Nalúa Silva Monterrey (Caracas, 1962), Doctora en
Antropología Social y Etnología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales de París, profesora en la Universidad Nacional Experimental de
Guayana, ha desarrollado, durante muchos años, un trabajo estrechamente
vinculado con los indígenas de la región. Cofundadora del Centro de
Investigaciones Antropológicas de la misma Universidad y con más de cuarenta
publicaciones científicas en su haber, coordinó técnicamente el proyecto de
demarcación de tierras para el territorio ye’kwana y es una apasionada
luchadora por los derechos de los pueblos indígenas, así como por la
conservación de la cuenca del río Caura.
Entrevista para el libro "Gente que hace escuela" (Caracas: Banesco, 2012).
Roger Vilain: Hablemos un poco de su infancia, de su niñez.
¿Qué puede recordar al respecto? ¿Cómo evocaría esos años?
Nalúa Silva Monterrey: Mi madre es
Virginia Monterrey López. De origen nicaragüense, vino muy niña a Venezuela, y
mi papá es René Silva Idrogo, médico, guayanés, aunque nacido en Caracas. Mamá
vino a vivir a Venezuela con una tía que estaba en Guasipati y se crió
prácticamente aquí. Estudió enfermería y conoció a papá quien, aun cuando nació
en Caracas, su familia es de Ciudad Bolívar. Ahí se conocieron.
RV: ¿Nació en Ciudad Bolívar?
NSM: Mi madre me echó a perder el
gentilicio porque decidió ir a parir a Caracas, de modo que nací en Caracas el
18 de febrero de 1962. A los pocos meses mis padres regresaron a Ciudad
Bolívar. Tengo dos hermanos del matrimonio de mis padres, y en realidad somos
trece por parte de papá, que se casó siete veces. Él era un médico
gineco-obstreta con una actividad profesional muy destacada, y también como
político y como escritor. Escribió varias novelas, ensayos, y cultivó asimismo
la poesía, aunque consideraba que era un género muy difícil.
Estudié en el
Colegio Nuestra Señora de las Nieves toda primaria y secundaria, institución
regida por las hermanas dominicas.
RV: ¿El quehacer intelectual de su
padre influyó en usted de alguna manera?
NSM: Somos producto de la educación que
recibimos. Pero la influencia no solamente vino de él. Mamá era una gran
lectora. Mi abuela materna era una señora cuyo pasatiempo era leer. Entonces,
durante mi infancia tuve alrededor gente leyendo. Mis padres se divorciaron
cuando yo tenía cuatro años, y aproximadamente a mis tres, recuerdo que antes
de irse al trabajo, todas las tardes, papá me leía Platero y yo. Terminaba de dormir la siesta en su chinchorro y
antes de irse a su consulta me daba un poquito de café en el plato y desde el
chinchorro se ponía a leerme.
Luego, mis
tías también nos compraban libros. Recuerdo una colección llamada Ariel Juvenil y mis hermanos y yo
leíamos ahí los grandes clásicos de la literatura universal. Cuando empiezo a
leer todo eso, cuando terminé de leer la Iliada,
por ejemplo, me interesó saber si era verdad o no que existía Troya. Me puse a
indagar en las enciclopedias y descubrí que Schliemann, el descubridor de
Troya, era un arqueólogo. Fui interesándome entonces por la arqueología. Tenía,
además, una preocupación que chocaba siempre con la cuestión religiosa: de
dónde viene el hombre. Recuerdo que en cuarto grado le preguntaba a las monjas
que dónde entraban Adán y Eva en relación con los hombres de las cavernas, que
qué pasaba allí. Era una preocupación de niña. Yo soy una persona de convicciones
religiosas firmes, soy católica practicante, creo en Dios, pero también creo en
la evolución del hombre. Me intrigaba, ya de muchachita, cómo se podía
compaginar la evolución humana con lo religioso.
RV: ¿Qué respondían ellas?
NSM: Cuando estés más grande lo vas a
entender. Pero ocurría que nunca lo entendía porque pasaban los años y no había
respuesta para esa inquietud. Después, a punto ya de culminar el bachillerato,
le dije a mi padre que iba estudiar arqueología, pero él no estuvo de acuerdo:
pensaba que me moriría de hambre. Me dijo: yo quiero que explores arquitectura.
Es una carrera muy linda para alguien creativo, inteligente, tú sabes…
RV: ¿Nunca le pasó por la cabeza esa
idea, la de estudiar arquitectura?
