9/12/2011



Junio de 2008




Terminando de leer un artículo de Rosa Montero acerca de los pobres, la escritora remata a quemarropa: "demagogos ilustres se han llenado la boca y los bolsillos declamando sobre ellos, por ejemplo". Y es que los pobres, es verdad, son para cretinos de todos los pelajes simple carne de cañón, lomito predilecto de cuanto vivo se mete entre ceja y ceja ganar indulgencia con escapulario ajeno. Claro, la pobreza pasa a ser la otra mejilla, siempre a punto para el golpe de rigor.
Es posible que quienes buscan el poder a como dé lugar (y quienes lo persiguen de alguna otra manera) encuentren rebuscadas formas para dar el salto de felino. Pero aquí, lo que se dice en estas tierras y en estos tremedales, la demagogia en pasta tiene su coro de voces inocentes, guarda un nicho tibio las veinticuatro horas del día, listo para darle uso, burlón y desechable, tan pronto suene el click que ordena la apertura de campaña. Así más o menos se definen las cosas, o lo que viene siendo igual, tal es el modo, endémico en los predios patrios, de intentar llevarse el triunfo a los bolsillos.Un pobre, por supuesto, es moneda de uso corriente mientras exista un candidato a la redonda. Vale lo que cuesta un voto, asunto nada despreciable si es que de usar la calculadora se trata. Total, que la pobreza pica, se extiende, y para cuando usted despabila vuelve el politiquero otra vez al picoteo con la fuerza de todo el uso y el abuso que representa sin ambages.
Con razón el hambre gana empuje en una bajadita directamente proporcional a la demagogia que se tenga enfrente. Obvio, mientras más pobres, seguro que lo demagógico, salpicado aquí y allá con el infaltable populismo, halla caldo de cultivo para reiniciar andanzas. La pobreza crea pobreza, pues, pero mediante carambolas, es decir, gracias al interesado movimiento que se inicia arriba, en las esferas de poder grueso, duro y puro, único eslabón (más los salpicados) que conservará su rosagancia, su salud y su papada cuando lleguen los desastres.
Ya lo dicen los que saben: un discurso en su momento hace las veces de una bomba atómica. Y si le queda alguna duda, ahí está Rafael Caldera en el Congreso luego de la metralla golpista. Por esto, quien pretenda tomar el coroto por los cuernos (la silla presidencial o alguna otra remotamente parecida) debe afinar la lengua, los gestos y la historia. Sí, la historia es infaltable, pues de ella se escupe con facilidad lo mitológico, la excusa perfecta, el cuento chino, la justificación total, o como le plazca a usted llamar al simple embuste. Moraleja: para llegar al poder, sobre todo en parajes como éstos, dé por hecho una atragantada con mentira.
La pobreza es un negocio, qué duda va a caber. Si alguien se molesta en sacar cuentas no encontraría sobre la faz de este país atolondrado ejemplo parecido de inversión y ganancias segurísimas. La pobreza es un negocio, por supuesto que sí, hasta que a la Caperucita se le noten los colmillos, los inmensos ojos para ver mejor y las grandes orejas, puntiagudas y peludas. Cuando eso pasa, justo al momento en que algo así comienza a producirse, lo demás es previsible. La debacle se colará por las ventanas, brincará los paredones o terminará metiéndose por la cocina. Y lo que es peor: hasta podría tomar la puerta grande, o sea, la principal. Se han visto casos.
Que cada quien resuelva o que cada cual entienda. La moraleja y conclusión, en esta fábula común, termina poniéndola usted.


No hay comentarios.: