1/18/2012

Las soluciones mediocres



Octubre de 2005

Existen quienes preñados de buenas o malas intenciones terminan incendiando lo que les rodea: desde su casa, su entorno inmediato, hasta un país. América Latina tiene en sus alforjas mucho que mostrar al respecto, pero sobre todo bastante que aprender.
Una de las materias pendientes que los latinoamericanos deberán aprobar más temprano que tarde es la manera tan ligera de extender cheques en blanco cuando de política se trata. Esa manera, que también es ignorancia, indolencia, comodidad, irresponsabilidad, ha servido de impulso y de sostén a quienes se llenan la boca con la más absoluta demagogia, con retórica populista que arroja ganancias políticas sin cortapisas, pero dejando en contraparte una estela de frustración, rabia y legítimos deseos de superación insatisfechos, tan peligrosos para el alcance de niveles de vida dignos como para la democracia misma.
Venezuela, nido y caldo de cultivo para que florezcan iluminados, más aún en momentos como éste, donde el intercambio de espejitos por lealtad política o votos ha crecido como nunca, tendrá que pisar el acelerador, lo cual implica que la oposición, terca como las mulas, ciega como los topos y narcisista como ella misma, deberá llevar a cabo lo que hasta ahora no da muestras de querer hacer, es decir, competir con el gobierno y darle la pelea desmarcándose de sus políticas, proponiendo el país que estaría dispuesta a construir una vez encaramada en el poder. La oposición no compite, va detrás. No se individualiza para entonces ubicarse en la acera de enfrente y decir lo que tenga que decir, sino que se arropa con las sábana de Chávez. No crea su discurso y su hacer: glosa al Presidente, va a la saga del gobierno, sigue al dedillo sus pautas, muerde todos sus anzuelos. Cualquiera pensaría, y con razón, que un gobierno tan malo como el que tenemos sería más de lo mismo con esta oposición que encabezan un Ramos Allup o un Julio Borges.
Este último, como para no ser menos ante el Hugo Chávez amo y señor de la demagogia encarnada, propone repartir en dinero contante y sonante, tan pronto como desplace al de Sabaneta, parte de los ingresos petroleros. Listo. Cada venezolano tendría su limosnita, sus algo así como doscientos mil bolívares mensuales, porque con Borges sí es verdad que el petróleo ahora es de todos. Si el país se está cubanizando, a decir por el propio justiciero, el señor Borges anda a estas alturas de lo más chaveznizado, o como se diga. Más de lo peor, o sea, más del Chávez busca votos, en campaña eterna, hablador de pistoladas, con el país destartalándose a su paso. Chávez dice y la oposición repite.
Aquí nacen magos a cada instante. Ya William Ojeda, quien le sigue los pasos muy de cerca a la dupleta Chávez-Borges, sacó de la chistera el conejo de más pagos: todo criollo con la edad requerida, inscrito o no, cobrará el seguro social. No hay plan de gobierno, no hay propuestas serias, no hay explicaciones, es decir, algún “cómo” al respecto. Hay demagogia a chorros que se cuela por los poros. ¿Es malo lo ofrecido por Ojeda? Por supuesto que en teoría no, pero olvida aclarar de dónde saldrá el diluvio de millones necesario para cumplir con su palabra. ¿Cómo la hará posible? ¿Cómo encarará semejante ofrecimiento? De eso, claro, es mejor no hablar porque le caen sucitos al pastel.
Este país atraviesa un mal momento. Es pésimo el gobierno y muy mala la oposición. Venezuela, como también Latinoamérica, ha sido tierra de utopías, de grandes logros siempre postergados que imponen al presente esperanzas con poquísimo sustento real; ha sido espacio predilecto para demagogos, dictadores, malabaristas de la palabra, carismáticos sin un dedo de frente, prometedores de oficio, salvapatrias al por mayor, arregladores de entuertos, de un plumazo y sin muchos sacrificios. Por eso engordan los Perón, los Videla, los Lusinchi, los Castro, los Chávez, los que se creen componedores de la humanidad, del mundo y áreas circunvecinas. Por eso abundan, rollizos, quienes se asumen como indispensables, quienes en nombre de la revolución o de la patria o de los pobres o de Bolívar o de no sé qué otro invento pretenden curar de una vez y para siempre, no como hombres de Estado sino como espadones andantes (la de Bolívar que camina por América Latina es un buen ejemplo), los tremendos males de estas destrozadas geografías.
En cuanto a mí, descreo de monsergas o utopías carentes de toda conexión con lo real. Rangel Gómez, el oscuro gobernador de estos parajes, ha gastado litros de saliva ofreciendo promesas, abonando esperanzas en la pobre gente que vio en él otro portento de las mejorías gracias al chasquido de los dedos. Nunca olvido aquella máxima: en política las soluciones mediocres suelen ser las mejores soluciones. Y de qué manera.

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