1/18/2012

¿Dónde estará William Saab?



Diciembre de 2002

Hay gente que emposta la voz y gargarea. Sobre todo, supone que su tarea está cumplida porque un barullo de chillidos son lanzados con puntualidad al barril sin fondo de los discursos pacotilleros.
Hay gente cotorrera en extremo, especialista en embauques lingüísticos, y cuando digo esto me refiero a esa maña encarnada como ninguna por el señor Chávez, que pica y se extiende atravesando de cuajo la caterva de políticos idénticos a los adecos y copeyanos de siempre, sazonada con aires de gran intelectualismo a veces, especie de emergente “intelligentsia”, útil nada más que para hacerle la corte al jefazo de turno.
Hay gente, también, que en cierta etapa de su vida promete y promete, enseña con vehemencia el potencial guardado como para un futuro sin dudas luminoso, pero que pasos más allá pulveriza como si nada, como si un juego de espejos sólo hubiese reflejado una posible cara, un rostro para nada vinculado con la despreciable fisonomía del presente.
Tarek William Saab, triste es decirlo, calza muy bien en la horma derruida de este cuento. De su inclinación hacia esa dama inefable que llaman poesía y de su pasado como “luchador” por los Derechos Humanos, al gélido y desastroso hoy en día, pues media un abismo inundado de inacción, de actitudes contrapuestas a antiguas peroratas y, en fin, de vergonzoso uso y abuso politiquero.
Da lástima, por encima de cualquier cosa, la juventud de este ejemplar, desperdiciada en una revolución inservible de la que le costará una enormidad recuperarse. Fue mucho el empeño, no lo dudo, y mucha la entrega del pobre William a una revolución calenturienta producto de fiebres no sudadas, lo que duplica el golpetazo contra el muro durísimo de la realidad, con la que sin dudas su cerebro, a estas alturas, deberá empezar a conectarse.
Ya quisiera uno verlo moviéndose como peso pluma ante los desmanes que sus camaradas llevaron a cabo en estos días. Cómo me hubiese gustado que de su humanidad toda hubiese emanado un gesto a favor del señor Merhi. Con qué buen agrado mis ojos habrían recibido las imágenes de un Tarek en defensa de la gente que sufrió en Altamira, esa a la que le dispararon a mansalva. Fíjense qué necesario y vital resulta alguien comprometido de verdad y no un hablador de pendejadas.
Queda únicamente la preguntica de rigor, la rutinaria incógnita que se vuelca sobre el farfullero de esta vez: ¿Dónde andará William Saab?.

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