tag:blogger.com,1999:blog-368370212024-03-20T03:23:39.113-04:00Café del Díaroger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.comBlogger616125tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-23887482064110138352020-09-18T12:42:00.005-04:002020-09-18T13:14:44.452-04:00Un flâneur en plena casa<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzM1_G1JkeKCrur1clpaHg4qGAIecxUyxYQLwAhiEWvK8bfaSGL3-XWLjcJkJl-hdktPQU-n_idUJfAba19Op_yk9GL3BQyIrlQRjX4HoUfHvu8r8C7kNI5qRFhU5VEBEMK9vs/s720/man-2816200_960_720.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="370" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzM1_G1JkeKCrur1clpaHg4qGAIecxUyxYQLwAhiEWvK8bfaSGL3-XWLjcJkJl-hdktPQU-n_idUJfAba19Op_yk9GL3BQyIrlQRjX4HoUfHvu8r8C7kNI5qRFhU5VEBEMK9vs/s320/man-2816200_960_720.webp" /></a></div><br /> <p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ya sabes, es un término que en francés da
cuenta del hecho de pasear. Pero no un paseo cualquiera sino todo lo contrario:
sales a la calle y ésta se transforma en el Jardín del Edén a propósito de
contemplar, de descubrir a cada paso y cada cuadra el escenario cambiante de
una urbe que descifras, asimilas y disfrutas con renovado asombro e intención.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El confinamiento ha hecho de las suyas.
Jamás hubiera sospechado que nos tocaría vivir como peces en acuario durante un
tiempo que va siendo demasiado. Del teletrabajo a la literatura, de la novela
de Roth a la ventana, de la ventana al gabinete donde está la cafetera, de la
cafetera a la taza y al sillón, del sillón a darle vueltas a cuanto sueño nunca
se te habría ocurrido, y así.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hasta que me convertí en lo que soy hoy: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">flâneur </i>en plena cuarentena.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ni un teórico como Walter Benjamin, que
escribió un tratado peliagudo sobre la cuestión, ni el bueno de Baudelaire, especialista
en vagar por las aceras, ni Georg Simmel, alemán que rebanó sus sesos para dar
en el clavo y exorcizar la magia de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">flânerie,
</i>ninguno, en lo absoluto ninguno consideró que el asunto podría también
llevarse a cabo de la calle para acá, es decir, puertas adentro y con la carga
intacta de hallazgos semiológicos, de códigos despanzurrados, de simplicidad
contemplativa en función de ciertas caminatas que te da por emprender en días
normales y a una hora cualquiera.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entonces, de pronto estos espacios
terminaron por abrirse, por verse de frente con la esponja que voy siendo entre
puestas en escena de lo más pintorescas, fabulosas sin duda, incluso muy próximas
a lo que entiendo por una caricia. El encierro como lomo de gato listo para el
mimo, la mano que eres tú deslizándose sobre el pelaje sumergido en ronroneos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Como paseante en bulevar ando por
las zonas de la casa: alguna callejuela o la vereda que te lleva a ningún
sitio, algún pasadizo que termina en algo no pensado, lugares que miras otra
vez con los ojos hartos de sorpresa. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El
placer de deambular te coge por el cuello, te retuerce y ahí están: nuevos
colores, nuevas sensaciones, un olor a madreselva que ni en el reino de lo
onírico llegaste a vislumbrar. La sala de mi casa es una sala y es un puñado de
otras cosas. La sala de mi casa guarda en las entrañas cierto parecido con
ciudades medievales, un todo prefijado por murallas, por ventanas como torres, por
paredes límite de una geografía bien cartografiada. Y una puerta principal que
asimismo es puente levadizo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El Medioevo transita hacia lo contemporáneo
gracias al pasillo semiiluminado que lleva a la cocina. Una cocina que se
respete es el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">non plus ultra</i> de la
modernidad, con máquinas llenas de interruptores, aparatos que baten, trituran
o muelen, amasijos de hierro capaces de colar café, escupir un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">macciato</i>, tener lista en segundos la
papilla para el nene y arrojar hielo en cubitos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pasear por la casa es darse un encontronazo
con cuanto no tuviste entre tus planes. Apoltronado, enciendes el tabaco mientras
yaces sobre el asiento principal del baño y luego, finalizado el rito de la
transferencia, caminas como si nada por la senda que te deposita en una habitación
contigua. Ahí respiras a gusto, contemplas a placer, redescubres el lazo
invisible que une la cama, la almohada, el sueño y las profundidades del yo con
el cuadro surrealista que luce en las paredes de la sala. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Sigues, abandonas esa estancia para
abalanzarte a la despensa, un depósito en el que objetos abrazados con las
telarañas -una silla ahora inservible, un reloj cucú desvencijado- juegan al
gato y al ratón con la memoria. El paisaje renovado de rincones, muebles, plantas y sofás hace las veces de urbe contenida en cien metros
cuadrados. Eres un paseante y marcas tus pisadas en el viaje al fondo de tantas
botellas viejas. Pelas la cebolla y allá en el centro reapareces con la cara
muy lavada, con esa expresión lela de quien va a lomo de unicornios, serendipias,
caminante sin brújula por los resquicios del hogar. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>“Salir cuando nada te obliga y seguir tu
inspiración, como si el solo hecho de torcer a derecha o a izquierda fuera en
sí mismo un acto esencialmente poético”, escribió Walter Benjamin. Y eso haces,
de la sala al baño y de ahí hasta la cocina, pasando por tu habitación,
recorres la ciudad, cuatro paredes y un techo donde llora el crío, suena el
timbre, duerme el perro encima del cojín mientras tú, feliz y emocionado, creas
un universo paralelo.<o:p></o:p></p>roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-24540540769240094882020-08-28T13:47:00.008-04:002020-08-28T13:51:01.990-04:00El dulce encanto de lo cotidiano<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGDbr3Sq0IK7-NURh5eNT5phJTAsV2RxbzjUAzFVlc_8vG4EBb5BCFS9pvKd5OuKzRHUZzJDPEM20LgQmK8YICCIV3TvaXEQ1xGAjRQog9za-YVP0U75B0TkofB8S6lQ8MRnFm/s1023/depositphotos_120931416-stock-photo-little-7-years-schoolboy-going.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="683" data-original-width="1023" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGDbr3Sq0IK7-NURh5eNT5phJTAsV2RxbzjUAzFVlc_8vG4EBb5BCFS9pvKd5OuKzRHUZzJDPEM20LgQmK8YICCIV3TvaXEQ1xGAjRQog9za-YVP0U75B0TkofB8S6lQ8MRnFm/s640/depositphotos_120931416-stock-photo-little-7-years-schoolboy-going.jpg" width="640" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><span style="text-align: justify;"> Tengo la impresión de que esa cosa llamada
realidad a veces nos pone de cabeza. Muchos creen que lo extraño o lo insólito,
situaciones cargadas de pólvora que terminan haciendo bum por el lado más
flaco, sólo ocurren cada tantos años.</span><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Jejeje, y se equivocan, por supuesto. Juro
y rejuro que este mundo posee menos compartimentos estancos de los que te
imaginas. Lo uno y lo otro viven abrazados, besuqueándose a plena luz del día y
allá tú si esperas la noche, sus embrujos, sus mitos o sus sombras para darte
de bruces con lo inesperado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En lo que a mí respecta -como diría un señor
muy serio y para remate rascándose las barbas y enarcando mucho las cejas- soy
la abstención completa en tales menesteres. Traducido a mi lengua: conmigo no
cuenten para eso. A diario lo más raro del universo cabe entero por la hendija
de lo cotidiano, de modo que olvídate de lo demás: a mediodía, a cualquier hora
de la tarde o mientras disfrutas del café luego del almuerzo ahí está, la caja
de Pandora libera sus aromas, suelta sus demonios, entra de cabeza -por puerta
principal o por ventanas- a la sala y se acomoda sin vergüenza en el sofá
frente a la tele. Dime tú qué le vamos a hacer.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De niño tenía la seguridad de que la vida era
un gigantesco plató de filmación. Cuanto hacías o dejabas de hacer siempre iba
a parar al lente de una Sony, manejado con habilidad por el Fellini de turno,
así que vivir consistía en sumergirse hasta las narices en una película sin fin.
Después me dio por pensar que en la calle todo automóvil implicaba la versión
menos humana de ciertos personajes conocidos. Mirar de frente al Ford Fairlane
78 impresionaba por el parecido con el tío Francisco. El parachoques, los
focos, la cara del Fiat Superfiorino del 80 expresaba el vivo retrato del primo
Edgar, y así.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Más adelante, quizás a los once o doce años,
gocé encontrando a mis actrices favoritas. No me lo creerás pero en la calle
Miranda de Upata, justo a media cuadra de la plaza, topé de frente con Ursula
Andress. En cierto punto del mercado, por la esquina de la Ayacucho, noté que
caminaba hacia mí nada menos que Uschi Digard, con sus piernas de infarto, culpable
de sueños eróticos a diario. Y sólo para darles otro ejemplo, en plena
adolescencia me divertí hasta lo indecible sentado en algún banco y mirando los
zapatos de algunos caminantes. Imaginaba el rostro de la joven, del chiquillo andando
con su madre o de ese anciano que lucía bastón, anteojos y mocasines brillantes
y de trenzas. Al cerrar los ojos y soñar fisonomías, y luego abrirlos, tenía
enfrente la cara que daba por exacta mi elección. Créeme que todavía hoy
experimento asuntos similares pero no, qué va, olvídate de que los cuente aquí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hay escritores, pongo por caso, que se
dicen hacedores de historias sobrenaturales. Bien por ellos. A mí me parece un
disparate semejante afirmación, sobre todo cuando la rutina, esa señora
desdentada tan llena de bostezos para tantos, en verdad acaba por obsequiarte
una patada en la nariz.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Leía el otro día
a Juan José Millás y como liebre saltó a la palma de mi mano una frase que fue
bala en el centro de la diana: “existen autores que buscan la puerta de lo
fantástico. Yo busco la puerta de la realidad”. Entonces dije hay que ver, mira
a este individuo que anda por ahí con muchísimo en común contigo, y qué bueno y
qué divertido sería convidarlo a un café, a una cerveza o lo que sea, mientras
enciendes tu tabaco y charlan de lo que les dé la gana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Aquí, sentado en esta mesa que da al fondo
de una terraza adornada con calefactores llamativos y macetas de flores
apiñadas, distingo a un hombre embutido en sobretodo negro. Lleva lentes, hojea
el periódico, usa bufanda gris y observo un libro -no alcanzo a leer cuál- a un
lado de su taza. Juan José Millás goza tanto de la tarde como yo.<o:p></o:p></p>roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-5819568460126218492020-08-14T16:54:00.001-04:002020-08-14T16:54:17.552-04:00El café de Jaramillo<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRHLETuE1hInP3JqssI5MVSmGh4uUphtlOPKel1naIBFr24tHbcxvoZGOd-kNhJUAV8nKkTnDRJfc4y7sCsV83LdEzL-0YUfBp25jToihx9dspzwMl3O1eIn9cvq-D0pBuFYoN/s512/unnamed.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="340" data-original-width="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRHLETuE1hInP3JqssI5MVSmGh4uUphtlOPKel1naIBFr24tHbcxvoZGOd-kNhJUAV8nKkTnDRJfc4y7sCsV83LdEzL-0YUfBp25jToihx9dspzwMl3O1eIn9cvq-D0pBuFYoN/s0/unnamed.jpg" /></a></div> <p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Como les he contado antes, me gusta
sentarme en los cafés a contemplar, a ver pasar la vida. En ellos pienso,
escribo, leo, y a lo largo de los años terminé siendo fiel a algunos pocos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En Upata, Puerto Ordaz o Caracas hice de
cuatro o cinco<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ese lugar al que llegas,
tomas asiento, enciendes tu tabaco y las cosas empiezan a perfilarse de otro
modo. En París hubo uno, Terrasse 17, donde acudía todas las noches a leer en
una mesa con dibujos surrealistas de lo más llamativos. En Quito tengo unos
cuantos que no cambio por nada a estas alturas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pero ninguno como el café de Jaramillo, en
la entrañable Mérida. Viví los años universitarios en esa ciudad, que también
fue un hogar -no cualquiera merece el sustantivo-. En la avenida 4, en pleno
centro y a media cuadra de la plaza, el café de Jaramillo apenas se distinguía.
