6/07/2013

La universidad venezolana



    En Venezuela las universidades atraviesan uno de sus más negros momentos. Por encima de lenguaradas populistas que el gobierno echa afuera para maquillarse las arrugas a propósito del tema, lo cierto es que la educación superior venezolana (la media y básica son harinas para otros costales) ha sido cercada, apaleada y languidece por falta de oxígeno, por asfixia artificial.
    ¿Por qué un gobierno debería emprender el ataque brutal, constante, premeditado y alevoso que sufren las universidades en este país, con el objetivo de reducirlas a su mínima expresión? La razón fundamental es política: los gobiernos de Hugo Chávez y ahora el de Maduro  -en el fondo el mismo parapeto-  han pretendido controlar la sociedad de cabo a rabo, única manera de imponer ese disparate ideológico llamado Socialismo del Siglo XXI. Controlar poderes públicos, controlar sindicatos, controlar Ong’s, controlar el pulso, el colesterol y los sueños de la gente. Sumo y sigo: controlar el pensamiento, controlar la prensa, controlar los resortes que hacen de un país esa fabulosa abstracción fraguada entre individuos que le dan vida.
    Las universidades venezolanas, hoy por hoy, luego de catorce años de pedradas y locuras oficialistas mantienen su dignidad intacta. En ningún momento fueron títeres del Ejecutivo, nunca inclinaron la cerviz ante pretensiones de imposición ideologicopartidista por sobre la razón y misión, sagrada, de toda institución universitaria que se respete: generar conocimiento, formar profesionales, construir desarrollo, representar el futuro.
    Lo anterior explica la patética radiografía actual relativa a la universidad venezolana. Si no pudieron ser manipuladas, si no fueron tomadas desde adentro mediante elecciones (salvo contadísimas excepciones el oficialismo recibe una paliza cada vez que las hay), entonces llovieron agresiones y sufrió un criminal cerco económico dirigido a destruir su autonomía, su capacidad de acción por falta de insumos, su presencia como institución librepensadora gracias a la hipoxia en cualquiera de sus flancos. Así, las universidades se desplomarían, se desnaturalizarían perdiendo peso específico y abrazándose con la anomia. En cuestión de poco tiempo morirían de inanición: tales son las sumas y las restas gobierneras. Por algo el sistema paralelo de universidades, inventado hace ya tiempo por los victimarios, saltó rosadito, rozagante, al escenario nacional.
    Resulta prácticamente imposible producir, mantener el ritmo de trabajo, innovar, imaginar y emprender soluciones, hacer ciencia, crear, bajo el clima económico y político que intenta desgarrar a nuestras universidades públicas. La universidad venezolana lo ha logrado pese a los cuchillos, las trampas y el estrangulamiento. La Universidad Nacional Experimental de Guayana, sólo por nombrar un caso, con uñas y dientes publica libros, revistas académicas especializadas, sostiene en pie nada menos que a once centros de investigación en ecología, antropología, humanidades, matemáticas, física, gerencia, educación y un etcétera tan hermoso como fructífero. Se trata de una universidad joven y pequeña, pero con frutos que están a la vista, con visibilidad en el espectro académico nacional. Sus publicaciones, su alto perfil profesional, la generación de productos intelectuales de primera línea desarrollados en su seno y el hecho incuestionable de que cuenta con una planta de profesores e investigadores atravesada por la terquedad, por el afán de hacer, por superar el aplastamiento gubernamental, demuestran que la universidad en Venezuela está viva, reflexionando, haciendo, cumpliendo su tarea, y saldrá airosa del crimen pretendido: silenciarla, convertirla en ventrílocua de una ideología, de un partido político, de una impostura que traiciona su razón de ser, la esencia misma de la pluralidad que le es inherente. En nuestra Universidad de Guayana, y esto es una tragedia que impacta y sufren por igual el resto de las universidades, el presupuesto para su funcionamiento, aprobado por el Estado, no llega al veinticinco por ciento de lo solicitado. ¿Qué le importa a este gobierno la calidad en la educación superior? ¿Qué le importa la investigación en ciencias naturales o sociales? ¿Qué le importa el papel vital de las universidades en el presente y el futuro del país? Un pepino, absolutamente nada. Metérselas en el bolsillo y hacer con ellas lo que le venga en gana, transformarlas en entidades genuflexas, inertes, acríticas, en brazos dependientes de trasnochos políticos, ése es el asunto, la pretensión y el objetivo. Lo otro es pasto de burgueses.
    Las universidades en Venezuela están en pie de lucha. No van a doblegarse. Nunca la mediocridad de un gobierno carcomido por el oscurantismo medieval pudo más que instituciones seguras de su valía y conscientes de su rol histórico en momentos como los que atraviesa este maltratado país. Se hará la luz, no cabe duda. Saldrá el sol más temprano que tarde.

2 comentarios:

Dra.Teraiza Mesa R. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
roger vilain dijo...

Gracias por leer y además por escribir. Sí, una situación lamentable que pronto deberá cambiar. Saludos cordiales.