9/11/2011

Pienso, luego existo...

En los aeropuertos, fíjese qué curiosidad, la vida se parece a un limbo donde pasado y futuro son una misma cosa. El presente se muere en ese instante. Vamos, venimos, caminamos, y el mundo encapsulado abarca la justa medida de nuestro corazón que palpita al mismo ritmo de un adiós, de una bienvenida, de un viaje acaso mil veces esperado. En esas zonas raras que son los aeropuertos se erige la más grande pompa de jabón, la extraordinaria presencia de un alto en pleno marasmo de los quehaceres cotidianos.Cada punto de fuga que es la terminal aérea, donde convergen tantos seres que se cruzan en millones de líneas nada más que para de inmediato irse otra vez a sus vidas, es decir, a la vuelta del tiempo y de sus existencias entregadas como amantes a un ambiente de pareja, familiar o de trabajo, digo, en esos sitios llenos de esperanzas porque los minuteros arranquen de nuevo su cuenta regresiva, cabe la gelatinosa presencia de la negación, del no lugar, del quiebre en el transcurso de una rutina establecida que muy pronto debe restaurarse. Ahí, en esa gota que se salió del océano, la vida no se parece a la vida.

1 comentario:

Alana Márquez Reverand dijo...

¿y qué decir del equipaje?! :)