Mínimo, sin aviso que lo identificara, sólo si mirabas hacia adentro por la
única puerta de entrada y de salida te percatabas del asunto. Café de tres
metros por cuatro, par de mesas, barra humilde e iluminación precaria.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ahí, en el pasillo formado entre aquella
barra y la pared de fondo hallabas de pie a Jaramillo. Hombre de mundo afincado
en una Mérida que lo atrapó por su belleza, conversador, cascarrabias, lanzaba
improperios cada diez minutos a fiscales de tránsito que hacían sonar sus pitos
desde la<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>vereda. En uno de sus extremos,
sobre la barra, la máquina para el café daba cuenta del espacio como una
extraña nave sideral. Era una Gaggia viejísima que en aquellos tiempos debió
tener más de cuarenta años y vomitaba sin pudor el peor café sobre la faz de la
Tierra. Pero qué importaba eso, el café de Jaramillo era mágico por donde lo
vieras y al poner tus zapatos en él accedías a otra dimensión. Todo ayudaba en
un escenario de película: el aroma del grano molido, la estampa literaria del
dueño -como salido de un cuento de Cortázar-, los afiches, cuadros, avisos
publicitarios en las paredes y la Gaggia, rodeada de un vapor que jamás se
disipaba. En fin.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cada tarde acabé yendo a ese lugar
fantasmagórico por el sencillo placer de conversar con aquel hombre y verlo
metamorfosearse en mil individuos diferentes. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gentleman</i> cuando los interlocutores daban para ello, viejo de muy
malas pulgas si quienes pedían una Pepsi eran colegiales alborotadores, galán
piropero en medio de señoras de buen ver, y así. El café intragable del monstruo
sobre la barra apenas era un mal menor porque Jaramillo pasó a ser la parada
necesaria a las cinco de la tarde. En sus mesas polvorientas escuché,
presencié, tuve frente a mis narices el teatro de lo más genuino multiplicado
por cien.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>A un lado el Santa Rosa, amplio y cómodo,
entraba de lleno en el imaginario de lo que entendemos por el típico establecimiento
de un café venezolano. Muchas veces, mientras pasaba frente a él, vi a Ednodio
Quintero íngrimo y solo, con su taza y su cigarro y su rostro hundido en
pensamientos quizás soñando un cuento. Si caminabas algunos metros hacia la
plaza y atravesabas la calle, te dabas de bruces con el Rodos, éste sí, café
pomposo con terraza y pretensiones que para entonces poco llamaban mi atención.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cuando terminé los estudios dejé Mérida y
por cuestiones académicas regresé ocho años después. Llegué a un congreso en el
Instituto de Investigaciones Literarias de la Universidad de Los Andes, espacio
al que aparte de lo profesional me unían afectos muy profundos. La ciudad que
me había marcado desde mil horizontes continuaba ahí, cálida y hermosa, lista
para saborearla como lo había hecho tanto tiempo atrás. Vagué por la avenida 4,
busqué con ansias el café de Jaramillo como si nunca me hubiera ido, como si
aún el estudiante que fui, mochila al hombro, se dirigiera una tarde cualquiera
a ese recinto novelesco. El Rodos lucía igual, el Santa Rosa permanecía en su
sitio y el café de Jaramillo, cerrado ahora, dejaba ver un anuncio comercial
sobre el marco de la puerta. Era una tienda de pantaletas, sostenes, perfumes
baratos y bisutería. Estuve contemplando un rato, volvieron los recuerdos, entonces
seguí mi camino. Había acabado un mito.<o:p></o:p></p>roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-78903133116416776902020-08-07T12:45:00.003-04:002020-08-07T12:45:38.149-04:00Borges y yo<p></p><div class="separator" style="clear: both;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8x3H3PyP91zld3jCkRx4RF_P3ZxiMey4Xv-rzm0b8QZeQ3G_fXT7V80_NuXBYXW9EnCKSLzBXLOMfx3WBXkC6TUx4HTYMVjsZsPJqHRaLQooIwwcAFxU73rVtgVJzyrwNCHlR/s275/descarga.jpg" imageanchor="1" style="display: block; padding: 1em 0px; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="183" data-original-width="275" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8x3H3PyP91zld3jCkRx4RF_P3ZxiMey4Xv-rzm0b8QZeQ3G_fXT7V80_NuXBYXW9EnCKSLzBXLOMfx3WBXkC6TUx4HTYMVjsZsPJqHRaLQooIwwcAFxU73rVtgVJzyrwNCHlR/w400-h266/descarga.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;"> Una biblioteca es ese espacio donde los
amigos se reúnen para decir. Los amigos son los libros y tú, claro está, de
modo que hay de todo: solemnes personajes tapa dura con letras doradas en el
lomo, humildes individuos salidos de ediciones de bolsillo o apolillados ejemplares
de segunda mano.</div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cada quien con su<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>cada cual, toda obra se abre camino en
función de lo que guarda en las alforjas. Llegan a ti, también tú te aproximas
a ellas, hasta que en algún momento ocurre la alianza, sello de fuego en honor
a guiños establecidos, complicidades poco a poco forjadas y gustos compartidos
sobre esto, aquello o lo otro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mis libros ganaron presencia gracias al forcejeo
que llevamos a cabo, pulseada de camioneros donde lo importante es descubrir si
vales o no la pena para el otro. Mientras <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diálogos
de conversos</i>, por ejemplo, se empeña en imponer sus postulados, o <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El olor de la guayaba</i> dice lo que le dé
la gana, por llevarles la contraria me planto en la línea de enfrente, al otro
lado de la acera, y así el toma y dame cobra carnadura. Ojos morados, dientes
volando por los aires, magulladuras y raspones, cualquier cosa puede suceder. Él
dice A, yo digo B, hasta que quizás termino por devolverlo a su anaquel y ya, y
no pasa nada, y otro día, el menos esperado, como si los astros de pronto
coincidieran para que la constelación exista, ocurre el milagro: teníamos que
conectarnos, y nos conectamos; teníamos que ser mano que entra con suavidad en
el guante, y es lo que se cumple; había que transformarse en lomo de gato listo
para la caricia y la acción se desarrolla a la medida.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Porque cada libro tiene su tiempo para ser
leído, alzo la vista y lo noto. Toda una vida en esa tabla donde reposa junto a
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lección del maestro</i> -Henry James
siempre hace de las suyas- y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
metamorfosis</i>, no me animo todavía a abrirlo, a echarme entre sus hojas.
Entonces de golpe siento, no me preguntes cómo ni por qué, que llegó la hora,
que es el instante preciso, y golosamente devoro cada letra, cada página, cada
hecho de la trama, y el júbilo colma y se desparrama y brinco y canto como lo
que soy, duende o niño encantado por el más perfecto acto de magia.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En mi biblioteca caben todos los momentos,
todas las historias. Quizás por eso en semejante punto sé que el mañana es ayer
y el hoy se cuela por la retina de un ojo que sólo contempla, asombrado, un
mundo sin minuteros donde para qué diablos <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>los relojes. Si los fantasmas existen ocupan
la morada sembrada de volúmenes que cualquier biblioteca digna de ese nombre es
capaz de llevar en sus profundidades. Espíritus de escribidores, fantasmas de
ideas que de a poco fueron convirtiéndose en historias, espectros de versos,
églogas o cantos donde la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ilíada</i> y
Homero, pongo por caso, miran de reojo cada noche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Leo en mi sillón y de repente salto como
liebre. Escribe Jacques Bonnet que “los libros no sólo permitían sanas
escapadas de la realidad sino que contenían también herramientas que ayudaban a
descifrarla”. Es decir, huir del espacio que te asfixia y a la vez dar cuenta
del modo como hacerle frente, hurgándolo para adivinarlo. Menuda realidad.
Entonces esperas lo que ciertos ejemplares únicos pueden regalarte, si llegas
al momento y a la hora. ¿Tu obsequio?, llaves para continuar abriendo puertas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De las bibliotecas busco y
procuro la paz que siempre encuentro en ellas. Entre un libro y yo funciona el
justo mecanismo cuyo derivado es la alegría. Razón tuvo otra vez Jorge Luis
Borges, para quien -cito de memoria- lo anterior se traduce en nada menos que una
de las formas de la felicidad. <o:p></o:p></p><p></p>roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-12632604806415855792020-07-31T15:33:00.000-04:002020-07-31T15:33:02.562-04:00Las tapas de los libros<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUZgmkjIdcumjV5P_mwtRdKVnh-UYjBmjo04QV2CC_DeZa5BCJTQ81ZppFFZYIbPqBmoigx1wGXuwQ_3Ixjt0iAliduQ3ZQoZvX2Iq29hLS8lmovkfLdZoNoJQMux3-jYzhXzP/s428/slide_419092_5361230_compressed.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="425" data-original-width="428" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUZgmkjIdcumjV5P_mwtRdKVnh-UYjBmjo04QV2CC_DeZa5BCJTQ81ZppFFZYIbPqBmoigx1wGXuwQ_3Ixjt0iAliduQ3ZQoZvX2Iq29hLS8lmovkfLdZoNoJQMux3-jYzhXzP/s0/slide_419092_5361230_compressed.jpg" /></a></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ya sabemos que cada cabeza es un mundo, y
los libros también. Me acostumbré a observarlos como a gemas, objetos preciosos
envueltos por un aire de misterio que siempre acaba fascinando. Lo cierto es
que, pongo por caso, suelo entrar a las bibliotecas como quien se pasea por
joyerías, de modo que ahí están, relucientes en sus estantes, tentadores no
sólo por lo que cuentan sino por el enigma que los atraviesa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hará una punta de años que los imagino así,
ideas de todos los pelajes apretujadas entre solapas, lomos y demás, con una
carga adicional que vaya uno a saber qué diablos es. Menuda forma de embellecer
cuanto sale de neuronas y meninges, allá en el fondo de ciertos seres que
llamamos escritores. ¿Tú has visto?, cofre y joya metidos de cabeza en el
Paraíso de librerías y otros encantamientos. Razón tenía el señor Borges, para
quien la felicidad engordaba en tales sitios.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pues nada, que una tapa bien ejecutada es
bomba de neutrones en pleno centro del peor gusto. Hay portadas que dicen más
de lo posible, superan con creces aquello expresado entre un puñado de hojas.
Las hay también cargadas de esperanza -al verlas sientes un golpe seco de
confianza en la nariz-. Y existen otras egoístas que pretenden llevarse la
magia y sus alrededores sólo ellas, mientras el pobre lomo -el lomo puede ser
todo él un lujo de portada-, digo, mientras el pobre lomo va a un olvido de lo
más injusto, hostigado por tapa y contratapa. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Una buena portada implica sendero cuyo punto
de fuga supone el regalo de los dioses, especie de guía material y espiritual
que es pieza de arte, sensibilidad a flor de piel, pedazo de historia capaz de
contener a esa otra que comienza en la primera página. Y claro, las hay
atribuladas, luctuosas, compungidas, apenas intentos en el resbaladizo aquí y
ahora de una tapa de libro que se respete. Mediocridad aparte, encuentras
asimismo las inexpresivas, las insípidas, cuando su objetivo es clavarse en la
retina, permanecer ahí, obsequiar moretones y magulladuras entre sacudidas, temblores
y tumultos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Confieso que las he hallado justo cuando
más lo necesité. No sé tú, pero mirarlas sobre el escritorio o contemplar lomos
apretujados en los anaqueles del estudio se transforma en experiencia casi
mística que guarda en las entrañas curaciones inmediatas, efectos inefables, realidades
de otro cuño sin la intervención de analgésicos, ungüentos o jarabes.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Una tapa de libro es eso: dardo clavado entre
sístoles y diástoles para desplegar verdades más allá de las ventanas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entre tapa y contratapa se cuela la memoria
como en un fondo marino. Ahí te ves, años atrás o en el presente que te
engulle. Ahí tienes tu reflejo y allá tú y lo que decidas, pero entre la solapa
de un libro y el resumen de la contracara vives como jamás lo imaginaste, y estás
y esperas que ese otro, allá afuera, extienda el brazo para darse de bruces con
el hombre que ahora eres.<o:p></o:p></p>roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-78411151720055046722020-07-24T08:27:00.000-04:002020-07-24T08:27:03.247-04:00El arte de ser lector correcto<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiX7rT4o23Ce9QwTooHC8WreOD7U7hzZFm3z9iDVM24BSGMt-f0JnY52YA9qfphhCr91QYxknkCdmfRb_qG9AHmnQ3jdy0_Lc3lj4dD3t8uxE3rIrEO37DsophKwcz_fgCpECJz/s1600/taza-cafe-mesa-madera-hombre-leyendo-libro_158043-8.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="417" data-original-width="626" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiX7rT4o23Ce9QwTooHC8WreOD7U7hzZFm3z9iDVM24BSGMt-f0JnY52YA9qfphhCr91QYxknkCdmfRb_qG9AHmnQ3jdy0_Lc3lj4dD3t8uxE3rIrEO37DsophKwcz_fgCpECJz/s320/taza-cafe-mesa-madera-hombre-leyendo-libro_158043-8.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hay quienes compran libros por moda, por
las carátulas o por el simple goce de leer. Tengo un primo que cumple con lo
anterior y un poco más.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>A ver, el hombre es un lector consumado -todo
hay que decirlo-. Me agrada visitarlo, o encontrarlo en un café y disfrutar de
su sapiencia. Se trata de un versado no sólo en obras literarias sino en el
celofán que las envuelve, es decir, flashes, tintineos de copas y la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">crème de la crème</i> alrededor. El “contexto”,
como diría algún crítico enarcando las cejas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De modo que entre un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">macchiato </i>y un cigarrillo suelta el último chisme del mundillo en
cuestión. Mientras pide la cuenta y se acomoda la bufanda para irnos, en un
chasquido torpedea la mala leche que infecta a escritores, academia, canon y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">vedettes.</i> Y así. Me gusta escucharlo, la
paso bien entre el comentario genial sobre los cuentos de Monzó, pongo por
caso, y uno que otro escupitajo hecho bilis contra, según afirma, los rastrojos
del ambiente literario en nuestros días. Fuego de artificio con mira
telescópica.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pero decía arriba que mi primo compra
libros por varias razones, y la principal, la que más llama mi atención,
obedece a cierta costumbre tan extraña como alucinante. Mi primo lee novelas,
relatos e incluso poemas porque se sabe personaje en todos ellos. Jura que es
capaz de <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>albergar esas piezas tan ajenas
a su mundo y circunstancias y está convencido de que encarna el espíritu de cuanto
sin su intervención apenas pasaría de la hoja impresa, la imaginación sin más o
el puro intelecto transformado en arte.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Con cada obra que despacha vive de
inmediato la trama que el autor perpetra. Lleno de sorpresa, uno a uno reconozco
qué montaje lleva a cabo, cuál idiosincrasia va comiéndole hasta las entrañas. El
otro día tuve ante mí a Aureliano Buendía, tal cual, vivo y entero como
diciendo mírame, asómbrate, diviértete pedazo de imbécil, y yo lelo miraba, me
asombraba y también me divertía en medio del prodigio a un palmo de mis frías narices.
Ha pasado con Tiresias, el ciego augur de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Odisea</i>, ocurrió con Oliveira, de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rayuela</i>, y vi al escritor Nathan Glass, de Paul Auster en su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Brooklyn follies</i>, hacer y deshacer
mientras me acercaba hasta la barra para pedir cerveza en un bar del centro en
Quito. Por si fuera poco, reí a mandíbula batiente con las ocurrencias de
infinitos personajes de Nazoa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mi primo dice que lee libros, los mastica y
saborea porque cada uno de sus días es la <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>magnífica alucinación de quien los inventó: un
escritor al otro lado del espejo capaz de imaginarlo muy campante haciendo siempre
esto que hace. Entonces fíjate -nunca jugaría con algo así- basta observarlo
dos minutos para comprender, para corroborar perplejo cómo se materializa el
ser que de golpe gana forma, identidad, carnadura y lugar en este mundo. Aquiles,
La Maga, Jean Valjean, pónle el nombre que te dé la gana. Ahora que lo pienso es
raro, pero lo anterior ocurre nada más en el plano literario, jamás vi metamorfosis
parecida desde el cine, el teatro o series de t.v. Qué se le va a hacer.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La otra vez le di uno de mis libros con la
intención de averiguar qué iba a ocurrir. Ya en la mesa del café pues nada, no
sucedió nada y lo peor fue que empecé a notar cómo de pronto se materializaba Samuel
Riba, personaje novelesco de Enrique Vila-Matas que resultó el colmo del
desprecio, de la humillación en el mero centro del ego literario. Callé,
permanecí absorto en un silencio que casi se podía tocar y antes de apurar el
último sorbo del americano grité, con toda la furia pertinente, que semejante
individuo, un tipo como Riba, no le iba en lo absoluto, no le calzaba para
nada, no le lucía de ningún modo posible. Es más, Riba era un fiasco, un
fracaso tan rotundo como deplorable. Me llamó envidioso, falso, embustero, saco
de mediocridad y otras lindezas. Arrojó un billete sobre la mesa y se largó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Volví a verlo hace poco, nos abrazamos como
si nada y habló de un par de libros que en esos días releía con devoción.
