4/12/2012

Revistas del corazón



Hay gente que abre una revista del corazón y siente náuseas. Confieso que a mí me llaman la atención. Las revistas del corazón son eso: construcciones elaboradas con el objeto de explotar el melodrama en que nos da por transformar algunas realidades.
Yo disfruto un mundo ese oleaje amarillista con el que la mayoría de periódicos usa y abusa del cotorreo sentimental a propósito de Julio Iglesias y no sé quién, o de Catherine Fullop y el afortunado que le baja el cierre de la falda. Gozo, no lo niego, hurgando la frivolidad hecha palabra, y el asunto cobra interés superlativo cuando a partir del cuento rosa, del escándalo entre parejas, del riqui ruque en función de Diosa Canales y el tamaño de sus tetas, emerge una obra hecha pieza maestra a punta de relojería literaria.
Un culebrón televisivo existe más allá de la pantalla, es decir, somos dados a la historia lacrimosa y al moco suelto a favor del “happy end”. Latinoamérica es hiperbólica por mil razones, y en el morbo de un tabloide sensacionalista o en la explosión de un lío de faldas yace, no faltaba más, cierta condición humana. Veamos: un clásico universal. Pongamos por caso: la “Ilíada”.
En el fondo la leo, y en verdad eso hago, como una historia truculenta, como el notición de una época, carne de cañón para las fauces, ávidas de chisme, de un Homero sobrado de talento. ¿Quién me dice que el magma hirviente cuyo colofón es la Guerra de Troya no dio pie a la primera revista del corazón que conozcamos? Cuando se inicia la “Ilíada”, aqueos y troyanos llevan casi diez años de combate encarnizado, precisamente por cuestiones de la carne: Elena, la mujer más bella del mundo y esposa de Menelao, guerrero aqueo, es raptada (y cómo ha disfrutado la pobre del secuestro) por el guapo Paris, hijo del rey de Troya. Ése es el punto, ésa es la razón, tal es el detonante de un conflicto armado llevado a la escritura que se transformó en monumento literario.
De un cuento digno de la “Hola”, de “Buen Hogar” o “Vanidades”, alguien crea una obra maestra. Sigue siendo una boutade del corazón, un chismorreo en boca del más genial paparazzi que ha existido, qué duda cabe a estas alturas. Y el follón, diga usted si no y gústele a quien le guste, llega intacto a nuestros días.

2 comentarios:

Juan Guerrero dijo...

Lo leí de un tirón. Ahora me acuerdo que en mi juventud, en Maracaibo, una vez unas amigas me invitaron a participar en una novela que aparecía por entregas, en folletín con fotografías a colores. Era una imitación de las que sacaban en España, de Corín Tellado. Finalmente no acepté y preferí terminar el curso para reparar matemática, física y química y salir de Tercer Año. Eso fue en el Centro Vocacional y la amiga era de apellido Guerra. Lo recuerdo porque siempre teníamos cruce de palabras jocosas, entre apellidos (Guerra-Guerrero). Pero volviendo al folletín rosa, mi apreciado Roger. También creo y estoy seguro que el primer texto lagrimoso de la historia es Ilíada. Fíjate que tiene todos los ingredientes que siglos después permanecen sin modificación en la truculencia rosa de las novelas modernas. Me dio gusto leerte. Un abrazo de siempre.

roger vilain dijo...

Sí, Juan, la "Ilíada" como folletín rocambolesco elevado al plano del arte con mayúsculas. Eso quise expresar en el texto. Gracias por leer, por escribir, por la amistad. Siempre.
Mi abrazo igual para ti.