NSM: Nunca. Pero sucede otra cosa. Como
mis padres estaban divorciados, nosotros pasábamos las vacaciones con papá y a
menudo íbamos al campo, y ahí estábamos en contacto con los animales, con la
naturaleza. Mi padre tenía un fundo.
Íbamos los fines de semana. Dormíamos en chinchorros, cazábamos. Nos
relacionamos con gente de campo, aprendimos a vivir en esas condiciones. Para
mí eso ha sido una influencia fundamental. Ese tipo de vivencias te va creando
un perfil de personalidad. Todo esto con la alegría de un ambiente de
camaradería, de juego, de vacaciones.
RV: Volviendo otra vez a la idea de su
padre de que estudiara arquitectura, ¿qué ocurrió entonces?
NSM: Yo quería estudiar arqueología. Mi
padre accedió, me mandó a Inglaterra, primero a estudiar inglés para luego
entrar a la universidad.
RV: Se fue con la idea de estudiar
inglés y luego arqueología. ¿Qué pasó luego del primer año allá?
NSM: Veo que el pensum que tenían para arqueología estaba netamente enfocado hacia
las islas británicas. ¿Y qué iba a hacer con especializarme en eso, si yo
pretendía regresar a trabajar a Venezuela? Entonces cuando termino mi curso de
inglés en la Universidad de Cambridge, no continué arqueología, regresé. Entré
entonces a estudiar arquitectura en la Universidad Central de Venezuela, como
quería papá. Terminé el primer año pero
no estaba a gusto, no me sentía bien. Y me vine otra vez para Ciudad Bolívar.
Quise estudiar antropología, porque la arqueología es una especialidad de la
antropología, pero cambiarse de una carrera a otra era muy complicado. ¿Dónde
estudiar antropología finalmente? Le escribí a las embajadas y algunas me
respondieron enviándome las direcciones de las universidades en las que podría
hacerlo, y les escribí también. Me contestaron de México, de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia.
RV: ¿Cuál fue su primer título en el
área de la antropología?
NSM: Licenciada en Antropología Física.
RV: ¿Cómo se fue perfilando su interés,
su vocación por los estudios antropológicos?
NSM: Por la preocupación sobre el
origen del hombre. Hay una preocupación religiosa fundamental aquí, de dónde
venimos, por qué somos lo que somos. Son preguntas que me hacía desde la
infancia.
RV: No le convencía la explicación
creacionista.
NSM: Yo no cuestionaba el asunto
religioso, como no lo cuestiono hoy. La fe es fe. Cuando entro a la Escuela de
Antropología digo: esto es lo que yo quiero. En antropología física podía ir a
excavaciones, trabajar con los arqueólogos, y al mismo tiempo satisfacer mis
intereses de acercarme al origen del hombre y a la evolución humana, que para
mí hasta el día de hoy es algo que me fascina. Ahí, en México, viví cinco años.
RV: Usted ha hablado de su familia, de
su madre, de su padre, de su abuela, sus tías, y se ha referido a ellos como la
primera influencia a propósito de su vocación. Es una influencia puntual,
concreta. Ahora bien, desde el punto de vista de su quehacer profesional,
¿quiénes la estimularon intelectualmente? ¿Qué experiencias al respecto la marcaron
en profundidad?
NSM: En México las personas que estaban
a mi alrededor eran gente excelente. Recuerdo al profesor de Antropología
Física General, José Luis Fernández, un apasionado de la evolución humana. Nos
estimuló muchísimo, nos puso a leer, a pensar. Recuerdo al profesor que nos
enseñó a manejar huesos, huesos humanos, el doctor Carlos Serrano. Nos llevaba
a las excavaciones. Con él pude excavar, por ejemplo, detrás de la Pirámide del
Sol, en Teotihuacan. Recuerdo a Eyra Cárdenas, mi directora de tesis de
licenciatura, muy preocupada por la genética. También recuerdo a un lingüista,
Otto Schumann, quien fue el primero en darme a leer una etnografía completa,
para que entendiera cómo viven los pueblos indígenas. Luego, cuando regreso a
Venezuela, la principal influencia que tengo es la de Alexander Mansutti, quien
después sería mi esposo.