Entonces, poco a poco fue ganando nitidez el monstruo, una sombra al comienzo,
especie de Frankenstein con retazos de Medea y el Satanás de Milton. Dejé las
cosas como estaban y salí en volandas. Todavía hoy no he vuelto a saber de él.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-52028416399183664812020-07-16T22:54:00.003-04:002020-07-16T22:54:30.061-04:00Webinar y otras alergias<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYLeSingtTqeChYcqwb8ZCalVfwSrVFqI5PegRE2NIncieQ8_kAYDsQXDPaLp2-Nz1LGxN_EL1YU-lurEMPM4b1nzjgyR6uqzELIKZGBhIbSktn_pdj3PLnW-oq5b9Plnfu1dj/s1600/alergia-caricatura.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="310" data-original-width="310" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYLeSingtTqeChYcqwb8ZCalVfwSrVFqI5PegRE2NIncieQ8_kAYDsQXDPaLp2-Nz1LGxN_EL1YU-lurEMPM4b1nzjgyR6uqzELIKZGBhIbSktn_pdj3PLnW-oq5b9Plnfu1dj/s1600/alergia-caricatura.jpg" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Las palabras, como ciertos hongos o
mariscos, pueden producir alergias. Descubrirlas <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>en esas páginas donde retozan origina vómitos,
alucinaciones, visión nublada y, en el peor de los casos, pérdida de la conciencia.
¿Te imaginas?, vas por la calle y entre silbidos de contento y sonrisas de
alegría chocas de golpe con ese término y es imposible voltear, hacerte el loco,
alejarte, impedir tragártelo como si fuese espina de pescado porque ya lo has
leído, lo engulliste, sientes su paso por garganta, tórax, un peso muerto en
caída libre hacia el tracto digestivo cuya forma de arruinarte el día apenas
comienza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Identidad, por ejemplo. La identidad de los
pueblos, la identidad de algunas minorías, la identidad que nos denota en el
presente debido a la preservación de lo más propio. Menuda palabreja, hueca
hasta la última molécula de nada en el vacío. ¿Qué diablos es la identidad?,
¿qué supone frente a un universo de humanidad súper complejo? Existe identidad
en alguien, en lo individual: Juan es así, Martha es quizás asao, y se acabó.
Cada vez que identidad abre las fauces y se cruza en mi camino para decirme
cómo son los maquiritares, los escandinavos o franceses, saco mis pistolas, y
las saco en vano, claro: quedan sin efecto gracias al letal veneno que se cuece
en sus entrañas. Basta una mordida, apenas su aliento mortecino para que
cefaleas vayan y vengan, jadeos incontrolables aparezcan, erupciones de la piel
gocen a sus anchas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>O temática, pongo por caso. Ya no hay temas
que tratar, sólo temáticas. Vaya lío el asunto, la temática del calentamiento
global, la temática del transporte universal a propósito de los combustibles
fósiles, la temática de cómo duermen las hormigas. Tengo un amigo también alérgico
que solía responder, cuando un despistado desenvainaba el sable para esparcir
el término maldito, que “cada temática tiene su solucionática”, y punto, y adiós,
a otra cosa, a otras palabras y horizontes.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Las hay para cualquier antojo, existen en
función de gustos que son colas de pavo real. Aperturar, tensionante, empoderar
-mal gusto por donde lo mires- . Apertura la puerta, apertura la nevera, apertura
esa boca. Juro por lo más sagrado que el espanto cabe completo en esas líneas.
Un horror tal que de lo lingüístico pasa suavecito al cuerpo, como baba salida
de película de Hitchcock, dejando a su paso trozos de sí misma que cuelgan de
tus dientes, embadurnan el paladar, se te enredan en las manos y chorrean vientre
abajo como pasta maloliente mientras anida en tus pies. Una realidad sin
asidero cuyas causas, por si te interesan, hay que buscarlas en pleno corazón
de nuestro particular modo de vida, indolencia, analfabetismo y mala fe.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y el último grito de la moda: webinar. Fíjate
qué moderna y acorde con los tiempos. La otra vez hallé tal monstruo en la
pantalla del ordenador y casi muero asfixiado. Webinar posee la facultad de ir
engordando apenas roza con tu lengua, así que acabas por atragantarte sin
tiempo para espabilar y huir horripilado. Mal de consecuencias todavía
inimaginables.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Lo cierto es que el lenguaje carga en sus
espaldas más que fonemas, letras, párrafos e información. Identidad o temática,
aperturar, empoderar y webinar, tú suma y sigue, alimentados por la pólvora del
sinsentido haciendo juego con el mundo descocado en el que chapoteamos. En
cuanto a mí, por razones médicas y de otros pelajes me mantengo al margen. Así
que no me vengan con la identidad de la tribu tal del Amazonas o con aperturar
la exposición de fulano, zutano, mengano y perengano. Menos con la temática del
día. Y con webinar, el colmo de los colmos, paso para siempre porque ya se me termina
la paciencia, llega a su fin el equilibrio y, para aprovechar las malas pulgas,
acabo también de una buena vez este escrito.Tengan todos un bonito día.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-13206544842570409642020-07-10T09:32:00.001-04:002020-07-10T09:33:37.316-04:00Otras orillas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf0-Y0U1SD7fzpl8KxO-dXSxrI7oKPcaWehwj8al0yCaamSaOHgYU7PTDBhTmKD0j_2qzXUfCDjKJs9jZ9ifSb3_ZgyF6lafuEQe7jPLd9WQQ1SqIGpw7vMtgV2uQI4SrN6QHe/s1600/s-l300.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf0-Y0U1SD7fzpl8KxO-dXSxrI7oKPcaWehwj8al0yCaamSaOHgYU7PTDBhTmKD0j_2qzXUfCDjKJs9jZ9ifSb3_ZgyF6lafuEQe7jPLd9WQQ1SqIGpw7vMtgV2uQI4SrN6QHe/s1600/s-l300.jpg" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Me enteré esta semana de la muerte de Morricone
y los recuerdos volaron como confetis. Años ochenta, estudiante universitario,
mes de agosto o diciembre. Como Caracas se atravesaba en la ruta Mérida-Upata y
como tenía amigos en la capital que también hacían vida entre libros, salones
de clase y cierta bohemia que nunca caía mal, las vacaciones empezaban por ahí,
en plena urbe a la que me entregaba un par de días con la sola idea de
atragantarme de películas, cine, cervezas, teatro, amistad y charlas, sobre
todo charlas, pongamos por caso, en el café de la Sala Rajatabla. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En esas andaba, saliendo de algún lugar en
Sabana Grande, acompañado por amigos del alma que hasta hoy dicen presente,
cuando no sé quién mencionó la película que no demasiado lejos podríamos ver si apurábamos el paso. En la marquesina de La
Previsora se leía: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cinema Paradiso</i>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Con Jean Claude y Fayad Douaihy, Gerardo
González, Jorge Nazzur, Agustín Millán y Kinen Aboud salí hecho polvo. Era una
historia concéntrica en la que otra, y otra, como en espiral ascendente, te
engullían, despanzurraban, molían a golpes de vida, de nostalgias, de amores,
poniéndote enfrente un espejo con el que te estrellabas de cabeza.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Vi en esa película el recuento de cualquier
existencia digna de tal nombre y descubrí asimismo cómo un rollo de acetato
tiene mucho de cuanto somos sin llegar a sustituir, jamás de los jamases, la
realidad en la que permaneces incrustado como estaca.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Fue en esa instancia, al salir
de la sala, al procesar el estado de ánimo en que todos habíamos caído cuando
reconocimos, unánimes, la magia de la música, esas melodías casi fundidas con escenas,
gestos, diálogos a lo largo y ancho de Ci<i style="mso-bidi-font-style: normal;">nema
Paradiso</i>. Entonces Ennio Morricone no fue el compositor ni el maestro
recién hallado en lo alto del Olimpo cinematográfico sino el genio de la
lámpara, especie de mago a ras del suelo capaz de concederte el don de la
memoria untada de saudade, un ir y venir<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>a otras orillas gracias a solos de violín, escupitajos de piano, notas,
acordes y qué sé yo qué otros embrujos parecidos. Con Cinema Paradiso, con Morricone,
encontré una arista adicional en la geometría fantástica que en la adolescencia
intentaba mordisquear, una colgada del cine como ámbito para entrever allá
adentro, en tus profundidades, lo que has sido y eres. Menuda pretensión la de
aquel chico.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En esos días tenía la seguridad, o cuando
menos la intuición, de que la literatura en particular y el arte en general
constituían pilares sin los cuales ningún hombre podría ser capaz de
sostenerse. Era una ingenuidad, por supuesto, pero haciendo las sumas y las
restas llego a la conclusión de que sin tales búsquedas, sin el posterior
hallazgo, sin darme de bruces con una novela, una sinfonía, una película, una
pieza como las de Morricone o una representación de Macbeth no sería ahora el
que soy, para bien, para mal o para regular. Por eso creo que una obra de arte
existe no sólo para que la admires y clic clic, hagas la foto, sino para
cambiar modos de concebir esto que llamamos mundo, para transformar, para
actuar como explosivo que vuela en pedazos -pónle aquí cámara lenta si quieres-
maneras de pensar, de estar y de existir. Ocurre poco a poco, muy lentamente, pero
estoy convencido de que en el plano de lo artístico es una fabulosa consecuencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tengo la certeza de que Morricone, un
músico con alma de dinamitero, hizo lo suyo al respecto, a su manera, como le dio
la gana. Si no me crees anda, levántate y escribe <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cinema Paradiso</i>-Ennio Morricone ahí en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Youtube</i> y date vida. Y dime después si estoy equivocado. Dime
entonces si no hablamos de un genio, sin aspavientos ni chorradas, que hizo de
la música artilugio para llevarte a otras orillas.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-66194655516995720912020-07-02T22:42:00.000-04:002020-07-02T22:49:03.764-04:00Me llevo a París un solo disco<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-xvty-VSpw6tZz79-DY9vMOOs9Dsv3dhyphenhyphenlxUBxl2K8I57OTuIvKKIaFfTPY1x-NNllwNk_Sy_MgmfPuDxOahyphenhyphenwpGXSyGW-4DO235oG8OzPXJVsBsfvMo4D_gYC4zc_QJvAiyJ/s1600/unnamed.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="512" data-original-width="394" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-xvty-VSpw6tZz79-DY9vMOOs9Dsv3dhyphenhyphenlxUBxl2K8I57OTuIvKKIaFfTPY1x-NNllwNk_Sy_MgmfPuDxOahyphenhyphenwpGXSyGW-4DO235oG8OzPXJVsBsfvMo4D_gYC4zc_QJvAiyJ/s320/unnamed.png" width="246" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La editorial Alfaguara publicó cinco tomos
con las cartas de Julio Cortázar. La verdad es que durante mucho tiempo fui
dado a cierta idea que luego deseché de cabo a rabo: no husmear en la
correspondencia de mis ídolos literarios, entre otras razones por aquello del
respeto. A la privacidad, al plano íntimo, a ese mundo que no tiene por qué
salir a la luz si no nos da la gana y que Cortázar defendía con uñas y dientes.
Todo un hacer que preserva de miradas furtivas, chismes de pasillo o cotilleos
que nunca vienen al caso.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Sin embargo,
vislumbré después que aproximarse con reverencia al universo de nuestros
creadores abre puertas para ahondar en una cosmovisión que de otro modo se
mantendría siempre a la sombra. Entonces cedí a la tentación.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Puse los ojos como platos al instante en
que los vi sobre el mesón. Cinco libracos de puro magma literario, vital, a dos
metros de mí. Acaricié sus portadas, los cogí para saborearlos también gracias
al tacto y de inmediato sentí la conexión. O la seña, o el guiño, o como
diablos se diga. Ahí, en la librería del Fondo de Cultura Económica <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ipso facto</i> los introduje en mi mochila
previa visita a la sonriente dama de la caja registradora. Entonces chin chin,
pagué el precio que dicho sea de paso aterrizó con oferta de por medio. Salí,
salí feliz con el tesoro a cuestas igual que cualquier niño en medio de un
cajón de golosinas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De 1937 a 1984, sí, tal como suena, pero
por si acaso devuélvete y relee. Treinta y siete largos años el buen Julio dando
volteretas entre un sello postal, París, Buenos Aires y el sistema planetario
que erigió a su medida.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En estas cartas
lo primero que notas es que el autor de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rayuela</i>
fue el sastre de sí mismo, ni más ni menos. Un modisto que para qué Dior o Philippe
Laurent y la madre que los parió. Es más, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>confieso que el banquete es de troglodita -aún
leo y leo, pues no termino los tomos en cuestión-, con el beneficio adicional
de que no hay indigestión posible. Desde mis catorce años, época en que
descubrí al argentino en una Upata que ya va quedando lejos, leerlo ha
significado plena revelación de mil hechos literarios colgados de la vida
misma, de las calles o las cafeterías, como si fuesen pellejos desprendidos a
fuerza de intensidad y de pasión. Si algo me enseñó este escritor fue a
concebir cada mañana, tarde y noche impregnadas de literatura, como algo
natural, normalísimo, que colma, que enriquece, que chorrea por la comisura de
los labios de modo que vida cotidiana y cuentos y novelas van de la mano
entremezclados, fundidos, siendo dos cosas y una misma, lista para llevársela a
la boca.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>No tienes idea de cuántas pistas, señas,
azares y descubrimientos caben en estas páginas. Un<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cortázar ávido de Francia, un parisino sin
haber pisado la ciudad se ve de pronto en determinada habitación de la Casa Argentina
de París, en 1952, y entonces comienza la aventura, una que lo lleva a mirarse
de golpe por dentro, a toparse sin aviso y sin protesta con Julio Florencio
Cortázar en una especie de autohallazgo que le obsequiará las armas para
iniciar tarea: ser argentino como ninguno, latinoamericano como el que más y
edificar obra tan bonaerense y universal que qué puede importar seguir
hablándote de estos asuntos si existen ya los tomazos de marras para que te los
comas como se come el pollo con los dedos. Pero ni modo, sumo y sigo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>He gozado con este Cortázar lleno de
asombro en la ciudad que lo recibe, en la París que era nostalgia antes de
llegar a ser lo que significó, donde un escritor se prepara, tonifica los
músculos y anda y chupa, como las esponjas, el tuétano de la existencia desparramado
a izquierda y a derecha. Del lado de acá y del lado de allá, si lo prefieres.
