Un líder mesiánico accede al poder y jura
por todos sus muertos que 1: llegó para quedarse, 2: va a refundar desde La
Asociación de Sembradores de Bejuco en Guasipati hasta la patria, no faltaba
más, y 3: que el mundo debe estar agradecido porque él siempre va a salvarlo de
los malos. Ningún mesías acepta medias tintas, o estás con él o que te lleve el
diablo, y para evitarte el trance se empeña con ahínco en sustituir la
realidad.
La realidad, claro, es algo que un manojo
de calenturientas circunvoluciones cerebrales haciendo vida activa en
funcionarios bien trajeados construye a como dé lugar. Importa un pepino que
los hechos contradigan las arengas del mandón, total, vale más lo que
un bebé de pecho cuyo nombre era Joseph y su apellido Stalin se esforzó en
elevar a política de Estado: eso que dieron en llamar ingeniería social.
Inventar la realidad, pues, es hacer que el mercado, el agro, los sueños, la
inflación, el erotismo, el comportamiento de los transeúntes en las calles o el
índice de Gini, obedezcan a ciertos burócratas y los complazcan. Pasa por
echarle mano a mecanismos de control de masas que habitan el lenguaje. A través
de éste un trasnochado con carisma se mete el universo en el bolsillo. Hugo
Chávez Frías, sin discusión el más
grande demagogo que ha parido el patio y sus alrededores, conocía de sus
talentos, sabía qué estaba haciendo. Para colmo, los dioses le dieron una ñapa
saltarina que para qué te cuento: la chequera que camina por América Latina. Dame un punto de apoyo y muevo al mundo, dijo
aquél. Dame a PDVSA rendida y compro tu mundo, tu punto y tu apoyo, dijo el
otro. Lo demás es historia.
El lenguaje está ahí para fabricar
universos. Contaba el poeta que una flor perdería su fragancia si no se
denominara flor. Imagínalo un segundo, fíjate qué verdad impresionante. Por eso
Chávez decía ñe y sus amiguitos continuaban: ñeeeeeeeeeeee, al punto de que ruidos tan insignificantes
terminaban siendo, verdad entre verdades, maravillosos cultivos hidropónicos,
rutas exquisitas como la de la empanada, cuchis gallineros verticales, y así.
Del sombrero del mago saltan conejos de todos los pelajes, o lo que es lo
mismo, del lenguaje, del palabreo del showman
y de la cuenta corriente a reventar, qué te puedo decir, el escenario cobra
sabrosura, se torna feliz, tan chévere (pronúncialo así, suponiendo que tienes un
chicle enredándote la lengua) como ninguno.
La Revolución Bolivariana, y también Bolivarera
porque ser rico sólo es malo de los dientes para afuera, se metió entre ceja y
ceja modificar cierto estado de cosas en este país chatarra que va siendo
Venezuela. Para ello ha chasqueado, chasquea y no sé si chasqueará, los dedos
dándole palmaditas al lenguaje en las espaldas. Y entonces irrumpe el color
rosa, y todo cambia, se torna, se troca. Todo empieza a funcionar. Mira tú: A.
Cuarta y Quinta República. ¿Has visto semejante disparate?, ¿a cuenta de qué esta
república número cinco?, ¿dónde están los argumentos para crearla? B. Inflación
inducida. ¿Los extraterrestres, Álvaro Uribe y esos buhoneros de la esquina
borran a hurtadillas los precios de las etiquetas para subirlos después como
les da la gana? Jaaaaa, jajajaaaaa, jajajaaaaaaaaaaaa. C: Socialismo del Siglo
XXI. ¿Tendría Chávez, tienen Darío Vivas, William Saab, Cabello o un simpático
hablachento como Istúriz luces mínimas sobre tan conspicuo parapeto? D:
Intercambios comerciales asimétricos. ¿Es injusto que comerciemos libremente
con USA o con China por aquello de David contra Goliat y demás paparruchadas
pero justísimo que lo hagamos con Bolivia, Trinidad o con Guyana? E: Precio
justo. ¿Cuál?, ¿dónde?, ¿hay justicia en un kilo de pollo a cincuenta bolívares?
¿Y qué decir cuando un haitiano piensa que es más justo el petróleo a nueve
dólares? F: Escuálido. Resulta que quien no piense como camarada es un insecto,
execrable en consecuencia. No existe el digno opositor. Ahí quedan los escuálidos.
G: Patriota cooperante. El despreciable sapo, el chismoso sin vergüenza es nada
menos que un patriota, uno que presta sus servicios a la Historia, a la Verdad
y a la Justicia, todo encarnado en yo el supremo. H: Guerra económica. No
hacemos nada equivocado. La política económica de la Revolución, que por eso es
Revolución para que lo sepas, genera un bienestar en la gente sencilla que le da envidia a otros: empresarios,
oligarcas, burgueses, pitiyanquis, bachaqueros, traidores, especuladores,
acaparadores y otros ores. Si estamos quebrados es por ellos.
Hoy, lo que se dice en el presente,
filosóficamente hablando déjenme decirles que se ha llegado al llegadero. Los
platos se revientan sobre lomos, espaldas y cabezas. No hay líder mesiánico, no
hay caudillo iluminado, no hay chequera que siquiera renquee, no existe entorno
transformable por las lenguaradas de un Maduro. ¡Plaf!, un país se vino abajo, terminó cayéndose de un coco. Venezuela ya no es una serie de chasquidos de la lengua.
1 comentario:
Very good
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