular Lao? Saco de gatos por donde lo mires.
El gobierno de este país hecho
añicos, indigestado con supercherías, obvia la lección política que ofrece
nuestro entorno. La realidad, el día a día, dictaminan sobre la falibilidad o
no del mandato ideológico. En Latinoamérica, y por supuesto en Venezuela,
quienes se han entregado a convicciones negadas, superadas por la historia,
acaban aplastados por el dogma religioso que es una máquina de triturar huesos endebles: la ideología a secas. Tal es el modelo típico de esquematismo, de
visión unilateral que encarna la triste feligresía que da cuerpo al stablishment
revolucionario.
Buena parte de la izquierda
venezolana fue capaz de doblegarse, de inclinarse sin vergüenza ante un militar
que les ofreció el Edén ahí mismo, a la vuelta de la esquina, coartada perfecta
para otra vez, como si los relojes no dejaran a su paso la osamenta molida del
desbarajuste humano, abjurar en la práctica de la democracia, por burguesa y
otras babosadas similares, y rendirse a colectivismos que en mala hora
sembraron de fracasos, sangre y miseria a los pueblos que ciegos y esperanzados
se echaron en sus brazos. Mala cosa, muy
mala cosa. A ver si alguna vez nos da por aprender. Aunque sea alguna vez.
11/05/2015
La piel bajo las cosas
Hay objetos, como ciertos individuos, que
llevan una vida doble. Existen cosas en la calle, en la casa, en el abasto de
la esquina, capaces de aplastarnos la nariz o darnos un puntapié en plena
espinilla cuando menos lo esperamos, cobrando segunda o tercera identidad sin
explicación de ningún tipo. Vaya uno a saber cómo ocurrieron los hechos.
Una mesa, pongo por caso, o unos zapatos
viejos. A lo mejor el bolígrafo aquél, la taza en la que bebes tu café por las
mañanas, quizás un libro carcomido por los años. Lo cierto es que también la
esquizofrenia se instala en un sillón, quién quita en una maleta, y hace de las
suyas sin miramientos acomodaticios, por lo que el cinturón que llevas puesto, regalo
de tu esposa, de buenas a primeras se convierte en un abrazo, literalmente su
abrazo que dura horas, ella colgada a tu cintura mientras tú tan campante
preparas el informe en la oficina.
Si supieras las cosas que puede ocultar un
objeto. Dicho y hecho. El tabaco que enciendo en la mesa del café al que llego para
escribir esto que lees es, créeme que
es, la extensión del último Bermúdez que fumó mi padre. El humo en volutas
forma parte de su exhalación, al punto de que regresa una imagen que no sé si
ocurrió o la he construido: siendo un niño de ocho años, vislumbro por primera
vez la maravilla de aprender a estarme quieto, empiezo a percibir la magia que
supone simplemente contemplar, y ahí está un cenicero y los restos de un cumanés recién abandonado, su
hilo moribundo de humo azul, y ahí estoy, sentado ante la mesa de la sala,
absorto frente al cadáver oloroso que el viejo abandonó hace apenas dos
minutos.
La memoria juega al gato y al ratón, lo
cual marca el semblante lúdico de cuanto propone. Recordar es necesario, ¿quién
se atreve a decir no?, con el añadido no tan bueno de que toda remembranza
tiene su carácter, y muchas veces mal carácter, y además platica en voz muy
baja, juega al ajedrez a su manera, a la gallinita ciega, a los escondrijos.
Tira la piedra y oculta rapidísimo la mano.
Una taza de café no siempre es una taza de
café. La mía, en función de un guayoyo o un con leche, adopta formas que a
veces son risibles y en ocasiones inquietantes. Es que si tú supieras las cosas
que puede ocultar un solo objeto, compartirías conmigo tanta realidad babosa en
la que allá, en el fondo, sabes que nos movemos. Una taza de café es taza y es
amanecer a punto de salir con los niños al colegio, es taza y es olor a grama
húmeda pues la abuela te ha ofrecido, hace ya todos los años de este mundo, un
bebedizo para calentarte mientras el cielo revienta y cae en forma de aguacero.
Mira tú, quién iba a decirlo. Cada objeto viene siendo un baúl sin fondo, así
que basta abrir los ojos para asistir al desfile de añoranzas que lleva en sus
entrañas. Un desdoblamiento sin contemplaciones, rudo y duro. Una mudanza de
pieles a modo de serpiente, que por ofídicas razones termina siempre envuelta
en tu pescuezo.
La memoria suele esconderse justo en medio
de eso que ha permanecido entre el corazón y la pupila, todo lo cual supone el
arcoiris que te atraviesa de cabeza a pies. Recuerdas con los ojos, con los
poros, con la pituitaria, con la lengua y con el minutero, no faltaba más. Ya el
doctor Freud se olisqueaba semejante laberinto, fruncía el ceño boquiabierto ante
esa maraña, y entonces ahí también quedan los sueños, primitos hermanos de la
más pura evocación.
Qué cosas, cómo son las cosas. Para
recordar por supuesto que tuviste que olvidar. Por eso Funes, el memorioso, no
tuvo idea de cuánto se perdía. Jorge Luis Borges cometió el acto más ruin
contra ese pobre ser: cercenó, amputó, mutiló con precisión de reloj suizo,
como si fuera Jack, el destripador de las pampas, a un hombre desde el fondo
mismo de su humanidad, es decir, lo expulsó del Paraíso, del entrecruzamiento
de reminiscencias en el que felices chapoteamos gracias a la memoria,
condenándolo a vagar por los desiertos de la razón sin más. El infierno en la
Tierra, no cabe la más mínima duda.
No hay que olvidar que recordar es vivir,
claro. Es revivir, me atrevo a agregar yo. Y en el vaivén de los días
elaboramos esa fe de vida sobre la base de reminiscencias, de la relación que
establecemos con el primo Leo, con la lámpara del cuarto o con el teclado del
computador. No sabes de las cosas que puede ocultar un solo objeto, de lo mucho
o poco que al fin y al cabo se agazapa debajo de la alfombra, entre períodos de
tiempo dilatados.
La esquizofrenia de los objetos ata ciertos
hilos, tiende una red sobre la que terminas arrojándote mientras acabas el
balance contable, mientras das el toque maestro al presupuesto, mientras te
enjabonas en la ducha.
Si tú supieras, mira, si tú supieras las
cosas que puede ocultar un solo objeto.
11/01/2015
Suscribirse a:
Entradas (Atom)