Un ser que abre de par en par las ventanas de lo lúdico, de la entrevisión,
metido de cabeza en el océano del arte, del intelecto puro y duro, del jazz, del
tango, de Stravinski, de Cocteau y del pensamiento por donde te dé la gana,
todo en su primera madurez, hasta que como imagen de caleidoscopio se desdibuja
paciente, muy de a poco, borroneándose el intelectual en su burbuja y emergiendo
por allá alguien cuyo destino pasó de la página impresa, de los libros, de la
exquisitez purista del esteta al día a día cuyo punto de fuga es el claxon de
los automóviles, la señora que hace los bizcochos al doblar la esquina o el
aroma del café en esta realidad que nos aplasta la nariz.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Noto cómo nacen sus cuentos, el por qué de
“Axolotl”, el germen de “La noche boca arriba”, la huella de La Maga antes de
soñar con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rayuela</i>. Aquí, en este
epistolario, los cronopios dejan su particular estela, hilo de Ariadna que te
permite seguirlos hasta sus orígenes. Vaya datos con los que me cruzo y fíjate
qué forma tan cortazariana de dar con todos ellos mientras nado entre palabras
por el mar a veces sosegado y a veces proceloso de su pluma. “Me llevo a París
un solo disco metido entre la ropa”, escribió antes de partir y luego de
regalar música, libros, objetos que fueron suyos tantos años en la Argentina
que dejaba atrás, “es un viejísimo blues de mi tiempo de estudiante que se
llama Stack O’Lee Blues, y que me guarda toda la juventud”. Yo, lo que soy yo,
mientras tanto sigo leyendo el tomo cuatro.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-48739800543486522020-06-09T10:43:00.003-04:002020-06-09T10:43:51.981-04:00En estos días<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi32K29WOtsgngbJnLRdoCFqvXTzi_51NyopoW96Seuet_ZPmMGPC8MPWypsOoalCHRCsMl22NrKIl_45poQ4nVmi21cSWkSB_83JePTf8_hKMjQmZXncRIHWyn4X3WcZinpJzl/s1600/81b156d7399bd16bfcba8ed0716f54a9.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="526" data-original-width="600" height="280" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi32K29WOtsgngbJnLRdoCFqvXTzi_51NyopoW96Seuet_ZPmMGPC8MPWypsOoalCHRCsMl22NrKIl_45poQ4nVmi21cSWkSB_83JePTf8_hKMjQmZXncRIHWyn4X3WcZinpJzl/s320/81b156d7399bd16bfcba8ed0716f54a9.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Como a la mayoría, el encierro me
sorprendió por completo. Una sorpresa de doble vertiente: por una parte, la
noticia en la Universidad de que toda actividad en el campus se suspendía a
partir del mediodía (¿tan pronto?, ¿y eso?, ¿estamos así de complicados?); por
otra, el hecho de que el confinamiento terminara significando algo distinto a
cuanto imaginé desde un principio.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>A ver si me explico. Tengo entendido que
soy alguien cuya relación con cuanto le rodea pasa por un toma y dame
sustentado en lo estrictamente fáctico. Pensar, leer o escribir en la calle, en
los cafés, en la trastienda del sillón mullido en aquel rincón de casa.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>A medida que el tiempo avanza compruebo cómo
termino por meterme de cabeza en estas cuatro paredes: aceptándolas, primero a
regañadientes, y luego con un dejo de resignación entre equilibrado y a punto
de explotar. Entonces el confinamiento, palabreja que al inicio bullía en medio
de significados inquietantes, fue protagonista de cierta metamorfosis que hoy
viernes ya ni sé desde qué instante dejó de apuñalarme. Confinarse es también
un ejercicio a contrapelo de aislarse, supone algún estado cuya catadura, en mi
caso, excluye de pe a pa al Robinson Crusoe que con tanta nitidez vislumbré
hasta hace muy poco. Un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">alter ego</i> que
poco a poco vuela en mil pedazos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y así los días marcan su particular
tránsito en el vaivén de la sala, en la geografía redescubierta del sofá, en el
mundillo de pensamientos que en buena medida pretenden diseccionar esto que se
nos clavó en lo cotidiano. Por lo que, en primer lugar y aunque suene de lo más
raro, he trabajado más que en tiempos sin corona y sin virus. La computadora
hace de las suyas, las clases también, de modo que a diario los encuentros
ocurren y las discusiones van y vienen, sumergidas en esa masa gelatinosa que
dieron en llamar virtualidad. Clases, corrección de pruebas, reuniones de
trabajo -el día a día disfrazado de normalidad gracias al chip, a la pantalla
líquida, al milagro de un chasquido denominado conexión-, mil y un eventos que
impone la academia pero también cine, literatura, charlas con ahínco alrededor
del desayuno, escritura y soledad. Ah, y la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Casa
de papel</i>, serie en las entrañas de Netflix que empezamos a ver -yo sin
mayor ánimo, la verdad sea dicha- cuya puesta en escena terminó cogiéndome por
el pescuezo y qué le voy a hacer, todos los días de ocho a diez, dos capítulos
de un solo golpe, a ver qué pasa y cómo acaba la cuestión, porque son tres
temporadas y navego en la mitad de la segunda. En el fondo uno se aferra, al
pasado, al futuro, a la inercia o qué sé yo, en una dinámica que todavía llevas
contigo aunque le hayan magullado la nariz.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y de la soledad, pues de la soledad saltan
como liebres búsquedas, vueltas de tuerca, explicaciones en función de estas
circunstancias que nos tocan. Ante la pandemia, sus orígenes y consecuencias,
intento con mucho ruido y menos nueces cuadricularla, vincularla con el tipo de
vida que hemos llevado hasta hoy y entonces pretendo echar una ojeada a cuanto
vendrá, a ese caldo espeso que pretendo amasar tan pronto pueda largarme a la
calle. ¿Será la misma vida?, ¿habrá que imponer cambios?, ¿transitaremos como
si nada por los vientos del presente?, ¿qué de todo esto sacaremos en limpio? Desde
la mesa del comedor o mientras te duchas imaginas, piensas, te rebanas las
meninges, pretendes embadurnar de lógica común el espacio que te engulle.
¿Seremos capaces de reconfigurar algo -no me preguntes cómo- para darle
manotazos a aquellos polvos que quizás trajeron estos lodos?, ¿sí?, ¿no?,
¿estoy diciendo estupideces?, ¿las cosas, el mundo, nuestra realidad o como
diablos se diga, en definitiva permanecerán como si nada?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Lo que soy yo, no me hago demasiadas
ilusiones. Sin embargo me da por imaginar que un mínimo de decencia, un impulso
ético en función de nosotros mismos y los otros podría sacudir algún resorte,
movernos cuando menos a reflexionar qué ha sido todo esto y cómo pretendemos,
de cara al futuro, el mundo en que vivimos.<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>La libertad individual postpandemia, pongo por caso. ¿Cómo asumir lo que
vendrá en función de nuestra relación con el Estado -pienso aquí en aquella
libertad negativa de la que escribiera Isaiah Berlin-, sobre la base de la
seguridad ciudadana?, ¿qué decir acerca de la solidaridad, de quienes comparten
con nosotros este mundo, de nuestros vínculos con cuanto se extiende de la
epidermis para allá?, ¿cuál será la iniciativa en relación con la seguridad
social para que, en vista de esta pesadilla, la cobertura en nuestros países
pueda de veras transformarse en amplia y eficaz?, piensa tú, dime tú, ¿es que acaso
continúo escribiendo tonterías? ¿Mejor busco otro tema porque ya se sabe que todo
cambiará para que todo siga igual?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mientras, el encierro hace de las suyas.
Una especie de espiral a modo de silencio, definido por cuatro paredes, implica
nuevas relaciones con lo otro. Y lo otro es todo aquello que hasta hace muy
poco llevaba en el alma connotaciones que al presente van rotando, cambiando,
como un caleidoscopio cuya existencia no te imaginabas. Ahí, en el ojo de un
huracán que despeina, te sacude y te revienta, vives la experiencia que alguna
vez, esperas, comentarás a tus nietos. Vuelvo y digo, ¿seremos los mismos en
ese futuro que nos mira de reojo?, es posible que no, aunque lo más probable
sea que sí. Por ahora hay que vivir el presente, y el presente obliga cuando
menos a decirse cosas, a intentar pensar, a hurgar en el qué haremos desde esto
que vamos siendo. Entonces veremos. Seguro que ya veremos. <o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-34813577862835830862020-06-05T15:47:00.000-04:002020-06-05T15:47:00.796-04:00Un clásico<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7fPvo7BAv71-tFpEA4Y5DApxzgerw3DFnBYdE3sbXPkdlBTcAxaVlwmQ03pdKbcxHNd62m8RkaNQbrCgsMpX-ROA0KuGNdod2PXj6cWr2ykr3hydAVn_MoxEz4mdTv4DKU8gX/s1600/Air_Supply_Live_in_the_Philippines.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1067" data-original-width="1600" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7fPvo7BAv71-tFpEA4Y5DApxzgerw3DFnBYdE3sbXPkdlBTcAxaVlwmQ03pdKbcxHNd62m8RkaNQbrCgsMpX-ROA0KuGNdod2PXj6cWr2ykr3hydAVn_MoxEz4mdTv4DKU8gX/s320/Air_Supply_Live_in_the_Philippines.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-size: x-small;">Air Supply. <i>"Here i am"</i>, un clásico sin discusión. </span><br />
<br />
El link: <a href="https://www.youtube.com/watch?v=yjKbiD9Lg_I">https://www.youtube.com/watch?v=yjKbiD9Lg_I</a>roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-51456429719066457672020-04-16T14:19:00.001-04:002020-04-16T14:19:43.367-04:00Lo real y lo evocado<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEju1KheBRJTQdhAvfLxqHzdhWhGmRKYiJwf4MCZzhifj_dsrh1nE6vMb4KZs8WUjKAjKwNqRk9s5eH8TSH-8Wx1iAmCPhFiVNtr_B2K10_TKfFVHpqMKFg3zMWm0jPa3ZuPlmVD/s1600/20161224_gonzevagonz23596_id120070_suenos-lucidos-atrevete-a-explorar-tu-mundo-onirico-de-modo-consciente_moon-478982_1280-copia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="351" data-original-width="500" height="224" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEju1KheBRJTQdhAvfLxqHzdhWhGmRKYiJwf4MCZzhifj_dsrh1nE6vMb4KZs8WUjKAjKwNqRk9s5eH8TSH-8Wx1iAmCPhFiVNtr_B2K10_TKfFVHpqMKFg3zMWm0jPa3ZuPlmVD/s320/20161224_gonzevagonz23596_id120070_suenos-lucidos-atrevete-a-explorar-tu-mundo-onirico-de-modo-consciente_moon-478982_1280-copia.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tengo un amigo que ve el mundo en blanco y
negro. Quizás así somos en el fondo: tendemos a clasificarlo todo, a intentar
separar el trigo de la paja, a diferenciar lo hermoso de lo feo, lo noble de lo
innoble y lo valioso de lo menos importante.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Lo cierto es que semejante esquizofrenia
atraviesa las paredes y termina por cubrir todas las superficies. Mi amigo ve
el mundo en blanco y negro y no sabe de medias verdades ni supone matices entre
un hecho y otro. Una vez alguien le preguntó por ciertas realidades, ésas que
no sabes distinguir en un primer momento y pueda que tampoco luego, a lo que
sólo respondió con el silencio, una especie de quietud, de encogimiento de
hombros porque es mejor callar, no decir nada, que buscarle cinco patas a los
gatos. Al pan pan y al vino vino, así que dos más dos son cuatro y lo demás
déjaselo a quienes se preocupan por el lado oscuro de la Luna.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entre lo real y lo evocado tengo la
impresión de que media un terreno con arenas movedizas cuya existencia es
aconsejable no dejar de lado. En primer lugar porque puedes perecer engullido y
en segundo por elemental sentido común. Mi amigo supone que el universo es un
tablero de ajedrez, tú juegas con las negras mientras él se mueve con las
blancas y así, te orientas por el cálculo de lo posible, de lo fijado en
función de reglas sacrosantas con absoluta precisión de reloj suizo. Dos más
dos son cuatro y cuatro y dos son seis, y se acabó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Lo real y lo evocado pueden convivir en
ámbitos no estancos, tal es el asunto. Aquí la ecuación se complica y si te
pones a ver las soluciones distan años luz del manual guardado en la caja de herramientas
o en la segunda gaveta a mano derecha, allá <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>en el cuarto de los trastes. Lo real cabe en
la palma de la mano aunque también lo observes en el microscopio, o con los
cristales de la entrevisión<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>-no hay que
olvidar la sentencia de Cortázar: “soy realista porque me niego a dejar fuera
de la realidad hasta la última migaja del sueño”-. ¿Entonces? Mi amigo frunce
el ceño, se sirve un whisky doble, piensa como Descartes y responde a
quemarropa entre una sonrisa burlona. Lo que dice no me dice mucho pero ya lo
sabemos, mi amigo ve el mundo en blanco y negro y qué le vamos a hacer. Bebe
otro trago, termina de reír por completo y suelta desde las entrañas: “vete a
la mierda”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Antes de largarme al universo de las heces
me da por imaginar lo que tenemos claro y lo que no y concluyo que lo primero
es apenas un trozo de oscuridad incrustado en lo segundo, que lo contiene por
completo. Y luego vamos por el mundo tan campantes, traqueteando pasos como si
fuésemos un número sembrado en medio del gran bosque de las matemáticas, hermosa
disciplina que termina por cuadricularnos siempre. Dos más dos continúa siendo
cuatro.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Blanco o negro, buenos y malos,
izquierdosos y derechosos, brutos o inteligentes, desprevenidos o acuciosos,
miserables o dadores, excéntricos y bienpensantes, suma y sigue y dale hasta
que te hartes.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Obedecí a mi amigo en lo de irme pero no en
el destino de su sugerencia. Me fui, por supuesto que me fui, pero no sin antes
preguntarme hacia qué sitio. ¿Dónde está arriba o abajo? ¿Dónde la diestra o la
siniestra? Decidí entrar al primer café que se me puso enfrente. Me gustó que
el silencio reinaba por completo.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-59017869457261051222020-03-23T12:53:00.002-04:002020-03-23T12:53:42.467-04:00Un clásico<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLFUZgPsHpe5Ts_8MFf-Czt770L3mTaWE5Pv0sicx-Gb0ppayVd0hhy19RHWuAVst_0MqieNGbBcIOyHREFPea5ZHZaJZyZTtbUe0AunLuPsru65ytTWXvrgqWzN3gq_2GTmXk/s1600/jona-112116.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="633" data-original-width="950" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLFUZgPsHpe5Ts_8MFf-Czt770L3mTaWE5Pv0sicx-Gb0ppayVd0hhy19RHWuAVst_0MqieNGbBcIOyHREFPea5ZHZaJZyZTtbUe0AunLuPsru65ytTWXvrgqWzN3gq_2GTmXk/s320/jona-112116.jpg" width="320" /></a></div>
<h1 class="title style-scope ytd-video-primary-info-renderer" style="background: rgb(249, 249, 249); border: 0px; color: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-color, var(--yt-spec-text-primary)); font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-weight: 400; line-height: 2.4rem; margin: 0px; max-height: 4.8rem; overflow: hidden; padding: 0px; text-shadow: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-text-shadow, none); transform: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-transform, none);">
<yt-formatted-string class="style-scope ytd-video-primary-info-renderer" force-default-style="" style="word-break: break-word;"><span style="font-size: x-small;">I'll Never Love This Way Again - Jona</span></yt-formatted-string></h1>
<div>
<span style="font-size: x-small;">Un clásico en versión renovada. Hermosa voz.</span></div>
<div>
<span style="font-size: x-small;"><br /></span></div>
<div>
<span style="font-size: x-small;">El enlace: </span><a href="https://www.youtube.com/watch?v=TUTKG__BmW0">https://www.youtube.com/watch?v=TUTKG__BmW0</a></div>
roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-70573125343449042602020-03-20T00:05:00.004-04:002020-03-20T00:05:54.363-04:00La chica del bar<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGh7jj6CLynaeiNfQYQTUSpk7YG6wSd94CUAzutpV7VDJYmRQLgK3YC3dca2tCo4jQjjEe4xeDkh22CudBn_mIXM_TnEV7gTrpyrEEe43nWTKh0CkgXQnXbqVoFlDiaCdiXZKl/s1600/graphicstock-beautiful-young-woman-in-traditional-bavarian-dress-holding-a-mug-of-beer-oktoberfest-studio-shot-on-white-background-isolated_H_g0UmtHM-_thumb.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="231" data-original-width="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGh7jj6CLynaeiNfQYQTUSpk7YG6wSd94CUAzutpV7VDJYmRQLgK3YC3dca2tCo4jQjjEe4xeDkh22CudBn_mIXM_TnEV7gTrpyrEEe43nWTKh0CkgXQnXbqVoFlDiaCdiXZKl/s1600/graphicstock-beautiful-young-woman-in-traditional-bavarian-dress-holding-a-mug-of-beer-oktoberfest-studio-shot-on-white-background-isolated_H_g0UmtHM-_thumb.jpg" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entro a un bar de la calle Foch y ahí está.