Una
experiencia que me marcó para toda la vida fue la del terremoto de México, el
del ochenta y cinco. Yo lo viví. Vi lo bueno y lo malo de la gente ante una
tragedia. Gente que es capaz de darlo todo por ayudar a los demás, y gente que
es vil. Vi gente totalmente perdida
frente a un edifico en el que había muerto toda su familia. Fue una de las
experiencias más impactantes de mi vida, y no me vine a Venezuela después del
terremoto, yo me quedé ahí, porque dije: aquí es donde en este momento soy
necesaria. (En este punto sus ojos se humedecen, su voz se quiebra por
momentos).
RV: Una vez que regresa a Venezuela y
se instala otra vez en Ciudad Bolívar, ya como antropóloga, ¿qué hace? ¿Cuáles
son sus primeros trabajos?
NSM: Regresé a Venezuela aunque me
habían ofrecido trabajo en México porque con la tesis de grado obtuvimos, mi
compañera de tesis y yo, el “Premio Nacional de Investigación en Antropología
Física Juan Comas”. Al llegar empecé a trabajar en el Instituto
Nacional de Deportes estudiando las características antropofísicas de los
deportistas.
RV: ¿Qué otras labores desarrolló?
NSM: Empecé a trabajar en el Museo de
Etnología (luego le cambiamos el nombre: Museo Etnográfico de Guayana). Me
entregaron una colección de cestas indígenas, me pidieron que hiciera un museo
con eso. Tuve entonces que ordenar,
previo entrenamiento para ello, todas
esas cestas, clasificarlas, estudiarlas.
RV: Prácticamente, entonces, fue la
fundadora del Museo Etnográfico de Guayana.
NSM: Claro, sí, porque me entregaron
las piezas y me tocó moldear todo aquello. Comencé a desarrollar las salas, no
había dinero para nada. Freddy Carreño, quien dirigía el Museo de Arte Moderno
Jesús Soto, hizo el diseño museográfico completo. Cuando empiezan las
actividades, y cuando empiezo a trabajar los materiales con que cuenta el
Museo, me di cuenta de que necesitaba más información y comienzo entonces a
vincularme con los indígenas. Ellos permanentemente me piden cosas,
colaboración, asesorías diversas. En ese momento había una gran efervescencia
en el mundo indígena porque se preparaba la constitución de una organización
nacional indígena, que era el Consejo Nacional Indio de Venezuela (CONIVE). Hasta
ese momento sólo existían organizaciones indígenas separadas, y las ideas de
una serie de líderes indígenas como Iris Aray o Noelí Pocaterra. Todos querían
fundar una organización nacional. Me fui vinculando cada vez más con ellos
hasta que un día vino René Ye’kwana, indígena también, me vio trabajando con la
cestería y me dijo: a ti hay que enseñarte cómo funciona todo eso. Los
ye’kwanas son un grupo con gran orgullo étnico, de su identidad, y entonces si
vas a hablar de ellos, tienes que hacerlo correctamente. Tienes que aprender de
su mundo, de su concepción de la vida, de su cosmovisión. También me dice: vamos a llevarte al Caura.
La cuenca del Caura es uno de los lugares de población ye’kwana más
importantes. Tenía veinticuatro, veinticinco años, y acepté su ofrecimiento.
RV: Pudo realizar ese viaje, a la
cuenca del Caura…
NSM: Sí, y con el tiempo se fueron
estableciendo otros vínculos. Yo empecé realmente a trabajar para ellos, porque
me encomendaban diversas tareas. Los he representado ante muchas instancias,
nacional e internacionalmente. Por ejemplo, el Consejo Nacional Indio me pidió
representarlos ante las Naciones Unidas, en el International Forest Forum. Las
Naciones Unidas determinarían ahí qué políticas adoptar mundialmente en función
de los bosques tropicales, y esto naturalmente los involucraba. La idea era
respetar y defender los derechos de los pueblos indígenas y los bosques. En la
Constituyente, por ejemplo, asesoré en materia de territorios indígenas, junto
con Alexander Mansutti, quien llevó la mayor parte del peso en ese proceso. Y
luego, los indígenas me piden que redacte un borrador para la Ley de
Demarcación y Garantía de Hábitat. Lo hice. También me pidieron, la gente del
Caura y las comunidades kari’ña del estado Anzoátegui, que los ayudara a montar
el expediente para solicitar el reconocimiento de sus derechos territoriales.
Fueron los primeros que se introdujeron en su momento. Inventamos una
metodología particular de trabajo para cada uno de los casos que se estaban
presentando, de modo que las mismas comunidades levantaran la información
requerida a escala nacional. Bueno, he podido estar asimismo con los kari’ña,
los hoti, y esas experiencias fueron nutriendo mi trabajo en el Museo, pues
comienzo a hacer toda una red de relaciones en el país, tanto con otros
antropólogos como con otras etnias indígenas.
