9/11/2015

Uno y sus circunstancias

Un querido amigo, Mariano Nava Contreras (a la izquierda), ha escrito hoy para El Universal  un artículo hermoso y relevante. Lo copio aquí para ustedes.


    Recuerdo la primera vez que me invitaron a dar clase en la Universidad Complutense de Madrid. Fue hace ya unos cuantos años. Mi querido amigo Felipe González Muñoz, catedrático de griego de esa Universidad, me invitó a hablarles a sus alumnos de un tema que me ha apasionado desde siempre y que he estudiado bastante. Me dio la oportunidad de hablar de la tradición clásica en el pensamiento de la Independencia venezolana, es decir, de cómo la lectura de los clásicos griegos y latinos influyó en las ideas políticas de nuestros Libertadores.
    Recuerdo la impresión que tuve al llegar a la Universidad. El aula estaba en los primeros pisos del viejo edificio de la Facultad de Filología en Ciudad Universitaria. Me impresionó ver en el vestíbulo un gran panel de mármol negro con los nombres de los estudiantes caídos en la Guerra Civil defendiendo su Universidad. Ya en el aula, un amplio ventanal dejaba ver bajo un cielo azulísimo la Sierra de Guadarrama con las últimas nieves de la primavera madrileña. Más acá verdeaban los bosques de La Moncloa, escenario de tantos combates hace menos de ocho décadas. Dicen que aún es posible caminar entre los árboles y encontrar cascos de balas. Los alumnos aguardaban la llegada del "profesor venezolano", venido de un país que remotamente les sonaba por ser productor de petróleo y de las mujeres más bellas. Mi amigo me presentó con el protocolo usual, exagerando un poco mis méritos académicos, como debe ser. Después, antes de alejarse, se acercó a mi oído y me susurró: "Estás dando clase en el aula donde daba Ortega y Gasset. Dicen que aquí se le ocurrió lo del hombre y sus circunstancias". No tengo que explicar mi estupor y lo que me costó concentrarme para dar mi clase. Cuando terminé, me le acerqué y le reclamé con cariño: "no me lo vuelvas a hacer".
    José Ortega y Gasset es uno de mis héroes filosóficos y autor de uno de los primeros libros de filosofía que leí allá por mi lejana adolescencia, La rebelión de las masas. Recuerdo que fue el primer número de una magnífica colección quincenal llamada "La Historia del Pensamiento", que compraba yo puntualmente en los quioscos de revista por la exorbitante suma de treinta y cinco bolívares, apartados de los cincuenta semanales que me daba mi padre para la merienda en el colegio. La rebelión de las masas es uno de los libros más incomprendidos del siglo XX y por supuesto yo tampoco entendí mucho aquella vez, pero de su lectura me quedó una enseñanza esencial: que el pensador, el humanista, tiene ante todo un compromiso con el aquí y el ahora. Que todo humanista tiene la responsabilidad fundamental de ejercer el pensamiento crítico con respecto del mundo y la sociedad que le rodea.
    José Ortega y Gasset fue uno de esos pensadores valientes que se atrevieron a revisar profundamente su tiempo y su entorno, así no le gustara a algunos. Fue además un excelente ensayista, escritor capaz de elevar con sencillez la prosa castellana a la altura de sus ideas filosóficas, cosa nada fácil. En uno de sus primeros libros, las Meditaciones del Quijote (1914), formuló una frase contundente que quedó como resumen de toda su filosofía: "Yo soy yo y mi circunstancia. Si no la salvo a ella no me salvo yo". Esto significa que la conducta del hombre no está condicionada solamente por la propia voluntad, sino que hay una serie de factores externos que influyen en esta conducta. Ser uno y su circunstancia equivale a asumir la cantidad de factores históricos, culturales, materiales y también espirituales que condicionan la vida. Influencias no solo directas sino también indirectas, no solo inmediatas sino remotas, conocidas y desconocidas. Vivir, pues, consistirá en relacionarse e intercambiar activamente con el mundo que nos rodea, pero también con el que ya no está y que de alguna manera nos sigue influyendo, con nuestro pasado. Finalmente, estos factores varían dependiendo de la perspectiva desde donde los miremos, pues está claro que no nos influyen a todos de la misma manera. Es lo que Ortega llama el "perspectivismo". La realidad es distinta para cada quien, dependiendo desde donde la miremos. Y esto no es subjetivismo, pues cada quien descubre sus propios caminos para llegar o no a la verdad, que es igual para todos. Quizás en eso pensaba Ortega cuando veía desde aquel ventanal los cambiantes colores de la Sierra de Guadarrama, sus nieves que aparecen y desaparecen según la estación.
    Hoy pienso que las ideas de Ortega pueden servirnos para entendernos un poco más en estos días inciertos y atribulados. ¿Por qué algunos huyen aterrorizados, dejando el país de sus padres y sus abuelos? ¿Por qué otros deciden quedarse, hacen planes, resisten y luchan? ¿Por qué unos cierran los ojos y pretenden que nada está pasando? ¿Por qué otros enferman y mueren? ¿Por qué es tan difícil encontrar el camino de la unión y la libertad? Un asunto, diría Nietzsche, demasiado humano.

