
Y es que, la verdad, a la hora de tomar asiento para elaborar mis rasguños tipográficos, comencé a preguntarme por la identidad implícita de esa cosa en la que aparecería mi artículo, es decir, me aguijoneó la incertidumbre acerca de lo que la gente entiende por publicaciones de esa naturaleza. Empecé, claro, por tratar de comprender el sentido que el término cultura cobra en la masa encefálica y en la boca de ciertos personajes. Supuse entonces que para muchos se presenta sumergido en líquidos desinfectantes, por aquello de la higiene y la apariencia, no fuese a ocurrir que de un momento a otro a alguien le diera por asociar la palabrita con otros quehaceres, sencillos e inferiores quehaceres, más culturosos, quizás, que culturales, lo cual para nada es la idea cuando de acartonamientos y ropaje almidonado se trata.(Cartones y almidones, sí. Ésos son los materiales con que la idea de cultura está fraguada para algunos).
Cuando aquel señor pidió mi participación en lo que próximamente sacaría a la luz, ¿qué querría decir al colgarle ese adjetivo a su revista? ¿Acaso que le echara jabón al lenguaje para limpiarlo de toxinas poco culturales? ¿qué apelara a temas “serios”, únicos dignos de ocupar algún lugar en la restringida consideración de lo que para él es o no “cultura”?, vaya usted a saber. Lo cierto es que van siendo bastantes los que igualan tal palabra a la asepsia de un quirófano, hecho que a mi juicio equivale a peligro de maniqueísmo, a idea de grilletes y mazmorra para algún pobre coño o puta o carajo, asunto siempre vivo en puristas de todos los pelajes, y por cierto muy de moda casi siempre.
En cuanto a mí, asumo la cuestión de manera por completo diferente. Entiendo, por ejemplo, que la revista "Imagen", "Letras Libres" o "Qué Leer" no son más culturales que "Feriado", "Zeta", "Estampas" o la chismosa "Vanidades". En ellas cabe completica una manera de entender y de escrutar el mundo, y ahí se reflejan ciertos modos, afloran haciéndose visibles ciertas puntas de hilos que nos muestran en nuestra pura condición de Homo Sapiens y que pudiéramos tomar hasta llegar quién quita al mismo ovillo, si abrimos bien los ojos. Es posible hablar de cultura occidental, de cultura democrática, de cultura popular y hasta de cultura adeca, otra vez adjetivando con explosivos la palabra, pero de ahí a la bendita “revista cultural”, frase tautológica por donde se mire, hay un limbo que no logro franquear.
Me dispuse entonces a escribir (y lo hice), sólo que mi entrega se ubicó a años luz de todo cuanto añoraba mi decepecionado peticionario. No más al leer “Estrategias infalibles para papar moscas en la calle”, simple reflexión que intenté desarrollar acerca del ocio en el siglo que pasó, con cara de terror el individuo dobló en cuatro las cuartillas, se rió como cumpliendo un rito obligatorio, y salió en carrera para no dejarse ver jamás. Supongo que mi escrito no cabía en el serísimo volumen que publicaría aquel hombre.
En fin, ¿qué diablos podrá ser, dígamelo de una vez si usted lo sabe, una revista cultural?.