RV: Aparte de la realización de su
trabajo como antropóloga, supongo que la relación con los indígenas, sobre todo
con la etnia ye’kwana, derivó en una relación fuertemente afectiva.
NSM: Por supuesto. René Ye’kwana era
como mi hermano, él me llevó al Caura, trabajamos mucho juntos. De hecho, me
integran en su sistema de parentesco, René me llama hermana menor. Entendí su
sensibilidad, sé de sus esperanzas, de sus necesidades más importantes: la
tierra, la salud y la educación.
RV: ¿Y su vida profesional, académica,
continuó creciendo en el ámbito
universitario?
NSM: Tenía que seguir formándome.
Siempre soñé con estudiar antropología en Francia, porque la antropología
moderna en realidad se formaliza en Francia. En México estudié francés, y
bueno, me fui a Francia a estudiar antropología social y etnología.
RV: ¿Cómo fue entonces esa ida a
Francia, la experiencia académica allá, y el regreso nuevamente a Venezuela?
NSM: Conocí a Alexander Mansutti. Nos
hicimos amigos, yo estaba haciendo mis trámites para irme a Europa. Llegamos a
establecer otro tipo de relación, una relación afectiva, y empezamos a hacer
planes juntos como pareja. Nos fuimos. Trabajé con Philippe Descola, quien fue
mi director de tesis doctoral en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales de París. Allí daban clases Dumont, Godelier, Meillassoux, ellos
fueron, entre otros, mis profesores. Iba a la biblioteca del College de France
y en ocasiones venía Lévi Strauss, se sentaba, trabajaba, y yo casi moría de la
emoción viéndolo sentado al lado mío en aquel lugar. He tenido el privilegio de
estar con gente extraordinaria. Por eso soy muy quisquillosa con la excelencia.
Yo digo que uno tiene que tratar siempre de ser excelente en lo que hace.
Bueno, estuve
en Francia tres años, luego regreso a Venezuela, a Ciudad Bolívar. El Museo
había sido cerrado, y entonces entré a la Universidad Nacional Experimental de
Guayana y formé parte en 1997 de los fundadores, junto con Alexander Mansutti y
Luis D’Aubeterre, del Centro de Investigaciones Antropológicas de la misma
institución. La vinculación con los movimientos indígenas continuó, pues en
realidad siempre se había mantenido. En un momento determinado me piden que sirva
de traductora en un encuentro de los kariñas de las Guayanas. Guayana Inglesa,
Francesa, Surinam, Brasil y Venezuela. Ya en el encuentro, obtuve la dirección
de un investigador inglés, Marcus Colchester, a quien escribí, comentándole que el territorio del Caura
estaba en peligro de ser inundado porque se pretendía un trasvase del río Caura
al Paragua debido a la construcción de una presa. Colchester había trabajado
con los Sanema, ante problemas muy parecidos, y creamos un equipo para evitar
la inundación del Caura. Iniciamos entonces un proyecto de demarcación de
tierras para el territorio ye’kwana, de manera de crear las condiciones para
que en un futuro los indígenas pudieran obtener el reconocimiento de sus
tierras y, en consecuencia, seguridad jurídica. Eran 4,5 millones de hectáreas,
equivalentes al 5% del territorio nacional. Lo llevamos adelante y logramos
levantar el mapa. Luego, conjuntamente con la Universidad de Los Andes,
logramos que este mapa se registrara como propiedad intelectual de los ye’kwana
y sanema de Venezuela. Asimismo, en un trabajo pionero, aquí en la Universidad
de Guayana, con los colegas del Centro de Investigaciones Ecológicas, con
Judith Rosales, quien estaba empeñada en eso, con Hernán Castellanos, Elio Sanoja, Nay Valero, Lionel
Hernández, tratamos de que el
conocimiento científico fuese llegando a las comunidades indígenas, y para ello
hicimos un trabajo, y lo publicamos,
relativo a la adaptación de textos científicos al idioma ye’kwana. Con el
Centro de Investigaciones Ecológicas de la Universidad de Guayana hemos formado
un equipo sumamente productivo en relación con la conservación de la cuenca del
Caura y la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, en alianza con las
comunidades protagonistas. He aprendido muchísimo de mis colegas de la
universidad, su influencia ha sido determinante, por su formación y vocación de
trabajo. Además de mis compañeros del Centro de Investigaciones Ecológicas de
Guayana, he aprendido de Sergio Milano, Ana Jorge, Luis Guzmán, Carlos Maytin,
Glenda Rodríguez. Hay que decir que la Universidad de Guayana ha sido la que
ha dado la cara y ha mantenido una
posición muy respetuosa y comprometida, de desarrollo sostenible, con las
comunidades indígenas.
