5/24/2013

Sapos en la vía


    De ser cierto lo que dice, el audioventilador de Mario Silva voló en pedazos un secreto a toda voz: la injerencia extranjera es tolerada y auspiciada por quienes gobiernan, el Consejo Nacional Electoral es una caja negra, la corrupción engordó como jamás antes, haciendo metástasis a placer, y las pugnas entre facciones convirtieron al oficialismo en archipiélago donde el poder se pretende a fuerza de incisivos, caninos, molares y otros dientecitos por el estilo. A modo de colofón, el miedo, confesado por Silva en sus develados cánticos, reina triunfante en las trincheras gobierneras luego de haber hecho lo que les dio la gana por casi tres lustros.
    No es casualidad que estemos donde estamos. De una conducción inepta, de una pésima gerencia de la cosa pública sólo puede resultar el desastre del presente. Hugo Chávez fue el padre de la criatura, especie de Rey Midas al revés que a su antojo y sin controles de ningún tipo manejó entre disparates un país que debería estar ahora mismo, cuando menos, entre los más cultos, eficientes y desarrollados de América Latina. De los gallineros verticales, de la ruta de la empanada, del trueque, de cada invento producto de cuanto seso calenturiento ha pasado por la revolución, cosechamos la realidad que hoy nos aplasta. Nicolás Maduro ha sostenido que es hijo del señor Chávez, y yo le creo de pe a  pa. Demostró heredar, como el mejor, esa carga de incapacidad y torpeza para dirigir nada menos que los destinos de un país.
    Da escalofríos ver a un hombre, vicario de Chávez en Miraflores, superar al padre Atila cabalgando y arrasando. Su gobierno va a seguir combatiendo a los imperios, va a salvar a la América toda, al planeta y la galaxia si da tiempo, pero no puede con los malandros en las calles, con las escuelas que se caen, con la falta de harina, mantequilla, pollo o papel tualé. No puede con la inflación, con el desastre económico que produjo en las universidades, con el desempleo, con la espeluznante dependencia petrolera, con la improductividad generalizada, con los hospitales que dan lástima, con el cementerio de empresas que a la fecha son la mitad de las que había al comienzo de este incendio. Sabe amenazar, expropiar, asfixiar cuanto huela a emprendimiento, hablar hasta por los codos, abusar del poder y poco más. Menuda clase gobernante ésta, llena de medallas sin haber ganado una batalla.
    El audioventilador del señor Silva implica un golpe seco a propósito de lo que cierta izquierda, local y continental, vendió como historia magna, gesta imaginaria que quiso parecerse a  la Cuba de los hermanitos Castro. Hasta el chavismo más recalcitrante tendrá que revisar las bisagras de su tarima, los soportes de sus creencias, los clavos que la sostienen. No es poca cosa eso que croa Mario Silva desde el pantano revolucionario.
    Mientras tanto el país continúa a la expectativa. La entrega por capítulos de esta novela negra, prometida por Ismael garcía, seguramente arrojará más gasolina al fuego  del escándalo actual. Mucha gente advenediza, numerosos defensores del negociado oficialista aportaron su sainete al explicar con malabarismos lo ocurrido: se trata, claro, de un vulgar montaje. Intelectuales gobierneros, por ejemplo, no han abierto la boca, pobrecitos, o lo han hecho sólo para lanzar chasquidos insufribles de la lengua. Bla, bla, bla, bla. En fin, que ante expresiones hilarantes o insultos como los de Maduro al mensajero, lo cierto es que el mensaje es lo menos considerado por quienes gozan del poder. Más de lo mismo.
    Tengo la impresión de que el piso cruje de lo lindo. Mario Silva prendió una antorcha entre vapores inflamables. Aún no terminan las explosiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya uno no sabe con qué adjetivo calificar lo que está sucediendo en el país. Nos han cercenado a ras nuestra capacidad de asombro. Cualquier cosa nos está pareciendo normal. Con el pretexto de que no hay que caer en la ingobernabilidad, con aquello de los derechos humanos (de los delincuentes), con que hay que estar en paz, nadie hace nada y todos quieren que nadie haga nada para no alterar esa "normalidad" cancerígena que nos engulle.
8 planes Marshall le han entrado a este país en la era chávez. ¡8! Y con uno solo se reconstruyeron 17 países que estaban en ruinas. Damos lástima.