9/07/2015

Oficios

    Hay labores de labores. Si te gusta lo que haces, requetebién, y si no, pues igual tienes que buscarte el pan. Desde que tengo uso de razón me han fascinado las ocupaciones raras, esas que llevan implícitas el enigma, la curiosidad, el raro mundo que supone llevar a cabo trajines semejantes.
    Cuando niño, como todo pequeñín que se respete, quise ser bombero. Uno con todas las de la ley, distinto por donde lo mires a esos que terminan el día jugando a las damas y acariciando a un dálmata que bosteza echado en el salón. Pero como  en general suele ocurrir, tal anhelo duró poco. Luego, con la adolescencia atragantada me dio por convertirme en mago: aparecer y desaparecer monedas, mujeres en bikini, conejos en sombreros u objetos de cualquier pelaje hasta dar en el blanco, embolsillarme el mapa del tesoro, no otro que manipular situaciones a placer y conquistar chicas al chasquido de los dedos. Resultó un fracaso como ningún otro, lo confieso con vergüenza pero también con dignidad. Pasó el tiempo y fui pisando tierra, aceptando los consejos de la abuela, por lo que terminé matriculado en la Facultad de Ingeniería, a todas luces profesión monda y lironda sin un ápice de romanticismo laboral, qué diablos podía hacer. (El desenlace de esta última parte lo dejamos para otro momento).
    Pero la profesión total, el oficio indiscutible entre los merecedores de tales adjetivos, sin duda era el de relojero. Jamás opté por dedicarme a ello debido a que conozco de sobra mis limitaciones (miope y de pulso temblereque, sólo por mencionar dos), aunque la verdad sea dicha, en ocasiones sueño que vivo entre minuteros, péndulos, antigüedades, piezas de museo y un auténtico reloj cucú del Bosque Negro de Alemania, echando a andar máquinas desvencijadas, desahuciadas por las telarañas, la desidia o el maltrato. Antaño, hoy y siempre, qué duda puede haber, la relojería es la alquimia perfecta, el oficio que arroja de cabeza por las cañerías la vieja consigna del trabajo como maldición divina.
    Un relojero es el vivo retrato de un liliputiense. El universo incrustado en el taller de relojes tiene ese poder embrujador que sólo vislumbré en la obra de un Swift. Una tuerca enana, un engranaje diminuto, tornillos como granos de arena, asombra que el tiempo, ese señor  estirable como un chicle, duerma en brazos de artefactos tan encogidos, tan parecidos a una pulga, tan insignificantes. Viéndolo bien, un reloj tendría que ser como las pirámides de Egipto, como el Caballo de Troya, como las líneas de Nazca, como el Coloso de Rodas, pero fíjese, el reino de Lilliput acabó siendo amo y señor de Cronos y toda su parafernalia.
    Con razón el relojero de mi pueblo era un ser de noble aspecto, mínima estatura, rostro adusto y gesto intemporal. Todo cuadra, ahora que lo pienso. Es que hay oficios entre oficios.

9/06/2015

Un clásico

"La Candela" (Una genial Celia Cruz y la preciosa Ángela Carrasco).

Pues nada, quien no baile no está vivo...
El link: https://www.youtube.com/watch?v=6qA6nd3rLgM