RV: Paralelamente a lo anterior, hace
usted vida ciudadana organizada. Háblenos un poco al respecto.
NSM: Estoy vinculada a movimientos
ecológicos, a ONG’s, tenemos una
organización llamada “Ciudadanos de Angostura”. Allí discutimos acerca de los
problemas de la ciudad y presentamos proyectos en atención a cómo deseamos que
sea ésta, cómo la imaginamos, cómo la soñamos, cómo la pensamos. Cada vez que
notamos un problema, lo discutimos y presentamos posibles vías de solución.
Somos muy activos en ese sentido, sin
ser denunciantes de oficio sino tratando siempre de aportar soluciones.
RV: Volviendo a su actividad
profesional, ¿con cuáles ONG’s ha
trabajado en relación con el tema indígena?
NSM: Con la Forest Peoples Programme, por ejemplo, con sede en
Inglaterra, muy activa en lugares en los
que hay poblaciones indígenas que habitan en la selva. Me pidieron que formara
parte de su directorio. Pude conocer qué ocurría en África, en Finlandia, en
Rusia… en los pueblos indígenas que viven en zonas selváticas. Pudimos ayudar a
muchas etnias, sin importar dónde estuvieran. Esa experiencia cambió mi visión
del mundo. Marcus Colchester, fundador del Forest Peoples Programme, junto con
la gente que te mencioné anteriormente (Alexander Mansutti, Descola, Godelier,
mis profesores mexicanos y tantos otros) me marcaron profundamente.
RV: ¿Qué otros proyectos la ocupan
actualmente?
NSM: Sin desvincularme jamás de mi
trabajo en el Caura, que es un proyecto de vida, desarrollamos ahora uno sobre el patrimonio
cultural del estado Bolívar, para inventariarlo, y en ese marco me he
interesado por la tradición oral, que es un área poco investigada aquí. Otro proyecto es uno relativo a la
soberanía y territorialidad. Otro, aún no formalizado, es el de la diversidad
cultural: cómo se dan los procesos de generación de diversidad cultural y de
identidad. Y otro que pretendo realizar alguna vez es una investigación sobre
la percepción indígena del entorno.
RV: Frente a una frase como “gente que
ha sido escuela”, ¿se siente aludida?
NSM: Esa frase está en participio
pasado. Creo que todavía soy una investigadora activa que está trabajando,
produciendo y que sigue haciendo cosas. ¿Soy escuela? Uno influye en su
entorno, trata de apoyar a la gente y enseñar, en la medida de lo posible, lo
que sabe. Que alguien sea “escuela” implica que genera una manera de ver el
mundo, de pensar. Ciertamente, el trabajo que venimos desarrollando en el
Centro de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Guayana es uno
que ha orientado la actividad de otras personas. Entre todos hemos generado una
visión compartida de lo que son los
indígenas, del desarrollo sostenible y eso de algún modo se convierte en una
línea de pensamiento.
RV: ¿Qué la mueve a continuar
trabajando en función de las causas que le son fundamentales?
NSM: Hay un compromiso con el presente,
con el futuro, con la gente que está por venir, para que encuentren un mundo
mejor, si es posible, del que tenemos ahora. Eso nos obliga a actuar en
consecuencia.
RV: ¿Qué momento específico siente que
vive hoy? ¿Es hora de balances o de continuidad?
NSM: Simplemente estoy trabajando
activamente. Tengo muchas metas que quiero alcanzar y creo que vivo un momento
de continuidad. No obstante, siempre, cuando terminamos un trabajo, se hace un
balance para evaluar lo realizado. Aunque, repito, éste es un momento de
continuidad para mí, creo que también hago balances, pero no como el fin de un
camino sino para ver dónde estoy.
RV: Si le dieran a escoger una imagen
para Venezuela, ¿cuál elegiría?
NSM: Un atardecer en el puente
Angostura.
RV: ¿Una imagen, frase o recuerdo para
definir su vida?
NSM: Una colega del IVIC me dijo que yo
era una “tejedora de la paz”.
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