11/24/2017

Jamás lo hubiera sospechado

    Cada cabeza es un mundo, lo cual es tan cierto como la existencia de la noche. He leído un diario que sólo publica noticias falsas, con el dato adicional de que este año resultó el más vendido entre una veintena de competidores. Nada mal si te pones a ver.
    Al fin y al cabo, hay quienes se fabrican verdades a la medida. Yo, por no ir más lejos, tiendo a creer lo que en el fondo deseo que predomine. Para muestra un botón: como no soy amigo de los médicos, cada vez que a alguno le ha entrado la idea de meterme en un quirófano para operarme las amígdalas, o decide ordenarme abstención persécula de dulces y otros placeres por el estilo, busco ipso facto otra opinión, eso sí, previo hallazgo del consultorio indicado que a los efectos arroje la sugerencia complaciente. Dicho y hecho: “habría que esperar un tiempo adicional para su cirugía, caballero”, o “no se trata de eliminar esos alimentos de la dieta, sino de moderarlos”, y sanseacabó, asunto resuelto. Existe eso que he deseado que exista.
    Después de leerlo por primera vez me hice un asiduo del periódico en cuestión. Disfruto el placentero hecho de ser un abonado mensual, por cinco años a partir del mes pasado, y créeme, las noticias falsas terminan por imponerse, por torcerle el pescuezo a tantos testarudos que sin medir las consecuencias vaticinan guerras para ahora mismo, maremotos casi a punto de ocurrir o tragedias ecológicas indetenibles. Una noticia falsa tiene la virtud de cogerle el pulso al día a día sobre la base de un razonamiento aséptico, quirúrgico, cierto por donde le metas el ojo. La verdad es cosa de consenso, lo otro es pupú de pato macho.
    No te imaginas cuánta falta le hace a la gente leer lo que tiene que leer, enterarse de eso que esperó toda la vida, darse de bruces contra la pared de una mentira suave como almohadón de plumas. Poco a poco, mientras consumía lo que este diario me traía cada mañana, fui abandonando la prensa cotidiana. He llegado a aborrecerla, claro, por su lado siempre oscuro en eso de inventarse realidades en nada compatibles con lo que a todas luces sucede cuando te empeñas en que ocurran siempre a tu manera. Ni El Nacional, ni Le Monde, ni El Universo, ni The New York Times, en lo absoluto. Cuando pienso en las noticias vislumbro únicamente el hecho inobjetable de una escala de ocurrencias que nos toca en tanto forman parte de nuestras proyecciones, anhelos, ganas y convencimientos. Ahí radica la certeza de la realidad, del coñazo en la nariz o la caricia en la mejilla.
   Eso es: convencimiento. Una noticia contundente, real como plato de lentejas, es religiosa cuestión de fe: primero tienes que creerla, o terminar creyéndola, y después pasará a conformar tu realidad. No frunzas el ceño porque ya lo he comprobado. Sin aceptación no hay mundo objetivo que valga, y sin mundo objetivo que valga olvídate de lógica aristotélica o como se llame. Chao Descartes, good bye racionalismos de cualquier pelaje y toda la parafernalia.
    Desde que me apunté al diario aludido soy un hombre más equilibrado, más feliz y por supuesto mucho más enterado. Conocer noticias falsas tiene la ventaja de hacerte menos crédulo y de acrecentar tu condición de ser maduro y crítico, lo que no es cosa despreciable. Un diario de noticias falsas es lo que hacía falta para entender mejor el mundo en que vivimos. Nunca se me hubiera ocurrido.

11/10/2017

Putadas del día a día

    Hoy me ha dado por terminar la clase que debo dictar de dos a cuatro y salir. Cuando digo salir lo afirmo empleándome a fondo, cogiendo por el cuello al verbo que esta tarde se ceba en mis entrañas. Entonces tomo el ascensor y bajo, camino hacia la puerta norte, salgo.
    Resulta que existen ocasiones, muchas más veces de las que desearías, en que el tono de los grises parecen cubrir más de la cuenta, abarcar todo cuanto miras: dan la impresión de empinarse con fuerza hasta magullarte el rostro, sacarte la lengua con terca impunidad. Por re o por fa, por mil motivos grandes o pequeños a los que culminas dando la razón y ante los que doblas la cerviz inclinándote frente a esos molinos que en principio desafiaste lanza en ristre, con tu armadura a cuestas y la locura intacta.
    Pasan esos días cuyo trasfondo es el sedimento baboso de una humanidad falta de luces, de sensibilidad y de cojones. Esos en los que juras a la especie que te da cobijo digna del precipicio, del acabóse o del fuego, incapaz de trascender su propia hez. Es ahí cuando aseguras que el mundo está repleto de hijos de la gran puta y te detienes un momento, enciendes un cigarrillo o un tabaco y dices hay que ver, tenía razón el fulano que echó a rodar la clara idea del perro y mis congéneres: mientras más conozco a esta gentuza más extraño a mi buen Bobby.
    Y de pronto, como para quebrarte el plato en la cabeza, ocurre el milagro. Da la casualidad de que por milésima vez te enteras de que sí, de que en realizad existen, andan aquí y allá mondos y lirondos y en ocasiones  -que no dejan de aumentar todos los días-   se sientan por ahí, te esperan, se rascan los pies a la vuelta de la esquina mientras tú caminas, absorto, maldiciente, con la bilis todavía revoloteando en plena boca.
    Un detalle, un gesto, un color, un perro callejero fiel a su amo como nadie, algo entre el calor o el frío de un día cualquiera es la rama que acabas por alcanzar de un manotazo. Y te abrazas, te sostienes, sales a flote con la felicidad abofeteando al enemigo.
    No puedo enumerar las veces que he experimentado cosa parecida porque te confieso que perdí la cuenta. Ciertos milagros hacen nido en tu camino, de eso sí que estoy seguro, y si te pones a ver para remate suceden casi  a diario, benditos sean todos los dioses. Un aroma, una palabra, aquella escena como caricia a la mirada, sumo y sigo, cafés, recuerdos, inventivas, prospectivas, en fin. La alegría, claro, concentrada en un instante, metida de cabeza en el regazo del domingo hasta que desaparece así como llegó, sin decir hola buenas, sin decir adiós, sin aspavientos ensordecedores y otras hierbas por el estilo. Te salva el día y con eso basta. Hasta la próxima dosis de veneno, hasta la siguiente puteada cotidiana. Quién lo hubiera imaginado.

