10/31/2011

Mirada

Buscar
hurgar
con todo el abecedario
es decir
con el mundo en los bolsillos.

10/28/2011

Quise aprender a mirar
y entonces
tus ojos me enseñan poco a poco.

10/27/2011

Sala gourmet

Si yo escribiera delicioso
sería un pudín con chantillí
o pensándolo mejor
quién sabe
un trozo de turrón
con chocolate
un baño de miel
sobre cheese cake.
Me guiñarían el ojo
me dejarían abrazos
me lanzarían cien besos
qué sé yo
parecería Sinatra a lo New York
Machado redivivo
John Dos Pasos hecho lápiz y papel.
Pero ya ven
ya ven
sigo en mis trece
doy el rasguño
golpeo las teclas
vuelco mi copa y qué más da.
Si yo escribiera delicioso.

10/26/2011

Presentación

Próximo jueves 27, 7:00 p.m. en la librería El Buscón, C.C. Paseo Las Mercedes, Trasnocho Cultural, Caracas.

Están cordialmente invitados.

10/25/2011

Lluvia

En tus labios
se guarda la tarde
sus colores
iluminan tus caderas
y el claroscuro
de las 6:30 en punto
incendia para siempre mis deseos.
Me atrapa la textura
el aroma
el sabor de tu entrepierna
me lleva a Saturno
esa medialuna
que dibujan tus lunares
y el vaivén de tus pezones dentro de mi beso
aproxima la explosión
torrente
lluvia
que guardo para ti
mientras sonreimos.

10/24/2011

Chateau

Paso las manos por tu piel
ese vitral gótico
y vierto mi vino sobre ella.
Entonces te bebo
doy sorbos de a poco
te llevo a mis papilas
inundas todos los costados
todos los momentos
todos los espacios
hasta darme cuenta
que por fin
he hallado el Paraíso.

