Amanece y pienso en que de niño escuché decir
muchas veces a mi madre que los ojos son el espejo del alma. Preparo el café,
doy su perrarina a Percy y continúo pensando. Para la mayoría esta frase es
buena a la hora de lanzar rocas contra la galería: sirve para perturbar un rato,
como frase comodín, como retahíla interesante. A mí me perturbó, claro, y me
hizo cosquillas en pleno centro de la curiosidad. Entonces tuve la ocurrencia
de averiguar qué diablos había detrás -o encima o qué sé yo- de una mirada. Quise
descifrar el entramado que seguramente habita en el misterio de unos ojos.
¿Cómo mira la gente y cómo miran las cosas?
En mi habitación, en la sala de casa, en la calle o en la escuela terminé por
aceptar que de cierta manera todo cuanto nos rodea lleva un poco de nosotros
que penetra por los ojos. Mi madre entonces tendría razón y era necesario hacer
el esfuerzo, es decir, llegar al alma a
través del sentido de la vista. Menuda tarea concebí entre ceja y ceja.
Si la palabra obsesión cabe como marco
definitorio ante semejante empresa, pues sí, fui un obseso al intentar pararme frente
al fondo invisible de las cosas. Vaya palabreja hermosa: invisible. Lo invisible
como evidencia práctica en función de la mirada que provee. Recuerdo la emoción
que me embargó a los trece años cuando
tuve un ejemplar de El Principito entre
las manos. Que lo esencial fuese precisamente eso, invisible, invisible ante
los ojos, resultó un mazazo de alegría, de corroboración y de reto que le dio
unas palmaditas a la certeza que hacía tiempo había abrazado. Fue uno de los
días más felices que recuerdo.
Dormía poco, comía menos, pensaba, soñaba,
suponía un sin fin de asuntos que quizás albergaban las personas, los objetos,
la vida en su explosión alrededor. Busqué la forma de saberme en los demás y por
supuesto en lo demás. ¿Qué te dicen los ojos de esa chica antes de robarle un
beso?, ¿qué te dicen después? Leí todo lo que hallé sobre Saint-Exupéry: reseñas de sus libros,
interpretaciones de algunos exégetas que apenas comprendí, biografías, notas de
viajes, pero nada, niet, ni la más
mínima respuesta a lo que me arrancaba el sueño.
Mil veces me pregunté: el gato
que deambula entre mis piernas por esta heladería, que va de mesa en mesa como
el aviador, como el escritor francés en su aeroplano, ¿lleva algo en la mirada?,
¿cómo será el diálogo de pupilas que plantea? Mis amigos, los amigos de mis
amigos, ¿qué cuentan desde sus ojos?, ¿qué historias guardan y quizás comparten
si abres bien los tuyos? ¿Qué saben de ti, qué se dicen entre ellos, noche a
noche, la lámpara, la mesa de luz, el libro de aventuras que descansa sobre
ella y las cortinas de los ventanales? ¿Cómo te observan tus dedos luego de
llevar a cuestas aquel bolígrafo azul? ¿Cuántas historias, aparte de las que
escribes en su piel, guarda esa hoja en blanco frente a ti? ¿Cómo te reconoce
con la vista el lápiz que está allá, echado sobre un libro abierto en tu
escritorio? ¿Con qué óptica pasea por lo que eres tu mochila? ¿Qué impresión de
lo que has sido tuvieron hace tanto esa cartera, ese taco de lego, aquella taza
vacía?, ¿de qué modo invadiste sus retinas? ¿Llevará la Olivetti, regalo de tus
padres, nostalgias tuyas a la vista? Y así como en ocasiones no pudiste
conciliar el sueño viendo al techo, ¿hasta qué punto lo concilia él?, ¿qué dice
de ti y de lo que implicas?
Mientras escribo vuelvo los ojos al pasado
y encuentro los del muchacho que fui en aquellos días. Jamás acerté, nunca
encontré, el tiempo pasó y me hice mayor. Ya sabes, hacerse mayor es una cosa
seria, casi una pena diría yo, justificada por la impronta de otros horizontes,
otros cielos, caminos y demás. Pero sé que tantas miradas siguen ahí, como si
nada, y me digo a veces vuelve a ellas, insiste, porque bien valen la pena. Y
así, y nada más. En todo esto pensaba esta mañana.
1 comentario:
Saludos mi estimado Roger, hace unos días me topé por casualidad con tu libro "Palabra de Urbe" tan sólo leí dos páginas y me quedé completamente intrigado. Lo he buscado en electrónico y en físico en varias librerías, más no lo he encontrado.
¿Sabes en donde podría conseguirlo? Muchísimas gracias de antemano. Me da gusto ver que sigues utilizando este blog, ya que me permitió estar escribiéndote esto. He leído algunas entradas y también me han gustado mucho. En verdad gracias por seguir escribiendo.
Atentamente: Ricardo Flamenco
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