4/26/2013

Qué pesimista, joder, qué pesimista


    La otra vez hablaba con Carlos Espinoza, profesor bueno como pocos, sobre geografía, movimientos telúricos, escalas de Richter y sismógrafos. Llegué a casa, encendí el televisor y miré con sorpresa que informaban de un terremoto en Malasia. Al día siguiente mi hija pide que le cuente qué diablos es un torbellino. Nos metemos en el tema, cojo un libro de ciencias olvidado en la biblioteca desde mis años universitarios, y los vientos planetarios hacen de las suyas. Alisios, bandas de lluvia, convergencias intertropicales, zonas de baja presión, frentes fríos o calientes, todo edulcorado con nombrecitos tan sugestivos como aterradores: Ophelia, Katrina, Arlene, Cindy, Irene, verdaderas femmes fatales de la climatología. Al amanecer oigo en la radio lo ocurrido: un tornado arrasa varias islas del Caribe.
    A veces pienso que soy el culpable de ciertas ocurrencias. Terremotos, huracanes, incidentes menos espectaculares pero no por ello menos graves como el de hace quince días, cuando noté a una anciana caminando por la acera, al pie de un edificio, e imaginé el matero de un octavo piso cayendo justo sobre su cabeza. Al instante fui testigo de cómo semejante objeto le pulverizaba el parietal.
    Leí en una revista que todo cuanto ocurre guarda relación oculta o evidente con sucesos anteriores en apariencia inconexos. Es decir, llueve en Tegucigalpa porque hay fenómenos ligados, sin importar distancia y geografías, enmarañados, trenzados, y zas, ese aguacero en verdad se originó en Montevideo. Y así. Experimentamos una constelación de hechos que tejen una red, y según los entendidos las casualidades se transforman entonces en causalidades. No negará usted que como realidad monda y lironda, aquí el realismo mágico suelta babas en pañales.
    Lo cierto es que mi sensación de culpabilidad no cede. Veo un campo convertido en erial, pongamos por caso, un maizal reducido a cenizas por el fuego, y tamaña realidad se me traduce en muchos platos menos sobre mil y una mesas. Colorario: en dos o tres días me entero sin sorpresa de otra mortandad por hambre en Bangladesh. Chapoteo en la piscina con mis hijos, jugamos al gato y el ratón metidos en el agua, hago oleaje con el cuerpo y con las manos, y el noticiero de las diez confirma lo que temo: tsunami en el sudeste asiático.
    En ocasiones me da por creer que cuando tocan a la puerta y voy a abrir, aparecerá un policía con esposas y boleta para detenerme. Luego, al ver que es el vecino quien viene por azúcar, recobro la tranquilidad no sin antes percatarme de que la taza que se lleva es la respuesta a cierta lógica inefable que en cuestión de un mes se materializará en forma de diabetes. Hay que ver.
    Lo anterior tiene su lado bueno: en vez de imaginar inundaciones o maremotos bastaría suponer que ese florero con gladiolas equivale a un sembradío de margaritas en lo que hasta ayer fue algún campo de minas ruandés, o que el rayo de luz entre aquellas nubes grises será el relumbrón de inteligencia necesario para que israelíes y palestinos acuerden la paz definitiva. Pero qué va, es un ejercicio de lo más inútil, jamás dio los resultados esperados. He comprobado en carne propia lo fácil que es lograr vientos de trescientos kilómetros por hora en el Golfo de México a partir de lo más nimio en Maturín, y lo imposible que termina siendo fumar la pipa de la paz en cualquier sitio desde el humo que desprende mi Cohiba.
    Enfrente unos pájaros se acercan, se acurrucan, se acarician con sus picos, están jugando a los besos. Ojalá el periódico diga mañana que el amor anda en las calles desatado, no sea que en su lugar titulen que los gavilanes, esas aves de rapiña convertidas en ladrones o en hijos de puta de cualquier pelaje, continúan  como si nada haciendo de las suyas y bien gracias. Ojalá, joder. Ojalá.

2 comentarios:

Antolín Martínez dijo...

¡Cónfiro Roger! El efecto mariposa y tú ahí detrás, jugando a ser Thor entomólogo. A ver, imagínate algo relativo a dinero cuando leas esta nota, y nos repartimos a medias alguna lotería o algo similar que me beneficie, ah? Jaja, saludos.

roger vilain dijo...

Ya lo intenté, pero nada. Qué se le va a hacer!
Un abrazo Antolín, y gracias por leer.