10/22/2011

Cartas a los Jonquières

Caminaba frente a una librería de la calle Florida, en Buenos Aires, y lo vi. Pensé que en Argentina encontraría mucho de Cortázar, bastante material escrito, abundantes referencias alrededor de su vida y de su obra, pero no fue así. “Cartas a los Jonquières” apareció de pronto, como una irrupción fantasmal sobre ese anaquel que lo ofrecía por 109 pesos. Invité a Camila a entrar. Ella estuvo dispuesta, feliz de echarse en brazos de la sección infantil, atestada de colores, brillo, juegos, ilustraciones, con una alfombra para tirarse de espaldas a leer o sillas mínimas que por nada aceptaban la intromisión de los adultos.
Me dediqué a recorrerla de cabo a rabo, con el placer de quienes hacen esperar el último sorbo para que no se acabe tan pronto la copa. Vi, olí, toqué, fui y vine. Entonces me planté frente al mueble de los Jonquières, lo tomé y lo abrí: eran cartas. 553 páginas de un epistolario como para meterse de bruces en una vida, la de Julio, honda, enigmática, llena de esos episodios, de esa manera de concebir ciertas cuestiones, que tanto me llaman la atención.
Confieso que desde la adolescencia le he dado la espalda a las biografías, y lo que tenía en las manos de cierta forma lo era. Son pocas las que leí en toda mi vida: Verne, Dostoievski, Darwin, la de Christian Barnard, que hallé durante los años universitarios en una librería de viejo, otra del gran Isaiah Berlin, extensa, muy bien documentada, y, no faltaba más, dos del propio Julio, la que escribió Mario Goloboff en los noventa y la menos ambiciosa de Alberto Cousté. Les he dado la espalda por respeto hacia lo que consideraba el derecho de cualquiera, vivo o muerto, a mantener espacios de privacidad, de anonimato, de oscuridad en su propia vida. Así pensaba y todavía hoy coqueteo con esa idea. ¿Por qué leer las cartas, pedazos de entrañas biográficas que alguien, vaya usted a saber por cuáles motivos y bajo qué impulsos o resortes vitales, envió por ejemplo a sus íntimos? García Márquez escribió “Cuando era feliz e indocumentado” y al leerlo comprendí el valor de ese coto particular de cada quien en el plano de la individualidad que con uñas y dientes es tan necesario defender. Pero entiendo también que aproximarse al mundo más personal, en este caso de un escritor (el epistolario es una ventana magnífica para afinar el enfoque), supone acrecentar el conocimiento de éste, descubrirlo aún más, enriquecer el diálogo con él y con su obra. Permitirse dar dos o tres pasos en esa dirección probablemente sea un acto contradictorio luego de lo confesado atrás, estaremos de acuerdo, pero asimismo un placer tentador y voyeurista, en función del acercamiento comedido (y en tal sentido respetuoso, finalmente) entre extremos que no tienen por qué excluirse mutuamente. “Cartas a los Jonquières” fue una tentación, por supuesto, y sucumbí. Abrí el libro, leí la primera línea, lo hojeé, vi ciertas fotografías, pasé la vista por algunos fragmentos salteados del Cortázar joven a su amigo Eduardo y a la esposa de éste, con quienes mantuvo correspondencia desde el inicio de su periplo parisino, en 1950, y hasta pocos meses antes de su fallecimiento, en 1984. Fue una delicia absoluta.
Leyéndolo observo cómo nacieron los Cronopios. Encuentro la razón, los motivos subterráneos que quizás explican el por qué de La Maga, el por qué de ciertos cuentos, el por qué de “La vuelta al día en ochenta mundos” o “Último round”. Me doy de bruces con el jazz a tope y la filosofía que esconde, con el boxeo y la estética que lleva implícita según Cortázar. Hay en este libro señales, guiños, complicidades que corren por debajo de la mesa, claves para continuar disfrutando, hurgando y hallando, siempre hallando en el universo de este autor, que no vislumbré en ninguno de sus textos publicados.
De Argentina a París y viceversa. Cortázar se fue a Francia y se encontró con él en plena calle, en un bistrot barato, en un parque más o menos oculto, en tantos y tantos rincones que por lo general resbalan a la mayoría. Se fue a Francia y en la página 31 leo y sonrío: “No creas que estoy triste, ¡París es tan hermoso! Aquí hasta la tristeza se vuelve actividad estética. De modo que tal vez esté triste, pero estoy aprendiendo a depositar esa melancolía en tanta cosa bella que me rodea. Quisiera poder mostrarte, por ejemplo, un atardecer en el Pont du Carrousel. Venía del Louvre con una amiga y nos paramos a mirar Notre-Dame, lejana, con una bruma azul. Entonces, en menos de un minuto, ocurrió el milagro, la locura absoluta. Los faroles de gas se encendieron de golpe, y la piedra de los pretiles, yo no sé por qué mezcla de aire y luz, se puso intensamente rosa. Nosotros la mirábamos mudos. Entonces vimos que la proa de la Cité y las torres lejanas habían pasado instantáneamente a un violeta profundo, y a la vez el río estaba verde, un verde lleno de oro. Yo cerré los ojos, desesperado al comprender que eso no podía durar, que esa cosa veneciana iba a degradar instantáneamente, a perderse… Pero duró, dos o tres minutos, el tiempo de ver subir las primeras estrellas. Nos fuimos de allí sin poder hablar, demasiado felices para decir que lo éramos. Cosas así pagan viejas deudas de la vida”.
Cortázar se fue a Francia y se encontró a sí mismo. A la vuelta de una esquina observó a un tipo de barba que era él. En París se metió de lleno en Argentina, en Latinoamérica, a su manera y con mil aciertos y otro puñado de errores. Compré el libro, claro. Camila escogió el suyo y salimos, contentos, a buscar un café para seguir leyendo y conversando.

10/20/2011

Biografía


Desde tus senos
levanté los ojos
y miré ese valle.
Entonces respiré hondo
esperé un poco
me abracé a un pezón
luego a otro
pude mordisquearlos
degustarlos
contemplarlos
como a una flor en la palma de la mano.
Los besé

los besé
pasé mi lengua hirviendo
de mil modos distintos
para luego
comenzar a descender
colina abajo
por tu vientre
por tu ombligo
por la línea de tus vellos
más allá
más al sur.
Probé el vino escondido entre esos labios
supe de tus jugos
supe de tus pliegues
justo entre tus piernas naufragué
me hundí a placer
y sólo entonces
únicamente entonces
fui un hombre feliz.

10/19/2011

Expulsión

Recorro
el abismo de tu vientre
la selva de tu sexo
el ir y venir de tus caderas.
Hemos inventado el erotismo
he mordido tus manzanas
soy
otra vez
Adán sin Paraíso
feliz con tu lengua y tus placeres.
Vivo el exilio
y qué diablos me importa.
Atravieso riendo mi destierro.

