10/04/2013

El rosado y el ahora


    En este país somos los primeros en algunas cosas. En mujeres bellas, por ejemplo. ¿Quién se atreve a dudarlo?, en más pícaros por centímetro cuadrado o en gente que se cree la más feliz del mundo.
    El otro día leía el periódico y hay que ver, somos unos tigres en inflación por las nubes, unos linces en asfixiar la libertad económica o en inseguridad en las calles, somos los campeones en corrupción, en descalabros de cualquier ralea y otras lindezas por el estilo. Complete usted la lista y cáigase para atrás.
    Recuerdo con nostalgia aquellos primeros tiempos de estos últimos fenomenales quince años en que un súper pensador, una caja de machetes llamada Jorge Giordani pegaba gritos a propósito de la década plateada, que ya venía, y la dorada, que Venezuela tenía a tirito, todo en perfecta armonía con Chávez vociferando el cuento de la potencia. Sin que le temblara un pelo repetía mañana, tarde y noche que este país hoy hecho un moñongo iba a ser una potencia, económica, tecnológica, pesquera, zandunguera y cuanto disparate le atravesaba los sesos mientras alternaba arengas con bailes, cuentos, chistes e insultos a quienes le recomendaban menos litio y más estudio.
    Resulta que ya somos un motor fundido. La Venezuela de este nuevo siglo camina para atrás a paso de vencedores, lo cual es tan verdad que si te descuidas un segundo terminas aplastado, pateado, vuelto una maraña de escombros por cuarenta mil razones aunque fíjate tú, tenemos patria, comandantes supremos, espadas que caminan por América Latina y bandidos dispuestos a continuar llenándose los bolsillos a cuenta del erario público, que al fin al cabo también les pertenece, no vayas tú a ponerte necio. Tengo la impresión de que Giordani, Jorgito Rodríguez, un bebé de pecho como Pedro Carreño o ese estadista que es Nicolás Maduro agarraron al toro de los problemas por los cuernos y éste acabó seccionándoles la femoral, pobrecitos los bienintencionados. Hay que llamar a los bomberos.
    Estoy en la consulta médica, respiro, respiro otra vez, me obligo a aguantar porque ya saben, esperar tu turno mientras llega el doctor Pérez o la doctora Aguerrevere supone armarte de una paciencia que no tienes y que no te da la gana de tener. Entonces lo observas sobre la mesita: el periódico del día, el único que existe en esa sala de los mil demonios, el diario Vea, gobiernero, embustero, nido de plumíferos que escriben todos masajeándose el ombligo. Bostezo y lo abro. Venezuela es tierra rosadita, es una fantasía que el comandante ha hecho realidad únicamente para ti. No tiene parangón. Es el paraíso que te niegas a aceptar por malagradecido, por imperialista, por esa carga de odio y desamor que te inyectó el capitalismo. Por algo la Central Intelligence Agency, alias CÍA, te corre por la venas y andas por la vida untado de pitiyanquismo, de oligarca hasta debajo de las uñas. El diario Vea es la luz, y la luz a veces encandila. Cuando te acostumbres notarás las maravillas, verás qué país tan súper del carajo la revolución ha modelado a tu medida.
    Mientras tanto llega Aguerrevere. Dejo el periódico en su sitio. Venezuela continúa tan gris como antes. 

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