7/20/2012

Escritor



Un escritor amigo escribe poemas inexistentes. Nada mejor, me decía, que hacerlo con bolígrafos sin tinta, de esos listos para tirar a la basura luego de acabada su vida útil.
Su vida útil, qué frase ésta. Diría yo que lo más trascendente en la historia de esos kilométricos empezó después de que con ellos no pudiera darse un solo trazo, de los normales, de los que a diario construimos usted o yo pero no él, mi amigo escritor, quien como he dicho es un poeta cuya obra invisible está ahí, llenando fajos de cuartillas listas para quien desee abrir los ojos y leer.
Me telefoneó hace días, pasadas las once de la noche. Habló con voz de urgencia y dijo que fuera hasta su casa pues tenía algo de vida o muerte que decirme. Dejé la bata y me eché encima camisa y pantalón. Mi amigo bebía un whisky en las rocas: de inmediato abrió la puerta de su estudio. Cogió unos folios en blanco y me los dio a leer. Pensé que era una broma, supuse algún trastorno en su salud, pero no, simplemente sugirió que leyera, que meditara un poco, que pusiera atención, que le ofreciera mi opinión sobre esos versos.
Pude darme cuenta de que las obras literarias son como las viejas fotos que sacábamos de jóvenes. Estaban las imágenes sobre el papel y estaba el rollo en negativo, es decir, que hay cuentos o ensayos o poemas tal y como los encontramos en los libros y los hay a la manera en que mi amigo los escribe. Se llenan imaginariamente cuartillas y cuartillas y a la vez se leen imaginariamente textos y más textos, con lo cual ganamos un mundo en materia literaria, en costos de producción, edición o cosas por el estilo, de tal forma que una excelente biblioteca, en lugar de ocupar tanto espacio en anaqueles (con el añadido del polvo, los gérmenes, las molestas alergias), termina ubicándose en el lugar imaginado que mejor nos convenga. Problemas resueltos.
Mi amigo colecciona bolígrafos gastados, plumas fuentes sin una gota de tinta, lápices desvencijados como si fuesen restos de cigarrillos aplastados en un cenicero. De ahí, dice, nacerá su legado, saldrán sus obras maestras inexistentes. Yo creo que está en lo cierto. Basta leer lo que escribe y percatarse. Sólo basta con eso.

3 comentarios:

Juan Guerrero dijo...

Kilométrico, le decíamos al bolígrafo que siempre tenía un poquito de tinta si lo sacudíamos. Pero los nuevos se acaban y entonces solo queda la memoria y el recuerdo para soportar vagas imágenes que frágiles, se adhieren a la carne y corroen en su transparente presencia de una cotidiana vida que invisiblemente nos derrota.

roger vilain dijo...

Kilométrico, así es. Lo recuerdo y lo uso en este escrito, quizás con la misma nostalgia que desempolvas.
Un abrazo.

Roberto Echeto dijo...

Bróder, todo lo importante en este mundo es invisible: el aire, el amor, la justicia, el honor, el sonido... Aquello que no se ve pesa tanto o más que lo que sí se ve.

Ese amigo suyo es un genio.

Y Ud. en bata en su casa es una imagen que parece diseñada por el maestro Buñuel.

Un gran abrazo otra vez.