10/18/2011

Viaje al fondo de unas sábanas

Tus ojos son almendras, tus nalgas dos globos perfectos,


tus piernas de infarto juegan al gato y al ratón.


Me miras a lo gata y me gusta, puedo aullar cuando caminas, incendias mi follaje si te huelo.


Sueño, deseo, exploto, arrojo mi constelación en ti.


La espuma chorrea mientras abierta sonríes y te siembras en mi pelvis. Me planto en tus caderas. Me tiento en tus labios y en tus vellos. Bebo el líquido abundante de tus curvas.


Guardo el universo en un bolsillo y el beso, la espalda, el vientre, tus lunares, el vaivén que nos brindamos tiene rostro, tiene ganas, tiene el aroma irrepetible de tus muslos empapados, de salitre y caracol, de líquenes y algas, de tu boca en mi dureza, de noche caliente y susurros que soy tuyo, que soy tuya, más profundo, más jadeos, más lenguas enredadas entre sexos, mar que inunda, que me llueve, que me obsequia el lado cierto, exquisito, del único paraíso que eres tú.

10/16/2011

Mafalda



Mafalda, uno de los personajes más queridos de Camila. Este abrazo sí que valió la pena.



Revista Válvula. Estudio crítico.

"Revista Válvula. (1928). Edición facsimilar". Estudio crítico de Roger Vilain y Diego Rojas Ajmad. Edit. Universidad de Los Andes-Universidad de Guayana. Mérida, 2011.


Para la historiografía literaria, la revista "Válvula" (1928) constituye el pilar inaugural de las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX en Venezuela. Los estudios al respecto, no muy numerosos si tomam0s en cuenta que desde su publicación han transcurrido más de ochenta años, seguramente exigen a la luz del presente una revisión y profundización de lo que "Válvula" significó y ha significado para la cultura nacional.

En este sentido, suponemos que llevar a cabo un ejercicio de reflexión en torno a la revista y los modos en que ésta se instala en los engranajes del contexto social al que perteneció en su momento, implica indagar sobre posibles respuestas al hecho cultural y su incidencia en los subsistemas político, artístico, social, económico... que dan forma a la red de relaciones en que nos movemos como grupo humano.

Tal ha sido lo que hemos intentado llevar a cabo mi colega Diego Rojas Ajmad y yo, desde una perspectiva académica, a propósito de lo que la revista en cuestión implicó en función del nacimiento de las vanguardias literarias en nuestro país. El libro, que acaba de aparecer editado por la Universidad de Los Andes y la Universidad de Guayana, supone una primera conclusión al respecto.







