1/11/2012

Nosotros dos



Hoy es tres de enero y cumples cinco años. Si tuviera que decirte qué cosas he aprendido a tu lado, quizás empezaría por una paradoja: creo a veces que soy quien enseña, uno supone al principio que ciertas convicciones y modos de imaginar el mundo están ahí y punto, y resulta que ese cuchillo que tienes por inteligencia, ya a tu edad, manda al diablo lo que juraba seguro, cómodamente ubicable en el terreno de las certezas, a estas alturas más o menos inamovibles.
Craso error. Cumples cinco años y me tomo un tiempo para pensar en ti, en mi, en nosotros dos. Tu llegada reforzó lo que tu hermana había inaugurado, es decir, he regresado de alguna manera a mi infancia, y ahí encuentro a mi padre, lo recuerdo, lo escudriño y me hago preguntas. Así como guardo imágenes, escenas, así como fui haciéndome una opinión, una semblanza, un retrato de mi viejo a lo largo de los años, me da por pensar en cómo empezarás a verme, en cómo irás perfilando al hombre que voy siendo.
Esta mañana me dijiste “ahora que tengo cinco años, peso más kilómetros”. Sonreí, reiteras que las cosas tienen una cara oculta, pones enfrente la contraparte que se esconde justo a un palmo de cuanto suponemos brillando a plena luz del sol. Yo, que he tratado de asomarme a ciertos balcones y hurgar paisajes con mis ojos y con los de otros, caigo de bruces, hecho polvo, asombrado ante ti como no lo hubiera creído posible. Es cierto, a veces pesamos kilómetros, no faltaba más, y en muchas ocasiones miramos con las manos, sentimos con los ojos, besamos con la imaginación o cogemos por los cuernos al toro de nuestros anhelos aunque no lo sepamos del todo. Porque, según te he observado, es verdad que la esperanza es lo último que se nos va, y es verdad que la alegría está agazapada en unos ojos tristes, en un insecto que vuela, en una tarde o en un amanecer, en unas cuantas líneas que puedan decir algo y, también, claro, en la inteligencia cortante de un chiquillo que apenas cumple cinco años.
No sé, no tengo idea de cómo me percibes. Ignoro qué imagen vas guardando de mí en esto de compartir ambos, de decirte haz esto o haz lo otro, de abrazarte o de llevarte a la escuela, en fin, de criarte. Ojalá resulte una presencia tranquilizadora, dulcificadora, arrebatadora, impulsadora, que es como he guardado yo la de mi padre.
Mientras, te miro y me miro, me siento y disfruto cada palabra que inventas (sí, las inventas) o cada historia que fabricas. Me encantaría poseer tu capacidad, tu habilidad para la fabulación, aunque reconozco que contigo he vuelto otra vez a la niñez y qué bueno, qué cosa magnífica, para quien pretende escribir y crear mundos hechos de lenguaje, labrar realidades a partir de ensoñaciones. Es lo que todos deberíamos estar haciendo, a cada rato, siempre, y fíjate, muy pocos se dan a la tarea.
Termino ya, el papel se acaba y esto es para la prensa. Papá escribe una columna de opinión en el periódico y ha querido compartir tu cumpleaños con sus lectores. Feliz día y a soplar fuerte las velas, con el ímpetu de siempre, con el que para ti un gancho de ropa es la espada de los mosqueteros o la caja de colores un barco que navega por los siete mares.

1 comentario:

Unknown dijo...

y qué hago con este nudo que se me hizo en la garganta?

Bello, bellísimo y totalmente cierto.

Besos gigantes para los dos.