How can i go on. Freddy Mercury y Monserrat Caballe.
¿Dejo el enlace y la escuchamos?
http://www.youtube.com/watch?v=EaAExrGO5Ks
11/28/2013
11/18/2013
La corrupción como forma de vida
Tomado de: Expediente contra la corrupción. Revista de Ensayos Políticos. Ediciones de La Causa R, Caracas, año 1, núm. 1, oct. 2013.
Cometer ilícitos, delinquir, manifestar
conductas reñidas con la decencia y con las leyes ha sido, es y será un hecho
inherente a la condición humana. Hobbes ya lo decía, palabras más, palabras
menos: es tan peligroso el hoyo en el podemos caer que sólo el contrato social
nos salva de nuestra naturaleza destructora.
Así, perseguimos el bien común poniéndonos
de acuerdo para vivir en sociedad. Nos protegemos, a fin de cuentas, de
nosotros mismos. Corromperse siempre va a resultar una posibilidad al alcance
de la mano. No es extraña entonces la corrupción, vista a través del lente, del abanico a propósito de lo que en
ella cabe, y mucho menos la administrativa, entendida aquí como el desvío
ilícito de lo público hacia el coto de lo particular.
Según ONG’s tan serias como Transparencia
Internacional, Venezuela posee el triste privilegio de ocupar un sitial de
honor entre los países más corruptos del mundo. Si bien el fenómeno existe a lo
largo y ancho de este maltratado planeta, ciertas regiones llaman la atención
porque el mal, que ha engordado, ha echado raíces y se ha apoderado de la
estructura burocrática de los países más golpeados por el flagelo, llega a ser
estructural. El aparato jurídico penal luce en ellos carcomido, la seguridad
ciudadana y el bienestar social en general distan mucho de ser lo que en teoría
deberían, la concentración de poder en manos de un caudillo (un hombre fuerte,
un “iluminado”, un presidente sin mayores controles en su gestión) hace de las
suyas y el resto de los poderes públicos inclina la cerviz ante el Ejecutivo.
Finalmente, la gente, en su inmensa mayoría, no ve con malos ojos el asunto, es
decir, ni condena ni rechaza al pícaro
que medra hasta “triunfar” luego de usar la política como medio para
enriquecerse. De alguna manera la sociedad se erige en cómplice del problema
que nos toca. Nuestro país, triste es decirlo, no escapa a estas verdades.
Para que lo anterior ocurra deben existir
ingredientes fundamentales que sustentan y abonan el florecimiento de la corrupción
que cala hasta los huesos en la
Venezuela del pasado y del presente: un conjunto de valores,
una simbología, una psicología y un lenguaje que erige la plataforma ideológica
sobre la que se sustenta el hecho que abordamos. La sociedad venezolana (y esto
es observable desde la Colonia )
mantiene una relación con el Estado cuyos intereses no convergen en un punto de
fuga donde el objetivo es la consecución del bien común. Pareciera que por lo
general los ciudadanos no consideran como bien público el patrimonio que deben
manejar los distintos gobiernos, de modo que el pillaje en este ámbito puede
ser perdonado y, más aún, justificado gracias a que la administración estatal
es poco menos que una entelequia, concebida por la mayoría como algo ajeno a ella:
una especie de limbo adonde llegan quienes se harán de algún botín. Los bienes
colectivos no son percibidos entonces como posesiones de la ciudadanía sino
como entera propiedad del Estado, refractario siempre a los intereses del común
de los mortales.
Ésto,
sumado a la esperanza depositada en un líder cuya autoridad y carisma resuelvan
todos los problemas, abre las puertas de par en par para que América Latina se
transforme en caldo de cultivo, en tierra fértil donde el pícaro se desarrolle,
transgreda impunemente, hurte, tome los
caminos verdes para lograr sus objetivos, extendiéndose tal mentalidad y tal
conducta a todos los niveles del entramado burocrático y político existente. Si
el Estado es percibido como un ente lejano al ciudadano cuyos fines no
concuerdan con sus esperanzas e intereses (el progreso, el bienestar), no debe
extrañar entonces la realidad que hoy como nunca tenemos enfrente.
El héroe y el pícaro (los dos rostros del
líder redentor) se dan la mano, se encaraman en el altar de lo mágico, de lo
todopoderoso en función de un ejercicio equivalente a la exacerbación de la mediocridad y el populismo en sus peores manifestaciones.
Cuando uno y otro (en verdad el anverso y el reverso de esa moneda que supone
una sociedad menos contagiada de estos males) se funden, se transforman en el
trampolín que brinda el tan ansiado ascenso fácil, lo cual, por otras vías,
luce casi inaccesible.
