9/20/2011

Mala leche

Abril de 2008

Pues nada. Pasa el tiempo y es como si no pasara. Ahora resulta que un político, gobernador de este estado para más señas, le quita importancia a un problema con la animosidad del mago que saca conejos de un sombrero. Vainas van y vainas vienen.
Ha dicho el político de marras que el tema de la delincuencia está politizado. Entiendo, si de entender frases se trata, que la inseguridad y los malandros, en números crecientes no precisamente por su puntería a la hora de combatir estos males, son el hiperbólico registro de ciertas pupilas opositoras, ociosas, para remate imperialistas, golpistas, etcétera, etcétera, etcétera. O sea ha afirmado el señor, sin que le tiemble el meñique, que este desastre de país, con sus 16 mil muertos anuales gracias al hampa, equivale en realidad a un problemilla de poca monta, politizado, eso sí, por los malos de siempre que deben ser la prensa, el ciudadano común o los críticos de cualquier pelaje. Mala leche, hombre, mala leche.
Desde el bueno de Platón el asunto anda más o menos claro. Si usted se toma la molestia de hojear su obra "Las Leyes", si le echamos un vistazo a lo que con pelos y señales se viene discutiendo desde que Occidente es Occidente, el diálogo platónico pone frente a nuestras narices un hecho indiscutible hasta para el más tarugo: todos somos políticos, lo cual arroja una conclusión la mar de incómoda para ciertos seres: el juego de la política se ensambla a partir de piezas múltiples, diversas, plurales, y mientras más disímiles mejor.
El gobernador soltó una verdad queriendo expresar lo contrario. El pobre sostuvo tranquilazo que un kilo de estopas como el de la delincuencia fue politizado, como he de pensar que politizadas quedan demás pendejaditas llamadas perreras, falta de agua en la ciudad, ineptitud de su parte, pésimo suministro eléctrico o destartalada vialidad que si te descuidas, ¡plaf!, terminas engullido por un cráter. Lo dicho: políticos somos todos, y en la polis se atacan políticamente los dolores de cabeza. No hay tu tía. El gobernador entiende la cuestión, pero al revés. Pobre ser. Mala leche, pura mala leche.
Por falta de politización, en el elevado y mejor sentido del término, los salvadores de la patria tienen ganado un terreno formidable. Gracias a la ausencia de educación política, de pensamiento político a diestra y siniestra, en la gente monda y lironda, en quienes piden un chachito en la cafetería, en los ciudadanos, es que un demagogo del tamaño de Hugo Chávez llega nada menos que a la presidencia. Como cualquier fulano entiende que la política (y la natural politización que ella produce) no es asunto que le competa, como Perico de los Palotes, Juan Gutiérrez, Pedro Pérez o Ramón Bermúdez sienten que entre ellos y la política media un kilometraje de espanto, entonces Rangel Gómez, patético gobernador de estas tierras, dice lo que dice, como si nada, como si escupiera una genialidad y aquí estoy yo para que se maravillen.
Educar sería la solución, qué duda cabe. Lo menciono porque a estas alturas pensará usted en qué coño habrá de hacerse para salir de semejante salto atrás. Educar es la vía, aún so pena de que en el camino politiqueros en los cargos acaben con lo que medio queda. Mientras Latinoamérica no apruebe materias pendientes como disminución de la pobreza, inclusión social o educación de calidad, los cantos de sirena, esas voces tentadoras a lomo de iluminados, tanques o manuales marxistas leninistas, se escucharán siempre a la vuelta de la esquina.
Imagine usted lo que el gobernador piensa de política, o de los políticos. Imagíneselo politizando, cogiendo al toro de los problemas por los cuernos del quehacer político en mayúsculas, que a todos nos incumbe. Imagine por un instante que el hombre sabe de polis y otras hierbas. Imagine usted que un estadista gobierna a este estado. Qué va, tanta fantasía, de un plumazo, hiere a las neuronas. El gobernador, eso sí, masculla sus frases a los medios, hace las veces de Chávez en pequeño, en provincia, y pam, pam, listo, a poner cara de autosuficiencia porque el asunto está resuelto. Y los amiguetes a aplaudir.
Mala leche, claro. Por eso andamos como andamos. Pasa el tiempo y es como si no pasara. La misma polvareda, el mismo hedor. Mala leche. Pura mala leche.

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