Escribir implica un compromiso ético. Compromiso con uno mismo en función de esa arma arrojadiza que es la literatura. Quien escribe contrae la obligación de hacer su trabajo -escribir- honestamente, rigurosamente, excelentemente. Y el intelectual que está ahí, como ser humano de su tiempo (atención: sin hacer partenogénesis del escritor e intelectual. Miro al hombre en su conjunto, siendo él ésto y aquello pero en fin un todo indisoluble), tiene ante sus narices un mundo y una realidad que le exige mojarse los pies, dar ciertos golpes sobre la mesa, no permanecer callado. Vale la pena ver lo que un grande, Mario Vargas Llosa, supone a propósito de estas cuestiones:
1) http://www.youtube.com/watch?v=IizmqH0Qe3I
2)http://www.youtube.com/watch?v=z3G34Ea5c-c&feature=related
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