El cáncer de la corrupción se pasea rozagante por la administración
pública venezolana y ya sabemos lo que
éste provoca en cualquier democracia sin suficientes anticuerpos para
combatirlo a fondo: termina socavándola, disminuyéndola a niveles que serán la
caricatura de lo que deberíamos construir. Hoy, en Venezuela, es urgente que la
decencia prevalezca. Es la única manera de preservar la democracia misma.
11/01/2013
Papel Literario
El domingo 27 de octubre el diario El Nacional publicó, sólo en la web, su Papel Literario. La razón fue económica,
o sea, falta de dólares para importar papel. Ustedes comprenden. La necesidad,
pues, obligó a mutilar la edición impresa de esa fecha.
Lo anterior es perfectamente comprensible.
Ante la desolación brutal que vive este país resulta ineludible tomar
decisiones, muy drásticas a veces, a la hora de manejar una empresa. Si escasea
materia prima para trabajar y salir adelante el corolario exige reacomodos: se
eliminarán ciertas páginas, se disminuirán otras y, en fin, se replanteará el
asunto con el objetivo de mantenerse a flote.
Hasta aquí todo hermoso, como el oso. Nada
que un buen capitán no lleve a cabo cuando llega la tormenta si la cuestión es
evitar naufragios. No obstante, Papel Literario -preciso es no olvidarlo- es el suplemento cultural más longevo de
América Latina, es una escuela y un nicho particular en el que se ha pensado el
país desde la literatura y desde diferentes manifestaciones del arte; es un
espacio con siete décadas a cuestas quebrándonos los platos en la cabeza y es
una manera de escrutar el mundo hasta rehacerlo mediante la palabra, las ideas
y el pensamiento, lo cual no es concha de ajo ni nada que se le parezca. Nelson Rivera, su director, escribe desde el
lamento: “la falta de divisas necesarias para la compra de papel ha alcanzado
también a este diario, como a tantos otros en el país. Mientras este asunto
encuentra solución, los lectores podrán encontrarnos en la web”. Y yo le
pregunto a este individuo: ¿Por qué coño el suplemento literario fue la víctima
escogida? ¿Por qué razón no enviaron al limbo de lo virtual al cuerpo de farándula,
sólo por mencionar un ejemplito?
“Porque nos da la real gana, señor, y
déjese ya de andar jodiendo”. Punto. Esa podría ser la lápida para mis
interrogantes. Me parece del carajo. Prefiero la honestidad de un escupitajo
semejante a la alharaca de la mutilación perpetuada por la mano indolente de
una realidad económica y política que nos tiene agarrados por los huevos. La
culpa es del gobierno, ajá, con sus prácticas malsanas, con su incapacidad
demostrada a lo largo de estos quince años de tragedia nacional. Excusas dadas,
vista a la bandera, lloriqueos blandiendo el aire, se acabó. No me anden con
pendejadas, por favor.
Que este gobierno sea un bodrio, un
parapeto impresentable y una cueva de ineptos al por mayor no es secreto para
nadie. ¿Qué diablos puede importarle a un Maduro, a un Pedro Carreño, a un
Cabello o a un Chacón lo literario, el arte y cuanta cosa despida tufos
parecidos? Un pepino. ¿Qué demonios pasa si el Papel Literario, y digo más, si El
Nacional, El Universal, Correo del Caroní, Tal Cual y demás impresos semejantes, junto a la madre que los
parió, son borrados del mapa gracias al desastre económico que hace trizas todo
lo que toca? Nada, absolutamente nada ante la mediocridad, la oscuridad, la
incultura de tales personajes. Motivo de fiesta, que hay menos estorbos para la
revolución. Pero ese no es el punto.
Lo que resulta imperdonable en este novelón
son los dedos índices desplegados en todas direcciones menos en la propia, el
cotorreo vacuo y el perenne ya veremos. La cuerda revienta por lo más delgado,
claro, y da la casualidad de que para El
Nacional lo más delgado, la carnita para la parrilla, lo sacrificable por
motivos de fuerza mayor y blablablá ha sido la hechura cultural de un Papel Literario que significa todo un
universo a propósito de lo que hemos sido y somos como pueblo, nada menos. No
me vengan con monsergas: o importa para El
Nacional el suplemento con lo que simboliza e implica, con su carga de
décadas llenas de inteligencia y talento creador, con su quehacer a brazo
partido en función de una mejor sociedad y unos mejores individuos, o los
lamentos son palabra y pose, lenguaradas sin valor y bastante demagogia, que
vaya viendo usted, no es exclusiva de Maduro y sus secuaces.
Si el Papel
Literario en verdad supone para estos señores lo que dicen que supone, otro
gallo vendrá a cantar al patio, nuevamente tendremos Papel… en la entrega impresa de cada domingo. Lo demás es cháchara
de la que estamos hartos, lágrimas de cocodrilo para engordar la historia
nacional de los ridículos, paja bruta como de costumbre. Amanecerá y veremos.
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