3/01/2008

Cultura en cápsulas

Entro a la librería y al cabo de husmear por un rato se planta frente a mis narices un ejemplar que me llama la atención.
En este mundo la velocidad es un valor. Los segundos cuelgan apurados del reloj, compiten por desmigajarse, aplastándonos sin mínima piedad. El tiempo es un monstruo amenazante: por una parte huimos de él y por otra intentamos doblegarlo.
Ahí, feliz en su anaquel yacía “1000 preguntas de cultura general con sus respuestas”. Lo tomé, lo hojeé un poco, y noté entonces el gancho que era su razón de vida, un cúmulo de datos a manera de respuestas frente a interrogantes de cualquier ralea.
La velocidad es un valor, sin duda. Casi un símbolo sagrado, pero resulta que a estas alturas ya va siendo supersónica. Importa menos el aprendizaje sudoroso: es imperativo el dato a flor de piel, la respuesta galopante en la punta de la lengua, amasada y digerida. Nuestra realidad es una realidad prefabricada, asunto ubicado tras bastidores en eso de lograr cierta cultura acorde con los días presentes, de cartón, encapsulada, pero, dirán algunos beneficiarios inocentes, cultura al fin.
Un libro para construir gente sabihonda de la noche a la mañana. Menuda pendejada. Aquello de la gimnasia entremezclada con la magnesia aparece donde menos se lo espera uno, y para remate usufructuando el verdadero y único conocimiento, ése producto de lecturas detenidas, sosegadas, de reflexión constante, de digestión de ideas que a la vuelta de los años llegan a decantar en algo más o menos compatible con la sabiduría.
Alguna vez, en un café destartalado de Upata, Pedro Suárez y quien esto escribe presenciamos el vómito de datos pintorescos e información impresionante que un hombre, algo pasado de tragos, arrojara a voz en cuello luego de proclamarse filósofo a los cuatro vientos. Su histrionismo me trajo el recuerdo de Funes, memorioso personaje que inventó Jorge Luis Borges, porque el individuo era nada más que una máquina repetidora, alguien que en apariencia desconocía el olvido, un Funes upatense indigestado con la información que a velocidad astronómica echaba afuera mientras empinaba el codo.
Supongo que este libro, con sus preguntas y respuestas, hace las veces de fármaco a favor de la cultura, por lo que se empeña lanza en ristre contra la ignorancia. Sólo que el conocimiento empaquetado, cuadriculado, listo para servir como amalgama urgente, como aspirina intelectual, digo yo que dura poco. Justo lo que el vértigo en los días que corren. Justo eso.