7/07/2012

Venezuela ahora es de todos



Febrero de 2008


Es como para reírse a mandíbula batiente. Todos los días el disparate sale a la calle, se para en una esquina, se cuela por el techo y termina aplastándote la nariz, pero el lema que el gobierno se inventó hace rato sí que es una payasada de pronóstico.

El contrasentido, característica fundamental de todo disparate que se respete, cabe de cabo a rabo en la mitología desplegada en tamaña frase. A Venezuela, que en realidad es de los venezolanos, sin excepciones, una partida de gamberros pretende metérsela en los bolsillos. Venezuela para una pandilla, un sector, una macolla politiquera, gobierneros de tomo y lomo autoproclamados de izquierda, y en verdad abanderados del militarismo y la autocracia.

Todavía me desencajo de la risa. ¿Chávez es de izquierda? ¿Este gobierno es de izquierda? Basta escuchar medio segundo los decires del héroe del Museo Militar y sus seguidores para percatarse de que muchos de ellos, muchísimos, nada tienen que envidiarle a la derecha más recalcitrante. La lista de Tascón o el discurso de Ramírez en Pdvsa son apenas par de lentejuelas en este traje de luces. No cabe duda, Chávez confiscó el imaginario romántico de un pseudoizquierdismo que en buena medida le dio frutos electorales pero que asimismo, hoy por hoy, lo desnuda sin misericordia: mientras más habla, más se hunde. Probablemente el Rey se equivocó. No debió mandarlo a callar sino espetarle a quemarropa: hable, hable, siga dándole a esa lengua.

Y no es para menos. El Presidente, en uso de su peculiar estilo de razonamiento, supone que en estos mundos de Dios todo es blanco o todo es negro, todo es brillante u opaco, todo es bueno o todo es malo. Tal maniqueísmo, típico de mentes cuadriculadas al son de mandar a freír monos cualquier relativismo, le hace pensar que la legitimidad histórica rebasa a la constitucional, lo cual justifica esa patente de corso que se toma para burlar la ley y cometer cuanta locura se le mete entre ceja y ceja, asunto practicado con una frecuencia que le hace mucha gracia a él pero bastante daño a este erial que va dejando a su paso. Chávez es un productor de entuertos, vamos, una especie de rey Midas al revés. El Atila del siglo XXI.

La legitimidad histórica que utiliza con destreza impresionante pagándose y dándose el vuelto obedece a adherencias ideológicas que le son entrañables. Éstas conforman un caldo muy rancio que lo impulsa y le da vida. Así, el ideal bolivariano, entendido a conveniencia, o el supuesto socialismo que introduce como base de sustentación en su proyecto de tierra arrasada y abran paso que aquí vengo yo, sirven para hacerle trompetillas a la Constitución, a la ley. Alguna vez lo dijo con todas sus letras: el Estado soy yo. En otra ocasión el cinismo estuvo tan bien alimentado como su persona: nadie, excepto él, puede gobernar este país. En el presente, los nervios traicionan y los disparates engordan: si en noviembre pierde las gobernaciones clave, aquí estallará una guerra.

La ideología, que como sabemos es una camisa de fuerza, marcha a contrapelo de la política, y por supuesto del sentido común. En Chávez pareciera que lo imposible hubiera ocurrido, que él no tiene ideología sino que la ideología lo tiene a él. Entonces, lo político en mayúsculas queda lejos de sus quehaceres prácticos. Por eso consensuar es una pérdida de tiempo, más vale imponer que convencer. Después de todo, Hugo Chávez representa y encarna a un ideal superior que trasciende minucias terrenales como el estricto apego a las leyes o las convicciones democráticas, tan burguesas, tan cargadas de aburrimiento, tan dadas a sentarse en una mesa, negociar y cumplir. Es por ello que lo mejor es obsequiarle un trancazo a la lámpara o aplastar si es necesario a quien ose decir ñe, contraviniendo sus deseos. El fin justifica los medios, compadre.

La Venezuela de todos que el gobierno anhela es la Venezuela que en verdad ocupa la caja craneana de un grupúsculo que jura que llegó para quedarse. Nada más. Su meta es consolidarse vía discursillo revolucionario, permanecer en Miraflores hasta que el cuerpo aguante, hacer de las suyas sin fecha de caducidad. Cualquiera con tres dedos de frente puede verlo a estas alturas. Gobernar, lo que se dice mantener una línea de acción transparente, plural y dialogando siempre, es decir, erigiendo políticas públicas orientadas a hallarle mejoría a este desastre en que vivimos, poco importa. Lo relevante es el caudillo, su condición omnipresente, asfixiante, fastidiosa, entrometida, sus posaderas en la silleta presidencial, su catapultaje como líder universal.

Los insultos a media humanidad de un Chávez desquiciado no son gratuitos. Provienen de una estrategia bien pensada con el objetivo de articular sobre sí mismo la exacerbación emocional que sus incendios producen. Hasta hace poco le daba resultados. De este modo le sacaba el cuerpo al monótono deber de gobernar eficazmente. La ecuación caudillo-adláteres-enemigos cogía fuerza y el país se fracturaba en toletes. Ganaba el Presidente. Veremos qué ocurre en el futuro.

Ahora Venezuela es de todos, dicen sin que les tiemble un músculo del rostro. Claro, hay que tener bolas cuadradas para escupir una expresión así. Éste es el reino del absurdo.

1 comentario:

Antolín Martínez dijo...

Sí, el reino de lo absurdo. Pero todas esas estrategias y acciones disparatadas son, asimismo, peligrosas. En cuanto llamó cochino a HCR, hubo un reclamo del Centro Simon Wiesenthal (http://www.wiesenthal.com/). Los judíos sí saben de esas cosas, pues la deshumanización es el 3er. paso del proceso de genocidio. (Ver http://filosofandoenguayana.blogspot.com/search/label/El%20genocidio).
Muy buenos tus artículos. Siempre interesantes y con una excelente y amena prosa. Saludos.