Piernas cruzadas, vestido corto, sonrisa a la medida, copa de cerveza en mano.
Por seguirle la corriente pido una igual, Club Premiun helada, tres dedos de
espuma con burbujas a punto, y mientras enciendo un tabaco me observa como si
nada, como afirmando para sus adentros miren a éste, a ver qué se trae ahora.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La verdad es que siempre me he tomado el
tiempo necesario para detallarla. Desde la primera vez vislumbré en ella cierta
condición literaria, un personaje de Margaret Atwood quizás, de Quim Monzó o
Bolaños, no lo sé con exactitud, pero sin duda emergiendo de la fantasía hecha
ahora realidad, una especie de Afrodita a diez metros de mí desplazándose sobre
las aguas como en una aparición cargada de misterio y de erotismo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ríe como ella sola, a menudo entre
fantasmagórica, divertida o melancólica. La chica del bar, pongamos que se
llama Amelia, Lucía, incluso Bárbara. Sí, Doña Bárbara en pleno dos mil veinte
sin caballo, sin hacienda ni sombrero. Doña Bárbara con vestido a mitad de muslos,
tan ceñido que casi es otra piel encima de la suya, una piel de durazno que te
incita a acariciar con mucha, mucha gloria y poca pena.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La
sigues con la vista y casi mueres, compañero. Una muerte lenta entre piernazas
y tetas de infarto. Un morir que supone el más allá aquí mismo, Paraíso
incluido, a escasos diez metros entre tú y esas curvas que prometen llevarte a
la cueva del placer. Ahí está, ahí yace de cerca y no me preguntes cómo ni por
qué pero mírala, róbatela con los ojos, disfruta si puedes de esos labios como
una emanación, como cerezas, y si lo haces qué te va importar<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>el mundo y la madre que lo parió hasta que de
nuevo sonrisas, piel, muslos descubiertos, cerveza fría y salud, porque levantas
tu vaso y brindas, observas, continúas observando con tu trago alzado mientras
vuelves a decir salud y ella sólo ríe, tan campante, tan tranquila, tan pícara
que semejante manera de reír no sabes si implica su particular respuesta, su
brindis personalísimo únicamente contigo y para ti, o si por el contrario es un
hachazo, gesto desolador, tétrico sarcasmo para mandarte al mismo infierno.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La
chica del bar parece comprenderte, es oráculo cuyas respuestas son justo las
que necesitas. Da en el clavo como no tienes idea, atiende, sabe, escucha sin
interrupciones y nunca, jamás de los jamases abandona esa sonrisa. Como una
Gioconda ensimismada tampoco aparta los ojos de donde te encuentres. Lo sabes
porque estés donde estés, en tu mesa sorbiendo tu cerveza o al levantarte para
ir al baño o acercarte al tipo que sirve tragos en la barra, en todo momento la
miras y te mira, desde cualquier ángulo no dejan de coincidir, buscas sus ojos
y los hallas sumergidos en los tuyos. Hoy, a estas alturas, sabe de mí más que
cualquiera, navega en lo que soy, increpa, recrimina <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>sin misericordia, o por el contrario asiente,
estimula, aprueba y felicita eso que comparto, que cuento desde mi lugar en
esta mesa desolada con la autoridad de mujer que tiene a todos cogidos por las
bolas. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Regreso al bar de la Foch y no la
encuentro. Por primera vez no está donde la hallaba cualquier fin de semana. La
chica con el vestido que la abraza, como una segunda piel, mientras cruza unas
piernas muy largas, mientras bebe su cerveza Premium, mientras sonríe y te mira
y tú le devuelves el gesto, la chica del bar casi confesándote que ya empezaba
a imaginar que no aparecerías se ha ido ve tú a saber a qué parajes y con quién.
En su lugar Johnnie Walker, Black Label, deambula en su botella con levita,
sombrero y bastón.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>-El
afiche estaba casi por venirse al suelo-, dice el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">barman</i> al otro lado de la barra.<span style="mso-spacerun: yes;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>-No daba para más-, remata a quemarropa. Entonces
frunzo el ceño, me encojo de hombros y me marcho. Afuera, la noche me engulle
por completo.<a href="https://www.blogger.com/null" name="_GoBack"></a></span></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-26570099171356431952020-03-06T15:43:00.001-04:002020-03-06T15:43:09.545-04:00Fantasmas en la memoria<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAvZAg-paFn1rpKk9yZI2QsbOCNu8azyd5WCVDylcBk_DYJ-YRdfdVasAHF5mBupxgeCLU-KeiP_eJ4oYw5EyhaFnqz-bI6NlI23Z4TNEeInrUn_JTk4wnh_KcUP-eLjDOiptD/s1600/6A5.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1039" data-original-width="1174" height="282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAvZAg-paFn1rpKk9yZI2QsbOCNu8azyd5WCVDylcBk_DYJ-YRdfdVasAHF5mBupxgeCLU-KeiP_eJ4oYw5EyhaFnqz-bI6NlI23Z4TNEeInrUn_JTk4wnh_KcUP-eLjDOiptD/s320/6A5.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La gente hace cualquier cosa por recordar
pero lo que soy yo intento darme de bruces con el olvido. La gran manía de
estos tiempos es ésa, pillarlo todo con la evocación al punto de convertir la
desmemoria en trazas lejanas de lo que ya no es.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Los nunca olvidadizos Funes tienen mucho a
su favor porque de ellos cuelgan mil aliados inimaginables. Fitina en cápsulas
blandas, ginseng en gotas milagrosas, terapias oxigenantes del cerebro,
fármacos de cualquier pelaje para patearle los huevos a la desmemoria y, en
fin, mil modos de aborrecer la amnesia que si te pones a ver, un buen día todo
puede acabar en tétricas realidades que de sólo imaginarlas me ponen los pelos
de punta.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Supón que todo lo recuerdas. Mírate
engullido por un agujero negro donde el cuento borgeano pasó a ser realidad
monda y lironda. Por un segundo ten la certeza de que guardas en tu cabezota
los trozos intactos de lo vivido, ayer, hoy, mañana y siempre. El infierno,
compañero, las pailas ardientes de una cotidianidad que al mínimo descuido te
masticará y escupirá sin remedio.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Leí hace años que el escritor Ednodio
Quintero siente por Japón y su cultura una admiración entrañable. Sé que es
cierto porque fue mi profesor en la universidad y semejante adoración le chorreaba
por los poros. En el documento que llegó a mis manos contó una historia: sus
padres viajaron al Oriente becados por asuntos académicos. El señor embarazó a
una japonesa y el niño, al nacer, se quedó con ellos. Cuando regresaron a
Venezuela fue presentado en el registro civil de Las Mesitas, allá en los Andes
trujillanos. ¿Cómo salido de un relato de Cortázar, no?, pues bien, la historia
explica al pelo esa atracción de Quintero por el mundo japonés. Al morir el
padre, el escritor continúa diciéndonos que por casualidad halla un fajo de
papeles en un baúl perdido y justo en ese instante vislumbra la impronta del
Japón en su vida familiar. Descubre asimismo la experiencia de mamá y papá en
aquellas lejanías al punto de que luego, al comentarla con ella, termina por
confesarle la verdad: ocurre que no es su verdadera madre.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Punto y fin. Colorín colorado, el relato se
ha acabado, lo cual deja entrever una historia extravagante que me impresionó,
me dejó lelo, patidifuá en el preciso momento de haberla conocido.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Seguí hurgando acerca de lo referido por
Quintero, cuestión que sumó más datos al escueto testimonio que he expresado
aquí. Sin embargo, con el tiempo creo haber obviado detalles,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>aspectos claves al respecto, y por supuesto
mis recuerdos son apenas el vestigio de una verdad que ve tú a saber si lo es
en el estricto sentido que esa palabreja significa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mejor así, claro. Ahora que lo pienso, el
cuento de mi profe escritor estarás de acuerdo conmigo en que resulta extraño,
muy literario, incluso fantástico por donde lo mires. Me he preguntado si serán
ciertos, si tales acontecimientos pasan por el cedazo de lo auténtico o se
mueven en esa masa gelatinosa de los relativismos a la hora de decir lo que
decimos, de exponer con palabras cuanto nos sucede. ¿Será alimentada nuestra
narrativa por la imaginación y blablablá, heredera o derivada del olvido que siempre
anida en nosotros? ¿Serán nuestras lagunas, desmemorias y páginas mentales en
blanco motor de ensoñaciones clave a la hora de nombrarnos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Homo sapiens</i>? <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pueda que sí o
pueda que no, a mí que me registren. Importa un rábano, digo yo, la terapia
génica o como diablos se diga en función del recuerdo y sus bondades. Para qué
decir no, si sí: el olvidadizo que voy siendo mira el mundo con la belleza,
sueño y fantasía que ya quisiera para sí aquel Funes, súpermemorioso, que tan
en buena hora nos obsequió Borges con un cuento -fíjate ahora qué paradoja- por
completo inolvidable.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-66159176879382319652020-02-28T09:44:00.002-04:002020-02-28T09:44:21.994-04:00La terraza del café<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOWHUAvm1eGIvoP90AKUtoqbI8kk877vSL2OAQwFAhy78TGoRr6nT_WFBi34TZtj-1wF1MaQeU-vKWteTqwV33GBDhI7VyERCQyA1G5WeLM6YBrg_7xxpfMpA4Z5lXbtWCwQXK/s1600/captura_de_pantalla_2016-06-13_a_las_16.55.19.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="414" data-original-width="700" height="188" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOWHUAvm1eGIvoP90AKUtoqbI8kk877vSL2OAQwFAhy78TGoRr6nT_WFBi34TZtj-1wF1MaQeU-vKWteTqwV33GBDhI7VyERCQyA1G5WeLM6YBrg_7xxpfMpA4Z5lXbtWCwQXK/s320/captura_de_pantalla_2016-06-13_a_las_16.55.19.png" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Me siento en la terraza de un café a ver
pasar la vida. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Expresso</i>, bolsa de
tabaco para la pipa y un libro de cuentos de Ednodio Quintero, página noventa y
tres. Ver desde una mesa de café tiene la ventaja de que enfocas como nunca, pones
tu atención a punto, olvidas por un rato las historias de Quintero y ya, de
veras ves, miras, hurgas en eso que de otra manera sería imposible contemplar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Me siento en la terraza del café y observo.
La vendedora de rosas salta de mesa en mesa, el hombre del sombrero toma la
mano de esa chica, aquel perro echado da la impresión de escrutar el
universo<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>mientras una nube de mosquitos
es desfigurada por la violencia de su cola. Veo desde esta mesa de café y
pienso. Escenas de infancia, calles empedradas, tarantines, quioscos, ventas
ambulantes a cada lado de la calle. Miro desde el café y sin dejar de ver,
ubicado justo en esta mesa con mantel a cuadros, me detengo en lo que no veo.
