Juancho, un amigo de la infancia,
tiene dos pies que viven haciendo de las suyas. Uno no sabe si reír a mandíbula
batiente o llorar a moco tendido cada vez que sus extremidades inferiores
juegan al gato y al ratón con el resto de ese cuerpo al que yacen adheridas.
Total, que la naturaleza tiene sus cosas raras, no faltaba más, asunto que en
estos días se ha intensificado al punto de que el bueno de amigo fue al
podólogo con ánimo de mejorar sus días.
Podólogo, podólogo, podólogo. Suena más a
nombre de jardinería que a ciencia médica, pero en fin, la cuestión es que
cuando Juancho mueve un pie con la inocente intención, digamos, de girar hacia
la izquierda, éste se va incólume para la derecha, y cuando a veces desea poner
ruta hacia adelante, el bueno para nada con el mayor descaro emprende marcha
atrás, lo cual genera en mi amigo problemas no digamos ya peliagudos de
locomoción, sino existenciales de marca mayor que para qué Sartre o Heiddeger y
la madre que los parió.
El doctor Sánchez, según los entendidos
toda una eminencia en el arte de la podología, ha dicho que no hay motivo de
preocupación. Dispuso apenas de un jarabe para los nervios acompañado de
masajes interdiarios en ambas plantas de los pies y yemas de los dedos. Pero lo
cierto es que después del doctor Sánchez, podólogo hasta la pared de enfrente,
los episodios que tanto molestan a Juancho no sólo continúan como si nada: se
han incrementado de forma exponencial sin que medie causa lógica a propósito de
semejantes hechos, de modo que mi amigo visitó ahora al psiquiatra, quien restó
importancia a lo referido por tan llamativo paciente, dedicando la sesión
completa a pontificar sobre cierto estudio de la mente y de la personalidad que
está llevando a cabo y sobre cayos, pies de atleta, problemas en las uñas y
diversos males que con toda seguridad inciden en lo que ocurre.
El otro día, pobrecito, al despertar en la
mañana quiso ponerse los zapatos y al intentar anudarse los cordones cada pie
empezó a sacudirse a su real gana, como poseído por el espíritu de alguno que
obviamente no es el suyo. Lo peor fue que después de una lucha sin cuartel que
lo dejó exhausto y sudoroso, cada uno decidió tomar rumbo contrario a propósito
del otro, desatándose la situación más ridícula en toda esta historia, que dicho
sea de paso parece salida de un cuento de Borges. Al hallarlo en posición tan
poco decorosa, abierto de piernas, tirado en el suelo, con ambos pies brincando
a su antojo como si fuesen batracios o pulgas en un circo, su mujer cogió el
martillo del fondo del closet y optó por golpearle los pulgares -¿qué otra cosa
hubiera podido hacer la buena señora?-, dejándole ambos dedos machacados y sin
posibilidad de calzarse para llegar a la junta de las ocho en la oficina.
Menudo lío apenas despuntando el día.
Según el podólogo de marras, quien otra vez
fue consultado, mi amigo sufre de cansancio extremo. Es la opinión categórica de
una autoridad en la materia. Entonces Juancho bebe valerianas, toronjiles,
aguas de cayena aliñadas con gotas de passiflora y endulzadas con miel de
2 comentarios:
Sin duda que es un caso sumamente raro. Personalidades múltiples de las extremidades inferiores. Uf!
Saludos Antolín. Gracias por leer y comentar. Un abrazo.
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