11/03/2017

Mud, Maduro y fraude

    La Mesa de la Unidad Democrática es un compendio de actores y de voces. Como si fuese un coro filarmónico, la idea es que sus ejecuciones confirmen tonos, ritmos y puesta en escena sustentados en un quehacer que evidencie unicidad. Bastante de eso se ha logrado en el camino, pero hoy los chirridos se han colado, han aparecido esperpénticas composiciones, en vivo y directo, en plena función.
    Después de lo ocurrido en las elecciones regionales mucha gente perdió las esperanzas. No los critico, en esencia porque luego de golpe semejante tendemos a buscar trinchera, a pasar la resaca e intentar subir la cuesta, a superar poco a poco los hechos, desalentadores por donde metas el ojo. La estafa perpetrada por Maduro y su guacal de delincuentes es la guinda del pastel. Un fraude continuado, puro y duro cuando menos desde el 2015  -permíteme creer que desde mucho antes-,  coronó hace pocas semanas convertido en pedradas a la lámpara, sin pudor alguno, sin vergüenza, sin máscaras que oculten el talante gangsteril de la jugada. Al Capone en technicolor.
    Lo anterior tiene una doble lectura: ésa que da cuenta del sector opositor y aquélla vinculada al narcogobierno. En el primer caso no hay mucho que decir: la incoherencia, la improvisación y la completa ausencia de un plan B, un quehacer alternativo frente al más que posible arrebatón, mostraron la patética conducta de una dirigencia MUD a ras del suelo. Recibido el coñazo en la nariz, el hormiguero se dejó ver desconcertado, sin brújula, a ciegas. Mil y un chasquidos brotan ahora de las voces dirigentes, argumentos raídos, faltos de imaginación y verdadero análisis, ya sabidos de antemano, pero en ningún caso un necesario y sincero mea culpa   -salvo lo llevado a cabo por VP, asunto digno de aplaudir-  cuya punta de lanza llegue hasta lo medular, es decir, a la renuncia, en pleno, de inmediato, por razones de mínima asepsia ética. Los líderes de la MUD debieron poner sus cargos a la orden, sin chistar, uno seguidito del otro. Para dar ejemplo, además. De lógica política, de integridad, de vergüenza ante el país. Nada ocurrió. Cualquier parecido con Maduro, con Cabello o con William Saab  es pura coincidencia.
    El segundo caso, relativo al régimen dictatorial, guarda en las entrañas el hecho cierto de una euforia con los pies de barro. Me explico: si ganar supone apretar en el puño a un país, embolsillarse como sea una pírrica victoria,  Venezuela yace a esta hora en las profundidades del  lujoso pantalón que lleva puesto una casta de entregados al senil dueño de Cuba. Esto supone, ni más ni menos, que la jaula está terminada, puesta en uso y a punto de cerrarse con doble llave. Revolución eterna, Cabello para rato, uh, ah, Maduro no se va.
    Pero en el fondo tengo la impresión de que la tragedia del gobierno puede ser amplia y profunda. Vuelvo a explicarme: con lo realizado el 15 de octubre Nicolás y su banda mandaron por el inodoro cuanto representaría, a esta hora menguada para la Venezuela decente, su última carta de presentación, no otra que la legitimidad de origen. Si antes el mundo dudaba a propósito de ésta, hoy sencillamente no existe. El parapeto que la dictadura construyó al respecto voló en mil pedazos, reventado por su podrida carga de excrementos.  Nadie cree en los resultados de estas elecciones, en ningún lugar de este planeta. Ni los chavistas más recalcitrantes muerden ese anzuelo sumergido en heces gobierneras. Un atajo de bandidos que destrozó la economía, que puso a la gente a comer de la basura, que  entronizó la miseria y la desesperanza en sitial de honor, que encarcela a quienes piensan diferente, que mata de mengua, represión y enfermedad; un gobierno indolente que es hoy peligro nacional y universal, con mucho que explicar a los venezolanos por sus desafueros, por su corrupción indetenible y por sus impresionantes logros delincuenciales, ya sabemos que no obtiene ni en sueños un ochenta por ciento de los cargos en disputa electoral. Todo lo contrario, tú, el resto del mundo y yo sabemos que es exactamente al revés.
    ¿Qué significa tamaña cuestión?, que no todo está perdido. Que la MUD fue torpe y cometió un error garrafal  -ir a elecciones sin garantías, sin ruta clara a seguir en caso de fraude masivo-,  pero que, haciendo las sumas y las restas, el crimen incrustado en el poder tiene bastante que perder.  La aparente fortaleza de la dictadura implica en realidad su opuesto. Es tal su ausencia de musculatura que debió recurrir al más grande fraude electoral cometido en la historia de Venezuela. Urge el reacomodo de la MUD, o como diablos termine por llamarse, y urge que los actores emergentes cumplan a cabalidad lo que jamás debió perderse: unidad, objetivos claros, respeto al ciudadano, coherencia en las acciones y plan B, a todas luces inexistente frente al robo del quince. Amanecerá y veremos.