10/15/2011

La duda virtual

Un correo electrónico es un correo electrónico. Usted ingresa a ese espacio y ahí están sus cartas y sus fotos y las noticias que le mandan. Pero también es un lugar para el misterio. Por mucha asepsia que encuentre en medio de pulidos bytes o higiénicos párrafos cibernéticos, aparecen sin que nadie los espere otros personajes, algo así como los no convidados a la fiesta, especies de duendes venidos quién sabe de dónde.
Me explico. Ayer, para no ir muy lejos, abrí el correo y la mensajería estaba a reventar. Treinta sobres recién llegados titilaban esperando el click. Dos de un viejo amigo, uno de la universidad, veintisiete cargados de fantasmagórica presencia. Cuando no son bombas infecciosas (¿qué cara tendrá un virus digital?), es un avisito de tal o cual resort notificándome la gran noticia: he ganado el sorteo grande. Debo darme con una roca en los dientes. Una semana gratis, completamente gratis, en el Mediterrané de Martinica. Alegría de tísico, claro. Todo un burdo truco para que termines desembolsillando incluso más que sin premio de sorteo. Sumo y sigo. Cuando no es el curioso envío de algún interesado en que te largues del país (obtenga ya, ya, pero ya su green card, y llévese el perro, el loro y hasta el gato!), es la publicidad del Paraíso en la Tierra: ungüentos, aparatos, bebedizos, grageas para agrandar el miembro masculino, en minutos, o en segundos, sin esfuerzo, sin reacciones secundarias y sin público que aceche. Total privacidad. Resultados garantizados o le devolvemos su dinero.
Entonces uno se pregunta, frunce el ceño, encoge los hombros. Un correo electrónico casi viene a ser la pieza oscura al final del corredor, o el ático sembrado de telarañas que es lugar común en ciertas películas de Hollywood. Hay de todo. Cabe todo. Así tenga usted una cuenta de lo más discreta, resguardada sólo para amigos y conocidos más o menos cercanos, siempre hallará en su bandeja de entrada la extraña invitación a conocer más gente. Un correo electrónico es la versión digital de aquella horrible canción del brasilero: "Yo quiero tener un millón de amigos...". No faltará, júrelo, el dato que necesitaba, aquella información que cambiará su vida para siempre según el ardid publicitario que le aplasten en la cara.
Trato aparte merecen las cadenas. No las gubernamentales, que ya son el colmo de la intromisión y del embuste, sino esas variaciones sobre un mismo tema que viven de morderse la cola, de repetirse hasta el infinito. Alguien escribe sobre la machaca (¿qué coño es la machaca?, se pregunta uno mientras borra de un tirón el mensajito), y durante toda la mañana se desatará, para perplejidad, rabietas y posterior resignación, un verdadero ataque postal. Luis, Pedro, Miguel, Yisel, Raúl, José, Yusmira, Rosney, Amagdilis, John Alejandro, atcétera, etcétera, etcétera, desfilarán como si nada por la pantalla de su computadora. Son las cadenas, que vengan de donde vengan, terminan copando lo poco que queda en el maltrecho espacio libre donde se guardan los mensajes y consumiendo la última gota de paciencia.
Un correo electrónico, pues, es un misterio. Obvio. Tan misterio que el Santo Grial de la Modernidad trocada en chips lo fraguan miles de invasores, botellas lanzadas al océano virtual que no sabemos cuándo y cómo atracarán en nuestros puertos. Pero de que llegan, llegan. Yo, que tengo pocos amigos, que estoy contento con mi ciudadanía, que me conformo con lo que tengo entre las piernas, así no más, tal y como vino al mundo, sin potages o saumerios para la virilidad, daría lo que fuera por espantar la invasión, por conjurar el terror, por acabar con los duendes, por colocar de una vez a buen resguardo el ámbito de la mensajería de textos.
Pero la duda es la duda, y caes. Ahí se presenta, en la encrucijada que implica mover el dedo y hacer click o no. Entonces te decides, abres finalmente ese mensaje de lo más enigmático, oprimes el botón y ya, se acabó, condenado para siempre, das luz verde a un virus que se mete en las entrañas de tu máquina, que destroza el mundo de virtualidad tantas veces labrado a tu medida.

10/14/2011

Parietal

Halar el gatillo: pum, se acabó.


10/13/2011

Volar

Volar, volar
volar
volar, volar, volar,
volar, volar
volar
volar
volar
volar
volar de una vez en mil pedazos.

Gris

Basta que existas
y en un segundo,
una putada,
el mundo
te aplastará con el pulgar.

10/10/2011

Partenogénesis

Escribo, escribo, escribo
y algunos leen.
Vuelvo a escribir y otra vez,
unos pocos, dos amigos y el gato en el callejón, continúan leyendo.
Están de acuerdo o me llevan la contraria.
Escribo y me multiplico:
es mi modo de ser otros
es una manera de ser muchos.

10/05/2011

El teatro de los libros


Con Camila. Librería "El Ateneo". Buenos Aires-Argentina.

Un antiguo teatro convertido en recinto para libros, lectores y escritores.


Si a ver vamos, el libro, como una plaza o un parque, también es un lugar para el encuentro. En el libro cabe el dato que buscamos, el humor empaquetado a fuerza de inteligencia o la receta de cocina, ésa que para variar pone la mesa en un fin de semana distinto.Y en el libro, por supuesto, cabe igualmente el mundo. Es un espacio para el diálogo donde la fragua de saberes guarda mucho de la vida misma, es decir, convergen en él todas las líneas que se cruzan para terminar lanzándonos a su particular punto de fuga, no otro que el espacio labrado a dos voces: la del autor... la del lector. De la lectura queda el buen o el mal sabor del toma y daca entre ellos. La línea de equilibrio, el placer frente al manojo de cuartillas, va a depender de ese ritual silencioso, de ese combate cuerpo a cuerpo entre quien escribe y quien lee, que es la tarea más solitaria y feliz de este mundo.