12/13/2010

La creación del rosado

Mi amigo Valentín acaba de enviarme un libro. Lo escribió él y se llama "La creación del rosado". Lleva dos, la verdad, y lo mejor del asunto es que a fuerza de puñetazos, por batirse a duelo con las palabras y salir airoso, este libro es un regalo que vale la pena celebrar.
Lo he leído de un tirón. Es una joya de noventa páginas que se deshace en experiencias y en batallas contra dragones, serpientes, hijos de puta y demás hierbas, todo perfilado con el toque exacto de la pluma que encuentra su ritmo para decir justo lo que tiene que decir.
Con Valentín Pérez llevo una amistad de años, templada en los noventa, allá en la Mérida cuyos bares céntricos eran suficientes para atracarse de cervezas con quinientos bolos mientras yo hacía un posgrado y él se rajaba el lomo como médico en hospitales hechos trizas, sin medicamentos, y con tipos duros que, me contaba como si nada, te ponían la 38 en plena frente para que les salvaras el carnal.
Son ensayos. Cuarenta y un ensayos a los que la savia se les sale por los poros, es decir, trabajos que nacen de una observación, mínima, oportuna, precisa observación, que luego abre las alas y termina siendo un tratado sobre la experiencia, sobre el arte de vivir, sobre la manera de exprimir los días para extraer de ellos lo mejor y lo peor, lo dulce y lo amargo, lo que en fin hace que estar aquí, de lunes a lunes, signifique mucho más que respirar o abrigar esperanzas o tomarse un café por la mañana y nada más.
Leerlo me ha reconciliado con la vida, lo que es mucho decir cuando en este mundo, embalado vaya usted a saber adónde, justamente la vida encuentra día a día menos adeptos. Valentín es un amigo, claro, pero es mucho más que un amigo. El antro de la avenida Cuatro que elegimos para hablar de Dostoievski, de Orlando Araujo, del Chino Valera, De Marcial La Fuente Estefanía o de las mujeres que nos traían de cabeza, sirvió también como testigo de una amistad que terminó siendo hermandad y aquí estoy, con su última publicación entre las manos descubriendo otra vez lugares y lugarejos, gentes y gentuzas, sonidos, olores y colores, pero sobre todo ideas, porque éste es un libro de ideas, por supuesto, que te saltan en la cara y si no te defiendes acaban por torcerte el pescuezo, nada menos.
"Nietzche y la bailarina", "La mujer de la tos", "El buen humo", "Bailar con María", "Uslar Pietri, un vago y yo" o "El hombre del coleto", son apenas seis propuestas, seis maneras entre más de cuarenta, ya lo dije, de observar esa cosa extraña que llamamos realidad y empaquetarla en textos literarios, cada uno más suculento que el otro. La mirada de mi amigo es una que pone las palabras en su sitio y se conforma con hacerte pensar, logro nada desdeñable, fíjese usted, entre tanta basurilla y entre tanto escritorzuelo de sábado y domingo, cuestión que yo agradezco no sólo en el plano de la literatura, del cine, del arte en general, sino en otros terrenos, no por pragmáticos menos relevantes.
Como ven, la celebración se justifica. Además, la Universidad de Los Andes, entrañable siempre ante mis ojos, ha sido responsable de editar esta obra, cargada no sólo de buena escritura sino muestra de excelente gusto a la hora de elegir portada, colores, papel, tipo de letra y, en fin, mano sobria para materialmente hacer un libro.
Cuando hablaba con Valentín, cuando -me viene a la memoria esa canción de Sabina- no le hacíamos ascos ni a la última copa ni al último bar, mientras se acomodaba los lentes, empinaba el codo y luego se quitaba la espuma pasándose el puño de una camisa mangas largas por la boca, cada vez que él decía algo, en realidad hablaba de sí mismo, de sus obsesiones, de sus miedos, de su infancia, de sus recuerdos, de sus añoranzas, lo que al fin y al cabo me hacía comprender un poco más el sitio donde estaba, la tierra andina que también en ese instante era mi casa, y es precisamente eso lo que respiro en esta obra: una manera de decir que es conversación abierta, que es diálogo, que es toma y dame con rocola al fondo, con cojones, mucho humo y kilates de razonamiento. "La creación del rosado" es un libro de amor que se tradujo en texto para reflexionar sobre el hombre y sus remordimientos, sus placeres, sus aplastamientos o sus indiferencias. De amor, claro, porque se nutre en principio del afecto por la tierra que llenó la niñez y luego la edad madura del autor, pero asimismo del punto de inflexión, de las implicaciones que una mano extendida, o un beso furtivo, o una lágrima en medio de las balas marcan a su paso por nosotros.
Qué duda cabe, vale la pena que lo lea. Entonces seguimos conversando.