9/01/2015

Chasquidos de la lengua

    Un líder mesiánico accede al poder y jura por todos sus muertos que 1: llegó para quedarse, 2: va a refundar desde La Asociación de Sembradores de Bejuco en Guasipati hasta la patria, no faltaba más, y 3: que el mundo debe estar agradecido porque él siempre va a salvarlo de los malos. Ningún mesías acepta medias tintas, o estás con él o que te lleve el diablo, y para evitarte el trance se empeña con ahínco en sustituir la realidad.
    La realidad, claro, es algo que un manojo de calenturientas circunvoluciones cerebrales haciendo vida activa en funcionarios bien trajeados construye a como dé lugar. Importa un pepino que los hechos contradigan las arengas del mandón, total, vale más lo que un bebé de pecho cuyo nombre era Joseph y su apellido Stalin se esforzó en elevar a política de Estado: eso que dieron en llamar ingeniería social. Inventar la realidad, pues, es hacer que el mercado, el agro, los sueños, la inflación, el erotismo, el comportamiento de los transeúntes en las calles o el índice de Gini, obedezcan a ciertos burócratas y los complazcan. Pasa por echarle mano a mecanismos de control de masas que habitan el lenguaje. A través de éste un trasnochado con carisma se mete el universo en el bolsillo. Hugo Chávez Frías, sin discusión el  más grande demagogo que ha parido el patio y sus alrededores, conocía de sus talentos, sabía qué estaba haciendo. Para colmo, los dioses le dieron una ñapa saltarina que para qué te cuento: la chequera que camina por América Latina.  Dame un punto de apoyo y muevo al mundo, dijo aquél. Dame a PDVSA rendida y compro tu mundo, tu punto y tu apoyo, dijo el otro. Lo demás es historia.  
    El lenguaje está ahí para fabricar universos. Contaba el poeta que una flor perdería su fragancia si no se denominara flor. Imagínalo un segundo, fíjate qué verdad impresionante. Por eso Chávez decía ñe y sus amiguitos continuaban: ñeeeeeeeeeeee,  al punto de que ruidos tan insignificantes terminaban siendo, verdad entre verdades, maravillosos cultivos hidropónicos, rutas exquisitas como la de la empanada, cuchis gallineros verticales, y así. Del sombrero del mago saltan conejos de todos los pelajes, o lo que es lo mismo, del lenguaje, del palabreo del showman y de la cuenta corriente a reventar, qué te puedo decir, el escenario cobra sabrosura, se torna feliz, tan chévere (pronúncialo así, suponiendo que tienes un chicle enredándote la lengua) como ninguno.
    La Revolución Bolivariana, y también Bolivarera porque ser rico sólo es malo de los dientes para afuera, se metió entre ceja y ceja modificar cierto estado de cosas en este país chatarra que va siendo Venezuela. Para ello ha chasqueado, chasquea y no sé si chasqueará, los dedos dándole palmaditas al lenguaje en las espaldas. Y entonces irrumpe el color rosa, y todo cambia, se torna, se troca. Todo empieza a funcionar. Mira tú: A. Cuarta y Quinta República. ¿Has visto semejante disparate?, ¿a cuenta de qué esta república número cinco?, ¿dónde están los argumentos para crearla? B. Inflación inducida. ¿Los extraterrestres, Álvaro Uribe y esos buhoneros de la esquina borran a hurtadillas los precios de las etiquetas para subirlos después como les da la gana? Jaaaaa, jajajaaaaa, jajajaaaaaaaaaaaa. C: Socialismo del Siglo XXI. ¿Tendría Chávez, tienen Darío Vivas, William Saab, Cabello o un simpático hablachento como Istúriz luces mínimas sobre tan conspicuo parapeto? D: Intercambios comerciales asimétricos. ¿Es injusto que comerciemos libremente con USA o con China por aquello de David contra Goliat y demás paparruchadas pero justísimo que lo hagamos con Bolivia, Trinidad o con Guyana? E: Precio justo. ¿Cuál?, ¿dónde?, ¿hay justicia en un kilo de pollo a cincuenta bolívares? ¿Y qué decir cuando un haitiano piensa que es más justo el petróleo a nueve dólares? F: Escuálido. Resulta que quien no piense como camarada es un insecto, execrable en consecuencia. No existe el digno opositor. Ahí quedan los escuálidos. G: Patriota cooperante. El despreciable sapo, el chismoso sin vergüenza es nada menos que un patriota, uno que presta sus servicios a la Historia, a la Verdad y a la Justicia, todo encarnado en yo el supremo. H: Guerra económica. No hacemos nada equivocado. La política económica de la Revolución, que por eso es Revolución para que lo sepas, genera un bienestar en la gente sencilla  que le da envidia a otros: empresarios, oligarcas, burgueses, pitiyanquis, bachaqueros, traidores, especuladores, acaparadores y otros ores. Si estamos quebrados es por ellos.
    Hoy, lo que se dice en el presente, filosóficamente hablando déjenme decirles que se ha llegado al llegadero. Los platos se revientan sobre lomos, espaldas y cabezas. No hay líder mesiánico, no hay caudillo iluminado, no hay chequera que siquiera renquee, no existe entorno transformable por las lenguaradas de un Maduro. ¡Plaf!, un país se vino abajo, terminó cayéndose de un coco. Venezuela ya no es una serie de chasquidos de la lengua.