7/19/2011

El sueño posible

Entre tanta monserga populista y entre dosis de demagogia astronómica, me he acercado nuevamente al libro que hace tiempo publicó Gerver Torres. “Un sueño para Venezuela”, que es como se llama el texto en cuestión, para nada perfila cuadros sostenidos con los alfileres de la utopía o del blablismo incontrolado. La falta de respeto al ciudadano, el hacer típico del político pacotillero que echa mano al juego eterno con las esperanzas de la mayoría excluida, no se encontrará en sus líneas.
Ésta es una obra desmitificadora, que desde el presente revisa lo que hemos venido siendo y lo que podemos ser en un futuro si se emprenden los correctivos necesarios. La pobreza, tal y como es considerada en el trabajo de Torres, resulta un enemigo derrotable, y para más señas, son veinticinco años el tiempo prudencial que fija para alejarnos suficientemente de ella, repito, dándole preponderancia a la sensatez y tomando sin tardanza la ruta del desarrollo. Claro, es de importancia capital sacudirse el polvo de ciertas disparatadas creencias, como el hecho de suponer que vivimos en un país rico, o que no se necesita gente capaz sino una que reparta equitativamente lo que hay, lo cual empalma con la idea errada de que esa misma riqueza es producida por la naturaleza, por los gobiernos, por cualquier ente inefable y no por los ciudadanos. Esto, aunado al convencimiento de que el Estado es la solución para todos los problemas y a la expectativa de lograr “buenos contactos” porque ellos son más valiosos que los méritos, constituye el cóctel perfecto para que la sociedad clientelar que hemos construido se mantenga robusta y saludable, amén de que se espanten, como quienes ven fantasmas, posibilidades de crecimiento y, en consecuencia, mejorías en las condiciones de vida para todos.
Los datos y números que maneja el profesor Torres verdaderamente asustan. Nuestro país, hace un cuarto de siglo, era tan rico como Japón. El producto por persona aquí superaba, a comienzos de los setenta, al de los japoneses. Hoy esa nación nos triplica. Hace veinte años, por ejemplo, Venezuela poseía un producto por habitante igual al de España. En el presente nos duplican. Hace poco más de dos décadas, Estados Unidos duplicaba su producto por persona en relación con nosotros. A estas alturas lo cuadruplicaron. En lo últimos veinte años la pobreza crítica se triplicó, mientras que la pobreza general se duplicó (botón de muestra: más del cuarenta por ciento de los venezolanos no tiene acceso a cloacas). Como si lo anterior fuese poco, ocupamos un vergonzoso segundo lugar en Latinoamérica a la hora de contabilizar víctimas de la delincuencia. En el “Reporte de Competitividad Global” del Foro Económico Mundial, que arroja resultados sobre un estudio realizado a cincuenta y nueve países del mundo con la intención de medir sus potenciales competitivos, quedamos últimos en competencia del sector público, y eso no es todo: nos ubicamos en el lugar 58 de 59 en estabilidad institucional, 58 de 59 en independencia del sistema judicial, 57 de 59 en imparcialidad de las cortes y 56 de 59 en cuanto a efectividad de la policía. Sepa usted que la muestra de países seleccionados incluyó a todos los continentes.
Acercarse a “Un sueño para Venezuela” pasa por reconocer y sorprenderse con verdades lacerantes como éstas, pero asimismo implica vislumbrar lo que es posible llevar a cabo si queremos cambiar en ciento ochenta grados el rumbo que ha terminado perdiéndonos. Y el componente humano, es decir la gente, es el elemento fundamental del golpe de timón que Torres invita a dar. Sin educación no seremos capaces de preparar el terreno para el despegue, para la generación de riqueza, para combatir y doblegar efectivamente la miseria. Educación, esa es la clave, de la mano de la descentralización, con el impulso a la inversión local y foránea, con el control del desaguadero que significa el gasto público al garete, con equilibrio en las finanzas, con la lucha a brazo partido contra la corrupción, con democracia, sin cantos de sirenas, y con un proyecto de país consensuado que no se quiebre ante los sucesivos cambios de gobierno. Tal es la tarea que se plantea en el texto. Es posible, según el autor, dar el salto al Primer Mundo, pero lograr algo así exige poner en marcha una maquinaria que desde hace mucho está destartalada.
Gerver Torres perfila un país posible y alcanzable. Se trata de un trabajo que en el marco de la complejidad de nuestra realidad, maneja y ofrece con sencillez y transparencia conceptos económicos y teorías filosóficas intrincadas, de modo que la mayoría puede entenderlo si se toma la molestia (que no es tal sino un placer) de leerlo con cuidado. El libro muestra claramente lo mal que lo hemos hecho, el pésimo desempeño que como país lastimosamente arroja Venezuela, pero ofrece también una visión interesante de lo que puede emprenderse para revertir la locura que tenemos.
Vale la pena echarle un vistazo. Les aseguro que no procura desperdicios.

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