6/23/2010

La chica del Mac

Conocí a una chica en McDonald’s y quedé mudo. Fue hace poco. Entré, pedí ensalada y hamburguesa con tocineta, entonces todo comenzó muy rápido. Desde la mesa observé que tendría veinte o a lo sumo veintidós. Joven, sí, guapa por todos los costados, con el cabello recogido y una gorra encima que la hacía ver como deportista prestada al oficio de las papas fritas.
Tres clientes le hablaban, soltaban frases a quemarropa, y por cómo reaccionaba ella pensé en tres hijos de puta. Que un hombre corteje a una mujer, vale. Que lo haga como se cultiva un jardín, con tacto, con ternura, con la frente en alto y con respeto. Va que chuta. Pero éstos daban la impresión de ser pasto del alcohol entremezclado con sadismo puro y duro. Tres joyas de la corona puestos un fin de semana ahí, frente a una chica hermosa e indefensa, para babear la barra y a ella misma.
La joven era un capullo, claro, abatido por vientos que supo capear de inmejorable forma. A estas alturas, defender doncellas porque un trío de bestias abusen de su condición de machos no es que me quite el sueño ni nada que se le parezca. Pero podría jurar que un minuto más y nos reventamos los cojones todos. Mucha gente piensa que somos humanos y ya. Que semejante cualidad basta para otorgarnos certificado de suficiencia. Que cualquier vida, justamente por humana, es asimismo sagrada. Y yo respondo que se vayan al carajo, que una vida humana esforzándose en perjudicarlo todo es menos sacra y goza de menos respeto que muchos perros de la calle. A éstos, la mayoría de las veces les sobra dignidad, van a trancas y barrancas por el mundo, con la vida a cuestas y con el lomo ulcerado, haciendo de las suyas para engullirse un bocado de alimento y llevando su osamenta con la verticalidad del caso. Tengo un asunto personal con estos individuos. Los machos del barrio me producen náuseas, y al verlos en el Mac haciendo lo que hacían deseé que corriera sangre. La de ellos.
Se creen listos, los más listos de la clase. Y suponen que Dios les cuelga del escroto. Esta gentuza se ha dado a la tarea de convencerse de que la inmortalidad los roza, y con ella la superioridad por encima de cualquiera. Pensé en una Colt, en una Magnum, pum pum, y llévense a éstos a abonar rosales. La vida humana, que es frágil, que es un pétalo o un soplo, y saberlo hace que nos tiemblen hasta las pestañas, exige más que una barra, una caja registradora y una chica acosada por coyotes. La vida es frágil, y bastaría un mínimo descalabro, apenas una tuerca mal puesta, un tornillo fuera de su sitio, un virus que entra y nos atrapa o un borracho al volante que nos lleve por el medio, para darle vuelta al mejor de los presagios, ese que suponemos nos ampara, y mandarnos para siempre a freír espárragos en el infierno. Estos tres salidos de la noche relajada ni siquiera se dan cuenta de lo que puede ser la vida, claro, esa que se empeñan en desperdiciar, o la muerte.
La chica del Mac hizo lo suyo y salió adelante. Plantó cara, fue mujer y fue hombre, resistió, toda una artista de la esgrima, una maga del capote. Le pregunté su nombre, Clara, eso me dijo. Cuatro cosas, mascullaron cuatro cosas y por fin se fueron. Sentí algo de vergüenza, debí romperme la crisma intentando rompérselas a ellos, pensé. Le pedí el favor de aceptar un helado. Cuando iba a negarse levanté mi dedo índice y, llevándolo a los labios, en una especie de susurro aclaré que pagaría uno de vainilla, ya sabes, Clara, para que lo tomes cuando por fin te toque irte. Entonces me largué. Afuera aquellos tres bebían de la misma botella.

3 comentarios:

Roberto Echeto dijo...

Bróder, este texto es una auténtica belleza. Y qué bella Clara.

Bohemia&Té dijo...

Tan lindo Róger, siempre tan buen muchacho!
Ay, amigo... tenía días sin leer algo tuyo, pero allí estás escrito tal como eres.

Un abrazo y saludos por tu casa.

LEONER RAMOS dijo...

Caramba, flaco, cuando vayas a cazar una coñaza, me llamas. Mira que me gusta la vaina, y en eso de reventar cojones tengo un postgrado. Aunque ando un tanto averiado, todavía me quedan unas derechas fulminantes en el repertorio. Otra cosa, lindo eso de andar desfaciendo entuertos. No serías Roger de Vilaín si no blandieras el acero frente a los infames. Otro bravo, sire...