Es decir, veo como cualquiera, en concreto, eso que mis ojos abarcan desde la
trinchera en plena calle Foch pero me concentro en mirar lo que no veo nada más
que sentado en esta silla. Y ahí aparece un trozo de playa en la costa, ciertos
puestos de verduras en un mercado maloliente, una mujer semidesnuda que baila
alrededor de un tubo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Sentado aquí miro cuanto tengo enfrente y
basta con eso. No miro como miras tú, o como yo mismo lo hago fuera de este paréntesis
que es sentarme a ver desde el café. Tan pronto miro desde la terraza del café
se abre una dimensión distinta y lo que menos importa a simple vista es eso que
veo sentado en este sitio. Es mucho más urgente, cobra relevancia incuestionable,
necesidad ontológica según diría algún filósofo frustrado, cuanto no veo desde
aquí y cuanto no podría mirar si no me hubiese dispuesto a contemplar desde
esta terraza de café.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La verdad es que ver desde la mesa de un
café tiene mucho de mirada hacia adentro, dime tú si no. Un adentro que por
raro que te suene puedes vislumbrar en el afuera que es este horizonte apostado
ahí, al mirar de cierto modo cuando echas un vistazo desde la mesa en la
terraza del café. Por eso de vez en cuando vale la pena sentarse a observar no
como observan tantos que se sientan y entre cortado y galletitas hurgan y
escudriñan hasta que se cansan de atisbar, sino, digo, vale la pena observar
justo eso que no ves desde esta posición, desde la geografía de la mesa que
eliges y es atalaya, escondrijo, rincón único a la hora de pasar la vista por
los recovecos de eso que se expande frente a ti, como un gas, aunque no puedas
verlo si ves como ves cuando no estás sentado en la terraza de un café.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entonces sigues en lo tuyo, miras a lo lejos,
bajas luego la vista para comprobar que todo sigue como lo dejaste: Ednodio
Quintero en su libro, un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">expresso</i> que
se enfría, media botella de agua mineral, tu pipa apagada a un lado del
cuaderno listo para que apuntes tonterías. Y escuchas el ruido, las voces de
muchos que ocupan mesas cercanas, y alguien que sentencia: “aquí hace falta un
Hitler”, y otro que suelta: “ese virus es un invento de la CÍA”. Y vuelves de
seguidas a mirar, a cubrir el horizonte, a ver lo que jamás verías sin tomarte
la molestia de observar desde esta mesa de café.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-72178812030648832742020-02-04T16:07:00.001-04:002020-02-04T16:07:36.297-04:00La belleza de la melancolía<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMphw75lQFN0LfrDXnqsTw8kdV9ZhPoMOcd6fFnS937ri8vVfe_G0MsqAwk9uVCvqGjot0ixW6uO0s4R4D0VFrRg4WGYNkIsLI_opr2TV8LwRsogJ8jNsX3jEyxbyuV56b-s2r/s1600/91682524_e75273fe9a_z.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="516" data-original-width="640" height="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMphw75lQFN0LfrDXnqsTw8kdV9ZhPoMOcd6fFnS937ri8vVfe_G0MsqAwk9uVCvqGjot0ixW6uO0s4R4D0VFrRg4WGYNkIsLI_opr2TV8LwRsogJ8jNsX3jEyxbyuV56b-s2r/s320/91682524_e75273fe9a_z.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Acabo de leer<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Vista
desde un punto</i>, de Arturo Úslar Pietri, y sentí nostalgia. Hallé ese libro mientras
caminaba por el centro gracias al vicio de recalar en lugares donde puedes olfatear
estantes, encontrar títulos raros y charlar con el librero, experiencia que
procuro repetir los fines de semana.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En esas estaba cuando el ejemplar de Monte
Ávila se me atravesó como si nada. Por setenta centavos -no es broma, setenta
centavos-<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>lo metí en la mochila y me
largué al café de costumbre con el ímpetu hedonista a punto: lanzarme en brazos
de sus páginas, de un buen <i style="mso-bidi-font-style: normal;">cappuccino</i>,
del tabaco y del silencio. Y hay que ver cómo esa señora llamada memoria juega
a placer con nosotros. Lo digo porque la avalancha de imágenes llegó de golpe,
hizo de las suyas, me llevó a otras épocas mientras chapoteaba en la lectura.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Conocí a Úslar siendo un imberbe de ocho o
diez años en aquella Upata ya desdibujada por los años. Narraba, como un
Scherezade de estos tiempos, las mil y una historias que ha sido capaz de
inventarse el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">homo sapiens </i>desde el
período de las cavernas hasta su viaje a las estrellas. En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Valores humanos, </i>programa de televisión emitido por VTV a las once
de la noche que acabó por convertirse en ícono de cultura, buen hacer
televisivo y buena entraña, el maestro disertaba sobre el Renacimiento, las
costumbres medievales, los románticos alemanes o el Holocausto. No sé por qué
diablos me gustaba tanto -el poder encantatorio del escritor hacía trizas
conmigo- pero la verdad es que mi madre, hosca como gata en celo en cuanto a la
hora de irse a la cama, complacía el capricho de estarme despierto un rato más
“únicamente por tratarse de un programa como ése”. Ahora, transcurridos
cuarenta años, tengo a mi lado el libro de don Úslar y lo miro, toco sus hojas,
recuerdo su oficio intelectual y me digo fíjate tú, qué días aquellos, vaya
manera de volver con la imaginación a la Venezuela que dejaste hace más de tres
años. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Úslar Pietri fue el primer ensayista que
leí en su columna <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pizarrón</i>, los
domingos en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Nacional. </i>Tendría yo doce,
máximo trece años. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Kalimán</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Memín Pingüín</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Águila Solitaria</i> y los artículos del caraqueño eran tesoros que
cada siete días esperaba allá en el kiosco de la esquina, a dos cuadras de mi
casa. Siempre me he preguntado qué pude ver en los textos de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pizarrón</i>, qué sirenas alucinantes
vislumbraba en ellos, y como ocurría con la tv, en el universo de su escritura
pienso que terminó por engancharme el talante aventurero, la atmósfera
intrigante de tantos enigmas propuestos en la saga -pues sí, leí a Úslar como
al autor de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El señor de los anillos</i>-,
contaminándome hasta lo indecible, de modo que sus entregas para la prensa siempre
me dejaron con ganas de leer más, resultaron cortísimas, fugaces, poco
espaciosas ante el vasto tamaño de aquel periódico cuyo único interés, para mí,
radicaba en un artículo de opinión. Luego me hallé de frente con sus novelas y
cuentos y años después, ya en la Mérida de mi época universitaria, gocé como
niño con chupete cada vez que el viejo amigo daba una entrevista en ciertos programas
de televisión.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Acabo de leer el libro que hallé en Quito y
aquí está, sobre la mesa del café, entre el humo del tabaco y entre Upata,
Mérida o Caracas. Muchas veces, en vacaciones, de paso por la capital y antes
de continuar al Sur, a casa de mis padres, Caracas supuso uno o dos días de
errancias por el centro en<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>busca de
libros usados, de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">casettes</i> a buenos
precios -descubrí a Bill Evans, a Stan Getz, a Poncho Sánchez-, supuso algunas
cervezas con paisanos que hacían estudios en la Central, en fin, literatura,
música, también cine en el entrañable Ateneo. Ahí, en esa Caracas de los
ochenta, abría de par en par el cofre de los deseos, lleno de miel y de
sorpresas deslumbrantes: libros encontrados como perlas en las profundidades de
algunos tarantines bajo el puente de la avenida Fuerzas Armadas, libros
medianamente asequibles en la Librería Lectura, en Chacaíto, libros escondidos
en los tenderetes<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de algún vendedor
furtivo en pleno bulevar de Sabana Grande y Úslar, de pronto Úslar, puntual al
saltar como conejo en medio de semejantes búsquedas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El otro día, cuando menos lo esperaba, hizo
acto de presencia. No tienes idea, ni puta idea de qué manera esa felicidad
casi olvidada irrumpió tal como ayer. Y yo cumplí, leyendo, y él cumplió, con
el obsequio de delicias hechas páginas. Y la melancolía fue una invitada
inesperada. Y fue, claro, una dama más que bienvenida.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-81263977532312268722020-01-30T10:42:00.002-04:002020-01-30T10:57:57.581-04:00La inteligencia como un dolor de muelas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDrsj2fC7OYGqSdk6yzo6Q4yW7n2J78keAW2xto3APsU3O82L-GIzjs0JYtWEv76dQSMFUYdLVYoTVRzjpE2e17MyOdEo9RclHTNKqdmLJWcijB476snsfiT3OsBk_Q7V4_cKH/s1600/depositphotos_86121648-stock-photo-close-up-of-mixed-breed.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="450" data-original-width="450" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDrsj2fC7OYGqSdk6yzo6Q4yW7n2J78keAW2xto3APsU3O82L-GIzjs0JYtWEv76dQSMFUYdLVYoTVRzjpE2e17MyOdEo9RclHTNKqdmLJWcijB476snsfiT3OsBk_Q7V4_cKH/s320/depositphotos_86121648-stock-photo-close-up-of-mixed-breed.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Enciendes la tele o la radio, te das una
vuelta por la cuadra, escuchas cierto murmullo en la mesa contigua a la que
ocupas y dices hay que ver cómo está el patio. Y el patio, lo descubres cada
vez que pones patitas en la calle, termina siendo músicas a toda pasta,
turistas cámara al pescuezo para la foto de la estatua que aparece en los
folletos y gente con el chicle a punto, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>rascándose
los huevos en cualquier esquina.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Si lo anterior te cubre de cabo
a rabo, suma y sigue. En mis cuentas entra de cajón el tipo que quiere ser
inteligente, para remate no sólo dispuesto a restregarte lo listo que es a
quemarropa sino a mantenerlo desplegado, como un pavo real del intelecto, las
putas veces que se te ponga enfrente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Imagino que cualquiera desea serlo.
Inteligente, digo. Pero una cosa es eso, anhelar cierta condición como algo
natural y necesario y otra la patética intención de hacer ver, de mostrar, de
soplar al cuello de los otros tu talento (real o no), tu capacidad de ser muy pilas (falsa
o verdadera), tu encarnación del lince que todos deben conocer, apreciar,
envidiar en sus fueros más profundos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entonces basta poner un pie en las aceras
para darte de bruces con semejantes personajes. Juro por todos los dioses que
su número es directamente proporcional a la estupidez que hace mella en
nosotros, con la facilidad del cuchillo atravesando la manteca. Frente a tales
fenómenos saco mis pistolas: si el asunto toma el cariz que a todas luces
pulula, pues abajo las neuronas, las circunvoluciones cerebrales, el
coeficiente intelectual y demás pseudoindicadores parecidos. Estos bichos se
metieron entre ceja y ceja que ser inteligente es el numerito que les tocó a
rajatabla en la lotería de las cabezas súper amobladas, de modo que resulta
urgente espantarlos, darles con la punta de la bota en la espinilla, mandar al
diablo tanta <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>pelotudez empaquetada en un
ego como el de Maradona.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Como si ser inteligente fuese el único
horizonte. Como si la inteligencia, esa masa informe, extraña, gelatinosa y
tantas veces esquiva implicara un fin y no apenas el medio. He conocido brutos
redomados sumamente listos y lumbreras andantes, verdaderos asnos por la línea
del medio. Jumentos de pe a pa que los ves y no lo crees. Me saca de las
casillas el cretino que frunce el ceño y se sostiene en ademán de genio el
mentón con la mano izquierda, para soltar con airecillo superior la voz<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>en plan aquí estoy mira qué maravilla y
pretender pontificado neuronal con pies de vidrio o barro. Estamos hasta las
narices de individuos fagocitados por una creencia, la de que son la última
Coca Cola en el erial de nosotros, pobres mentes coloquiales mondas y lirondas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En la panadería están, en las salas de
espera de los hospitales, en el autobús, en la academia, en la reunión de
padres y representantes de tu hijo, en el bar, en el salón de clases, en las
farmacias y también en los burdeles. Como de infecciones parecidas casi que no hay lugar
a salvo decides darte unas vacaciones, alejarte, procurarte la asepsia que
supone el mar, las olas, el cielo estrellado de sus noches. En esas andas
cuando echado en la tumbona miras de reojo el libro que lee un señor gordo a
dos metros de ti: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cómo ser inteligente
en diez lecciones</i>”. Y ahí acaba el asunto. Ahí coges tu cerveza y te largas
en silencio, para no volver jamás.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-9348750227167607282020-01-22T16:16:00.003-04:002020-01-22T16:16:49.667-04:00Yo, el inmigrante<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglRKXw9e7520KFL9vzqnEmMdBxAvHsynxlE1FUQaB5EsUZU2EmV6_D6ov4Io-eP9EvMiaS8V0pitHej5WQEIWt68pbQRNuM0EiVx_HkYZeX9v2oCFrAv05d7dUc5788yFQowJB/s1600/maleta-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="280" data-original-width="560" height="160" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglRKXw9e7520KFL9vzqnEmMdBxAvHsynxlE1FUQaB5EsUZU2EmV6_D6ov4Io-eP9EvMiaS8V0pitHej5WQEIWt68pbQRNuM0EiVx_HkYZeX9v2oCFrAv05d7dUc5788yFQowJB/s320/maleta-1.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De alguna manera todos somos de todas
partes así que nadie, de entrada, es originario de un único lugar. Semejante
afirmación guarda bastante lógica pues a estas alturas hablar de pureza
cultural, racial o cosa parecida es un disparate por donde lo mires. Cada quien
crea sus afectos, construye un sentido de pertenencia, echa en la memoria la
fascinación, alegrías, frustraciones y anhelos vinculados al sitio que le tocó
vivir, pero en el fondo nos traviesa la condición múltiple de llevar en las
alforjas esa transhumancia de quienes vinieron antes.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mi padre es el ejemplo más próximo que
tengo al respecto. Llegó a Venezuela embadurnado de juventud y ahí labró sus
días como extranjero que de a poco fue ganándose un lugar en la geografía que
le sirvió de asiento. Hizo amigos, apreció y se sintió apreciado en aquel
presente no exento de incertidumbres y erigió un futuro con las manos. Formó
una familia, trabajó, soñó, murió años después en la Upata que se le incrustó
como una estaca de vida en pleno corazón. Jamás hubo en él partición alguna en
cuanto a su espacio existencial: era un francés venezolano y un venezolano
francés. Así, sin más contradicciones, sin otros efectos mutuamente
excluyentes.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Nunca imaginé que me tocaría ir tras sus
pasos. Mientras estuve en Venezuela juraba alejarme de ella sólo por períodos
muy cortos. Unas vacaciones, un viaje debido a razones académicas, cierto
traslado por motivos diversos pero con el punto de fuga anclado en mi zona de
confort, no otra que esa donde coseché familia, amigos, sudores, proyectos, en
fin, el día a día como invención y experiencia constitutiva.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pero ya sabes, el mundo es como es así que
llegó el momento de partir. Lo que no sorprende a nadie ya: el país como espejo
hecho pedazos; los hijos, que merecen un futuro cuya concreción estás cuando
menos obligado a despejar; tú mismo, porque vivir supone esforzarte, quebrarte
el lomo aquí o allá, darte de bruces con los fantasmas que te persiguen e
intentar domarlos en función del horizonte que te habías metido entre ceja y
ceja. De tal manera que irrumpe de pronto, como aguacero en el trópico, la
palabra exilio. Uno autoimpuesto, abrazado a tu respiración, a cada minuto de
tus días.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Llevo más de tres años en Quito, ciudad que
a decir verdad me atrapó a primera vista. Debo aclarar que soy un hombre con
suerte, he escrito en otra parte que mi estadía en la Mérida venezolana durante
mis años universitarios hizo lo suyo: al llegar aquí noté un no sé qué, cierta
familiaridad que me arrojó otra vez a aquellos tiempos idos. Me los devolvió
cubiertos de nostalgias, lo que supuso el primer paso de un encuentro menos
duro con la nueva realidad. Después, tengo la impresión de que sucedió a la
inversa: por razones que ignoro le caí bien a esta ciudad cargada de tanto por
reconocer, de interrogantes y de frío y bueno, hay que celebrar que nos
llevamos de puta madre hasta el presente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Decía arriba que jamás pasó por mis
circunvoluciones cerebrales moverme de Venezuela, instalarme en otras latitudes.
