7/04/2011

La felicidad organizada

Para un político maniqueísta la vida tiene dos caras: una buena, que está de su lado, y otra mala, en la acera de enfrente. Para Chávez, caudillo comunista y militarista, la revolución implica el lado bueno de esta realidad agobiada por la antítesis contrarrevolucionaria llamada neoliberalismo, imperialismo, globalización o cultura occidental.
El deber de toda democracia es producir demócratas, fraguarlos, educar a la gente en el quehacer de esa práctica que es sumamente difícil de alcanzar. La venezolana no ha cumplido a cabalidad con este imperativo, asunto evidenciable con sólo observar la impunidad en los desmanes del gobierno, la forma como se manejan los recursos públicos, el talante fascistoide en sus afanes de control total. Y lo pagaremos caro. Cuando este gobierno se vaya al diablo, recoger los vidrios rotos costará Dios y su ayuda. Si la democracia gozara de buena salud en Venezuela, la acción política como respuesta a los desafueros gubernamentales habría puesto pie en el freno, los contrapesos estarían ahí, pues toda democracia, más que la sumatoria de sus instituciones, supone el ejercicio de esa democracia en tales instituciones. Estamos lejos de semejante referente.
El Gobierno venezolano ve la felicidad alrededor. Su proyecto, que es fiel y subordinado constructor de la dictadura cubana, va a ser la llave para salvarnos. La ideología comunista, en bancarrota desde el ruinoso fin de la era soviética, no legitima ya a nada ni a nadie, pero sí el "socialismo del siglo XXI", especie de mezcolanza entre las ideas de Marx, Lenin, Castro, Lukashenko, Bernal, Cilia Flores, Ramonet y el mismo Hugo, extraño Merlín que hace conjuros, lanza hechizos y juega a su antojo con la pócima. Nadie sabe en realidad qué es el fulano socialismo del chavismo, pero funciona muy bien para meter de cabeza a la felicidad en Venezuela. Si no, que hable el nuevorriquismo de estos lares.
En su mente alucinada, Chávez imagina que está formando un maravilloso frente antiimperialista, estrechando lazos con las dictaduras más tétricas del mundo (Cuba, Irán y Bielorrusia). El enemigo externo, llámese Aznar, llámese imperio o llámese Bush, comodín utilizado por todos los autócratas con constancia que sorprende, juega su papel: no importa gobernar, no importa hacer lo que un gobierno normal debe hacer, no importa el diálogo, el consenso o la búsqueda de soluciones para los verdaderos problemas; lo primordial es el conflicto, la antipolítica. Antipolítica e ideología van de la mano, pues la primera le da la espalda a la realidad, a la falta de agua o a la criminalidad o al costo de la vida, y la segunda actúa cuando el objetivo es controlar esa realidad. La felicidad entonces como imposición, no como un logro. Fracaso por los cuatro costados.
La felicidad de Mercal o Barrio Adentro, la felicidad de las misiones en líneas generales maquilla, y sólo maquilla el rostro de alegría. Nadie en su sano juicio puede estar en contra de más salud para la gente, de más alimento para la gente, de más educación para la gente, de más logros para la gente. Pero cuando este cuadro se ve de cerca, si nos ponemos a escudriñar la anatomía del entramado que se vende como la gran maravilla, saltan a la vista los pies de barro, el embuste y la tragedia: cuando los astronómicos ingresos petroleros mermen, ¿quién sostendrá el gasto?, ¿quién pagará la cuenta del banquete? Muy bonito el sueño. Horroroso el despertar. Ya lo decía Uslar: no sembramos el petróleo. Otro "boom" al desagüe, no terminamos de aprender. Si usted no genera riqueza, no tiene qué distribuir, así de simple, y nosotros distamos mucho de hacerlo, es más, aquí se hace lo que sea por impedirlo. Para recordar y guardando las distancias: Hitler consiguió el mejor sistema de seguridad social europeo. Excelente muchacho.
El espejismo feliz del Gobierno venezolano va a terminar mal, como ha ocurrido con todos y cada uno de los afiebrados relumbrones de euforia presentes en las fantasías de cuanto líder mesiánico ha pasado por estas tierras. De una felicidad planificada, centrada en el gran jefe e irradiada a la feligresía por obra y gracia de populismo y de razones ideológicas puede esperarse cualquier cosa, menos un estado amoroso duradero. La realidad no da para tanto. Siempre he tenido la seguridad de que Chávez va a rendir cuentas ante los tribunales, de eso no me cabe duda. Mientras tanto, la felicidad reina y la danza continúa. La felicidad organizada, que es la peor forma de planificar todo lo contrario.

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