Eso que llaman venezolanidad, cosa que ignoro desde el intelecto pero que soy
capaz de percibir, de asimilar con los poros, la adrenalina, el subconsciente o
como diablos se diga, estuvo arraigada en mí hasta la médula. Emigrar era un
verbo carente del cemento necesario para atarme siquiera a una posibilidad.
Pero aquí estoy, hecho caldo de cultivo, magma con fondo de Ciudad Guayana, de Upata,
de los Llanos o de Mérida entremezclado con una tierra extraña que también ahora
conforma al hombre que voy siendo. Entonces recuerdo a mi padre y sonrío, lo
comprendo mejor, lo conozco más que ayer, sé qué le cruzaba el alma al recordar
historias de su infancia, lugares cotidianos de su juventud, la vida como
abanico de momentos aceptados, incorporados, novedosos en función de realidades
que llegan, que abarcan y asfixian y oxigenan luego, por fin hechas suyas sin
que se contradigan o repelen. También soy un inmigrante en la ciudad de Quito,
amalgama entre el país que traigo en las espaldas y éste que me recibe y me
deja ser y me permite. Toda una experiencia que jamás busqué. Todo un entramado
que enriquece.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-26286901765779102352020-01-08T17:14:00.001-04:002020-01-08T17:14:14.375-04:00La punta de la nariz para los lentes<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9iIqUKmJnrpQryXpHBdOQCfETUmGxopQTN7Yx5PP0QDSPtI06VSUiT9BZFeCBXKMUUBXBHyU4GbVkoWkLcLn1at65Ua6n3DZgLr-c562S0aYXpPh8UdhqyW2j70akcevaG8hR/s1600/tvorchestvo-i-biografiya-asadova-eduarda_6.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="468" data-original-width="700" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9iIqUKmJnrpQryXpHBdOQCfETUmGxopQTN7Yx5PP0QDSPtI06VSUiT9BZFeCBXKMUUBXBHyU4GbVkoWkLcLn1at65Ua6n3DZgLr-c562S0aYXpPh8UdhqyW2j70akcevaG8hR/s320/tvorchestvo-i-biografiya-asadova-eduarda_6.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De niño me causaba gracia la costumbre de
ciertos señores: llevar lentes sobre la punta, a un milímetro de ese abismo que
aparece enfrente cuando casi se acaba la nariz. Si me lo pidieras no podría
explicar las causas, pero sí te puedo asegurar que semejante escena era tan
risible como cualquiera de Chaplin protagonizando sus entuertos. Los anteojos
en la punta de cualquier nariz colaban la idea de trozo de acetato en plena
proyección, es decir, pedazo de cine metido en la vida real, en tu rutina
cotidiana.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hoy, ya pasadas las lunas de rigor,
instalada la presbicia como vieja desdentada para nublarte los ojos, llevo el
estuche con mis lentes en el bolsillo de más de una camisa. Me gusta leer artículos,
novelas, ensayos y textos de mil pelajes que se publican en las redes. Gozo al
hacerlo, soy un hedonista en eso de buscar libros, probarlos, degustarlos como
a un vino viejo, sorbo a sorbo -o trozo a trozo, ve tú a saber qué palabra
utilizar aquí- de modo que no pierdo el chance de lanzarme de cabeza sobre
algún café que aparezca en el camino cuando menos dos veces por semana. En
tales paraísos enciendo la pipa, pido un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">macchiato</i>,
me enredo entre páginas escritas, veo pasar la vida alrededor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y entonces los lentes. Mis gafas, especie
de duendes que obran el milagro de dejarte coger letras y palabras por los
cuernos hasta hacerlas otra vez visibles, mágicamente apreciables a través de los
cristales ubicados sobre la punta lejana de tu respingada nariz. Horror, claro.
El niño que fui me mira de reojo y le crujen las mandíbulas, ríe como hiena
frente a mí. Yo encojo los hombros, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>con
indiferencia frunzo el ceño, sigo en mis trece, continúo haciendo lo que hago.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Quién lo iba a decir. Mencioné antes que me
gusta ver pasar la vida alrededor, de vez en cuando alzar la vista del libro
que devoro en este café sobrado de transeúntes y para ello mis anteojos son
cómplices perfectos: en la punta de la nariz hacen de la historia libresca que
sostengo entre manos un plasma de cien pulgadas en tecnicolor. Para remate, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>como si lo anterior fuese poco, cada tanto permiten
un chapuzón en las aguas del contexto. Unos lentes ahí, justo por estar en la mera
punta del órgano nasal posibilitan tal hazaña: leer lo que tienes a <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>treinta centímetros del rostro y si te da la
gana, apenas con levantar los ojos por encima de los vidrios, definir con
claridad a la dama que camina al otro lado de la calle.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El niño que fui no deja de observarme. Pegado
a la mesa, con pantalones cortos y franela de Brasil en el mundial ochenta y
dos el muy cabrón sonríe mientras lo pícaro se le sale por los poros. Soy
Charles Chaplin en mitad de sus enredos, soy uno de Los Tres Chiflados sentado
en esta silla de café, soy Cantinflas en la escena que prefieras. Tengo doce
años, me río de mí, hoy tan cómico, tan patéticamente domeñado, tan señor mayor
con estos lentes de pasta verde en plena punta de una nariz que nunca jamás iba
a saber de ellos. Entonces le devuelvo la mirada, el hombre que voy siendo fija
los ojos en el muchacho que ríe ahora con más ganas y con las pupilas convertidas
en puñal lo increpo, indago, pregunto qué ha sido de él, por qué ha vuelto de
pronto, qué razones existieron para haberse largado del modo en que lo hizo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Como no hay respuestas -sólo carcajadas de
lo más hirientes- me hago de la vista gorda. Regreso mi interés a “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lo que fue presente</i>”, diario de Héctor
Abad Faciolince para notar de inmediato que el título es mucho más que un
título. En la página ciento veintidós leo: “Aquí todo lo feo recobra sus
derechos porque mira lo hermoso con la frente alta. Y lo hermoso se ríe para
hermosear, sin compasión, a lo feo”. Menuda explicación, vaya manera de ponerme
frente a mí en este café de una ciudad que ahora es hogar, exilio, ruta que
apunta a nuevas perspectivas. Quién lo hubiera imaginado.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-15524891489364700672019-12-14T13:56:00.000-04:002019-12-14T13:56:21.366-04:00Un clásico<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjv1XpTTiZFU5wZ8pK10RraBuD4XV2-mQSBZ-heCRnjPFKB5qALBHTl9o_YhC9-YAxZz_U5uYyaKiJJM3c_t3pmwiyO4Scy3715FtRQc2XTXRvqxPL2UZJsoKqejsZndd6hSug5/s1600/15387394278205.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="494" data-original-width="660" height="239" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjv1XpTTiZFU5wZ8pK10RraBuD4XV2-mQSBZ-heCRnjPFKB5qALBHTl9o_YhC9-YAxZz_U5uYyaKiJJM3c_t3pmwiyO4Scy3715FtRQc2XTXRvqxPL2UZJsoKqejsZndd6hSug5/s320/15387394278205.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="background: rgb(249, 249, 249); border: 0px; color: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-color, var(--yt-spec-text-primary)); font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-weight: 400; line-height: 2.4rem; margin: 0px; max-height: 4.8rem; overflow: hidden; padding: 0px; text-shadow: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-text-shadow, none); transform: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-transform, none);">
<yt-formatted-string class="style-scope ytd-video-primary-info-renderer" force-default-style="" style="word-break: break-word;"><span style="font-size: x-small;">Rod Stewart - <i>Have yourself a merry little Christmas</i></span></yt-formatted-string></div>
<div style="background: rgb(249, 249, 249); border: 0px; color: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-color, var(--yt-spec-text-primary)); font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-weight: 400; line-height: 2.4rem; margin: 0px; max-height: 4.8rem; overflow: hidden; padding: 0px; text-shadow: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-text-shadow, none); transform: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-transform, none);">
<yt-formatted-string class="style-scope ytd-video-primary-info-renderer" force-default-style="" style="word-break: break-word;">Me gusta diciembre, un mes lleno de reconciliación, recuerdos, renovaciones... Feliz Navidad!</yt-formatted-string></div>
<div style="background: rgb(249, 249, 249); border: 0px; color: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-color, var(--yt-spec-text-primary)); font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-weight: 400; line-height: 2.4rem; margin: 0px; max-height: 4.8rem; overflow: hidden; padding: 0px; text-shadow: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-text-shadow, none); transform: var(--ytd-video-primary-info-renderer-title-transform, none);">
<yt-formatted-string class="style-scope ytd-video-primary-info-renderer" force-default-style="" style="word-break: break-word;">El link: </yt-formatted-string><a href="https://www.youtube.com/watch?v=g_Oag2mQpVQ" style="background-color: transparent;">https://www.youtube.com/watch?v=g_Oag2mQpVQ</a></div>
roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-30725659957682849872019-12-13T09:00:00.001-04:002019-12-13T09:00:41.377-04:00Ella fuma en el café<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEid1u85eJ3HlBBE_5KJFd2Shrv1peNtdLMVcijNt-gMZSilWeoesJ6kIGAYh-0_FndLV7oBMjQIDdfhMgdV5TzyxxOE1In4CekMjHqez_N7M9Pbf6VMT7ZknVC08OULyWfV0Obs/s1600/xx-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="672" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEid1u85eJ3HlBBE_5KJFd2Shrv1peNtdLMVcijNt-gMZSilWeoesJ6kIGAYh-0_FndLV7oBMjQIDdfhMgdV5TzyxxOE1In4CekMjHqez_N7M9Pbf6VMT7ZknVC08OULyWfV0Obs/s320/xx-1.jpg" width="215" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La mesa de un café es trinchera y atalaya,
es el lugar cuyo punto de fuga supone eso que me dedico a cultivar mientras
enciendo un tabaco, pido agua mineral y dispongo taza humeante y libro listos
para la batalla.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Nada como leer en estos sitios que
considero divanes, camillas para la contemplación en pleno bullicio cotidiano.
La mesa de un café suscribe el raro hecho de albergarme en sus entrañas y
producir cierto efecto que de otras maneras cuesta mucho más hallar: siento paz
en medio de la calle, olvido tensiones y otras piedras en zapatos, escribo con
placer redoblado, leo<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>-devoro- páginas y
páginas como si estuviera en casa y de cuando en cuando alzo la vista para ver
pasar la vida alrededor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En esas estaba la otra tarde cuando noté
que venía cerca. Falda corta, blusa muy ceñida al cuerpo, medias negras,
zapatillas altas. Todo un clásico, pensé de inmediato. Marqué con el dedo
índice la página setenta y tres del libro de Chocrón que encontré hace poco en una
librería de viejo y continué observando. Cuarenta y tantos, susurré en voz
baja, a lo mejor ejecutiva en una empresa de las inmediaciones, poco
maquillaje, bolso pequeño -a juego con la minifalda-, cabello recogido. Me
llamó la atención, para qué voy a negarlo, semejante andar, semejante paso de
pantera, y lo que es peor,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>el sólido
tum-tum de sus caderas que en el arrebato pasaron a dos metros de mí sacándome
la lengua.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Laura, quizás se llame Laura. Toma asiento
dos mesas más allá, deja la cartera sobre una de las tres sillas vacías luego
de haber sacado un cigarrillo, cruza una pierna, vuelve otra vez al bolso,
hurga, coge un encendedor, cierra. La mesa en la que estoy hace las veces de
platea y mi asiento se transforma en butaca de un cine cualquiera. Entonces me
acomodo, doy una chupada al Partagás que había olvidado sobre el cenicero y ahí
está de nuevo, Laura con el rostro semiiluminado mientras enciende el
cigarrillo, mientras baja la pierna y sobre ella cruza la otra, mientras el
humo crea una nube azul que combina con los flecos blancos de su blusa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tiene unas piernas que para qué te cuento y
para más señas tiene unas tetas de infarto. Al cruzarlas deja ver la piel sin
marcas, lisa como espejo que destella gracias a la luz del sol que<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>acaricia sin obstáculos. Rodillas, muslos, y
más allá el ámbito oculto que puedo imaginar sin demasiadas complicaciones:
bikini diminuto -también negro-, sedas, encajes, transparencias.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En mi butaca contemplo el paisaje y nada,
parece que no pasa nada en esta puesta en escena que ocurre sin razones ni por
qués, echada en brazos de la casualidad. Laura fuma, no como Sharon Stone en
aquella imagen memorable de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Bajos
instintos</i> sino como Laura, como ella, nada más que ella aquí y ahora en
este café saturado<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de erotismo. El aire
es una baba, la temperatura una masa pegajosa, el atardecer especie de quietud
con gemidos y jadeos inocultables. Cambia de posición, se acomoda sobre el
asiento, su falda empequeñece debido a tales contorsiones. El nylon repite su
brillo por un golpe certero de luz y casi puedo ver el fin de las medias
rematadas en ligas con bordados y arabescos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pide un café o un jugo o qué sé yo y
espera. Espera como si fuese el personaje de Beckett soñando con Godot. Fuma,
goza en el acto de fumar, aprieta con los labios el filtro de su cigarrillo que
a estas alturas es una colilla casi fláccida empapada de<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> rouge</i>. Respira hondo mientras continúa su espera. Vuelve a la
carga, lo acerca con lentitud, lo lleva otra vez a los labios y en una chupada larga
y lenta da la impresión de engullir el mundo por completo. Una explosión, toda
la carga acumulada revienta sostenida por su mano izquierda en la boca, en los
labios, en la cara a borbotones, a humaradas, a interminable fuego lento. Fuma,
y el humo continúa bañándola de nubes, cubriéndola en torrentes.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Termina su taza y deja unas monedas al lado.
Se limpia con la servilleta, elimina restos de café sobre la comisura de los
labios. Ya no cruza las piernas y en fracciones de segundo se arregla la falda,
la estira de modo que atraviese esa frontera de la mitad de los muslos hacia
abajo. Toma el labial de la cartera, se retoca.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entonces se levanta, camina despacio, pasa
por mi lado y me observa de reojo como quien mira a un bicho raro. Continúa su
caminata mientras al fondo, en la pantalla, puedo leer<i style="mso-bidi-font-style: normal;">: The End</i>.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-64887461946758886782019-11-29T16:40:00.003-04:002019-11-29T16:40:44.041-04:00La ceniza del cigarro<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu21gQFGDRl9w3pGOlyHDi2HehRMTV1Ym8U4aBDWWTKp9UAumhtSGTvj4TOKvTPgryPJ23bmCHX4IsDWVDtmJCSOveJHGSUGly0f7hvLUL3XFPjAipUMydo-r806Pm9K1K09ex/s1600/2458582-filthy-h%25C3%25A1bito-concepto-y-estilo-de-vida-con-cigarrillo-cenicero-sucio-y-mesa-caf%25C3%25A9-y-art%25C3%25ADculos-conexos-.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="870" data-original-width="1300" height="214" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu21gQFGDRl9w3pGOlyHDi2HehRMTV1Ym8U4aBDWWTKp9UAumhtSGTvj4TOKvTPgryPJ23bmCHX4IsDWVDtmJCSOveJHGSUGly0f7hvLUL3XFPjAipUMydo-r806Pm9K1K09ex/s320/2458582-filthy-h%25C3%25A1bito-concepto-y-estilo-de-vida-con-cigarrillo-cenicero-sucio-y-mesa-caf%25C3%25A9-y-art%25C3%25ADculos-conexos-.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hay cosas que aún después de acabarse
expresan mucho. La ceniza del cigarro es una de ellas, en principio porque toda
ceniza lleva adentro cierta presencia evocadora capaz de sugerir, de guiñarte
un ojo, de decir a su real gana mil y un asuntos pues carga en las espaldas
todo de cuanto ha sido testigo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Me pongo a contemplar un cigarro reducido a
la mitad. Reposa al borde de un pequeño recipiente que está sobre la mesa,
adosado a una columna de ceniza que no se desprendió. Ahí se muestra
semidesnudo algún pedazo de historia, cabe en ella la punta de un témpano en
cuyas profundidades júralo que palpitó la vida, reverberaron los sueños, se
agitaron esperanzas. La ceniza de un cigarro, como libro abierto, da cuenta de
ese espacio lleno de sístoles y diástoles que existió a su antojo mientras no
ardió el fósforo que acabó con todo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>¿Qué carga en la memoria el cadáver de un
Marlboro? ¿De qué será testigo ese Gitane consumado? ¿Qué puede contarte un L&M
hecho añicos? El cigarrillo luego de almorzar, el cigarrillo para coronar
orgasmos memorables, el cigarrillo a lo Bogart mientras Sam Spade charla muy
muy de cerca con Ruth Wonderly, el cigarrillo que fumó Sharon Stone cruzando
esas piernazas en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Bajos instintos</i>, el
último cigarrillo que Julio Cortázar se llevó a los labios cuando escribía <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rayuela</i>, el cigarrillo como personaje en
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sólo para fumadores</i> -obra maestra de
Ramón Ribeyro-, el cigarrillo en aquella foto de Albert Camus, el cigarrillo
compañía de un escritor junto al sonido de las teclas, el cigarrillo que
enciendes echándote en brazos del simple placer, el cigarrillo y el café en una
canción del grupo Guaco, el cigarrillo que cuelga de los labios del soldado
viendo llover bombas tirado en su trinchera, el cigarrillo lleno aún de rojo carmesí
aplastado contra el cenicero, el cigarrillo que ansías para soportar mejor la
espera. Entonces observo la ceniza de lo que parece un Lucky Strike
desvencijado y digo hay que ver, imagina un poco la de cuentos, la de chismes,
la de escenas normalitas o no, reprochables o no, eróticas o no, y supón que
por un mínimo instante puedes entrever lo que hubo antes, la carga de memoria y
de sentido que guarda en las entrañas ese cúmulo de nada y todo que implica la
ceniza de un Camel. Lo que soy yo, respeto y reverencio tantas colillas
arrojadas al suelo, tantas echadas a los contenedores cuyos secretos
propiciarían escándalos sin parangón, historias de porno para arriba, sádico voyeurismo
que en algún momento ha tocado la existencia sin importar horas ni lugares.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En el cuerpo semicalcinado de un cigarro
las cenizas guardan el alcohol de mareos y borracheras. Por eso digo que me da
por preguntarles, mirarlos de frente, increparlos hasta acariciar respuestas
para enigmas insondables. Dime tú si no: entras a esa habitación, contemplas
sábanas, mesa de noche, cortinaje, respiras el aire de un hotel que no está mal
y ahí, resquebrajando la asepsia que te envuelve, descubres el pequeño
cenicero, el cigarrillo truncado a medio fumar. Entonces, un poco más allá, ves
otro con<i> rouge</i> intenso sobre el filtro. Luego piensas: menudo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">perfomance</i>, qué batalla campal en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">king size</i>. Después guardas las maletas,
te echas sobre la cama, cierras los ojos, duermes. Y al amanecer el día
transcurre como si nada.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-22593350970430619452019-11-21T08:12:00.001-04:002019-11-21T08:12:13.202-04:00Cortázar en gotas, Thomas Mann, ungüento<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7iaX5t-_ZtIWssdlf8BfmqJmFqfc_dGy5B4yIyHeE6izDlzpMcwWnmUWyASJ-MZ1yHIbHOZwdpPX1dnxqfDQblk2aZWvPolVhCq2EKu3_eEuDy5GCKFzWsfgcR82B-z6CIrDR/s1600/CHN8ofeWQAI6PGF.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="551" data-original-width="454" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7iaX5t-_ZtIWssdlf8BfmqJmFqfc_dGy5B4yIyHeE6izDlzpMcwWnmUWyASJ-MZ1yHIbHOZwdpPX1dnxqfDQblk2aZWvPolVhCq2EKu3_eEuDy5GCKFzWsfgcR82B-z6CIrDR/s320/CHN8ofeWQAI6PGF.jpg" width="263" /></a></div>
<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Josefo Pérez Papadopoulos,
amigo y colega de la universidad, es un apasionado de la antropología. Por
serlo, anda averiguando ciertas relaciones entre la medicina tradicional y la
indígena, lo cual hoy por hoy hace de él un experto en tales lides. Si tienes
un mal que te impide vivir como deseas, mi amigo tendrá al pelo sugerencias
prácticas, ancestrales por decir lo menos, que acabarán con el problema. Créeme
que saldrás renovado, lleno de energías repotenciadas, como liebre saltarina
lista para continuar en este valle de lágrimas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cada vez que podemos compartimos charla
entremezclada con café, y también créeme que de sólo atender a cuanto manifiesta
he experimentado mejoría en todo nivel. Soy más perspicaz, menos enfermizo,
mucho más apto para la felicidad, cuestión directamente proporcional al
objetivo que, en el fondo, siempre perseguí en el plano del vivir.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pues nada, que un descreído como yo terminó
por introducir en primer lugar los pies, luego las piernas y por último el
cuerpo todo en las aguas sanadoras que hasta hace meses tenía puta idea de que
existieran. Dime tú si no: de lo humano descubrí que poco me es ajeno,
corroborado de pe a pa en función de la experiencia que me engulle.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La experiencia que me engulle, claro, ha
desplegado sus alas, va siendo una que jamás supuse para mí. Entonces eureka,
de a ratos desato las amarras y aquí voy, cogiendo impulso gracias a extrañas
brazadas, a inconcebibles movimientos, a trampolines que fabrico a punta de
uñas, dientes, manotazos y sinuosidades de todos los pelajes. Hoy en día he
creado un sistema propio, una terapia individual sustentada en búsquedas no sé
si valoradas por otros en el pasado, por ti o por aquél en el afán de hacerle
morisquetas a la adversidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Me explico: la literatura también hace de
las suyas, más allá del arte y por encima de metáforas, estilos o estéticas de
cualquier índole, de modo que ya no voy al médico ni tomo aspirinas o
antibióticos como solía hacerlo tiempo atrás. Me explico aún más: puedo decir
que he dado en el clavo a propósito del hecho literario, que descubrí, pongo
por caso, que para malestares respiratorios Thomas Mann es especial. “La
montaña mágica” funciona no sólo como expectorante sino que hace las veces de
caldo puesto a punto para inhalaciones. Despeja, afloja el pecho,
descongestiona, limpia a fondo los pulmones. Cógela y lee, haz el intento, practícalo
y después me cuentas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Para dolores musculares los cuentos de
Fernando Iwasaki. Para la obesidad, “Un artista del hambre”, del gran Kafka. Si
lo tuyo son jaquecas o migrañas el remedio es “Cefalea”, que Cortázar escribió
quizás para exorcizar tamaños malestares. Hago aquí un inciso y, ahora que lo
pienso, buena parte del misterio de la creación, de las novelas, cuentos o
poemas, sé que está más que vinculada con indagaciones para nada relativas a lo
estrictamente literario. Ja, quién lo hubiera dicho, es que quién lo hubiera
sospechado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cuando hay pérdida del apetito hallé luego de
mucho escudriñar la solución: seis páginas diarias -no más, para evitar
indigestión- de “La gente feliz lee y toma café”, cuya autora es Agnés
Martin-Lugard, y si hay complicaciones artríticas las novelas de Heinrich Böll
o los libros de Iván Égüez resultan una maravilla -el por qué de esta dupla no
me lo preguntes. Ignoro razones específicas-. Hasta aquí y únicamente por ahora
los descubrimientos, mis encontronazos terapéuticos con letras, párrafos, capítulos
cuyos recovecos sanitarios he probado una y mil veces. Sé que no son bastantes
pero ten por seguro que su cortedad no supone falencias en cuanto al hecho que
nos interesa: mandar al cuerno los males referidos. Mientras, trabajo, indago,
continúo en mis trece. Ya verá Papadopoulos cómo le planto este hallazgo
diferente. Por lo pronto aquí lo dejo para ustedes.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36837021.post-83576416277458539872019-11-14T10:52:00.002-04:002019-11-14T10:52:40.963-04:00Mi amigo y yo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZbmDJCM5clJPPYiSoq8hvxUuqb0LrZJpHreBQjP-SY2cecLP5b0CdsQqgBwXzv4hX6woLg70nBtEsqD2Odtc1vLTbgI5qy1LU3-vGDRHDPrEalUEz0yimfx9_8gEas7c5kwEP/s1600/F100010377.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="628" data-original-width="900" height="222" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZbmDJCM5clJPPYiSoq8hvxUuqb0LrZJpHreBQjP-SY2cecLP5b0CdsQqgBwXzv4hX6woLg70nBtEsqD2Odtc1vLTbgI5qy1LU3-vGDRHDPrEalUEz0yimfx9_8gEas7c5kwEP/s320/F100010377.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La amistad tiene sus cosas raras. Hay gente
a la que frecuento a diario y dista de ser cofrade, y están los que veo poco,
incluso demasiado poco, pero son amigos entrañables.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tampoco es que haya muchos. Un tipo con
tantas amistades como estrellas en el cielo confieso que me pone los pelos de
punta: o es un mentecato o un vulgar estafador, y de semejantes personajes
aprendí a cuidarme desde hace bastante. En fin, que un amigo viene siendo
aquello que lleva en las alforjas eso que también tú portas en las tuyas,
porque ambos saben que cuando se cuecen las habas se erigen asimismo los
afectos, y las habas se cuecen a fuego lento entre actos cómplices, fidelidades
e intereses más o menos comunes a propósito de lo labrado. Lo labrado, aquí,
implica brazos abiertos, manos estrechadas, señas, comprensiones mutuas,
patadas en la ingle a tiempos y lugares.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tengo amigos que no veo desde hace una
punta de años. La última vez que estuvimos juntos, libando unas cervezas y
dándole a la lengua como si conversar fuera la actividad que más nos humaniza,
fue tan fluido y simple que nos parecía que a la mañana siguiente todos
coincidiríamos en la oficina, como si viviéramos en esta ciudad y fuésemos alegres
compañeros de trabajo. Por mucho tiempo que transcurra, por bastante geografía
que se atraviese en medio, cuando nos encontramos las cosas discurren tocadas
por aguas jabonosas y apenas sentimos que ese señor llamado cronos ha pasado, que
ha lanzado sus escupitajos sobre nosotros, y entonces seguimos la charla,
destrozamos temas, acuchillamos razones, obviamos excusas y vacíos, dándole luz
verde a aquella discusión suspendida al amanecer de un pasado añoso porque se
iba haciendo hora de largarse al aeropuerto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Para mis amigos -y clarines que para mí
también- un viernes, pongo por caso, es día del almanaque al que llegamos y un
abrazo, cubitos de hielo, whisky clink clink, brindo por ti, por tus hijos, ¿cómo
ha estado tu madre?, y ese encuentro, repito, es la extensión de uno anterior
ocurrido dos, tres, cinco años atrás pero qué diablos importa porque el gran
secreto es que somos jodidamente amigos, jodidamente entrañables, y el secreto
viene aparejado con la llave maestra que abre los candados y te arroja al fondo
del aquí, todo a punto en el ahora que es ese viernes cualquiera de dos mil
ocho, dos mil dieciséis, diecisiete o diecinueve.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Creo que en el fondo la amistad lleva
consigo una sensación de pertenencia -más bien una seguridad- que al ser
compartida tiende puentes de acero inoxidable. La amistad deviene así en punto en
común muy duro de fraguar. En estos días leía algo de Borges y me enteré de que
en cierta ocasión se le ocurrió afirmar que la amistad no requiere de frecuencia,
a diferencia del amor entre parejas que la exige so pena de que el asunto acabe
con las patas para arriba. Por eso a Bioy Casares, su amigo del alma, se le
olvidó participarle de su boda. Yo lo entiendo, claro, y me atrevo a decir más:
si un amigo es un amigo, verlo todos los días carece de importancia. Mi amigo
lo es<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>por la razón compleja de que
atamos cabos por debajo de la mesa, al punto de que tal cuestión permite
obsequiarle un manotazo al mapa y echar los relojes a los siete mares.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mis amigos lo saben, firman y confirman al
pelo lo anterior,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>así que palabras como
las que llevo escritas han calado en sus certezas. Lo otro -coincidir a cada
rato, coger el teléfono para charlar a diario- resulta el acto políticamente
correcto que, estoy seguro, terminamos detestando. Celebro que en mi caso no
sea así. Ni en el de ellos.<o:p></o:p></div>
<br />roger vilainhttp://www.blogger.com/profile/05851878598715326845noreply@blogger.com0