10/20/2016

Buenas lecturas

    Yo soy un despistado y mi amigo Pedro Suárez un centrado. Siempre he creído que a los centrados hay que llevarles la contraria, no vaya a ser que termine uno enloquecido por razones de orden y concierto, de organización y método, lo cual tiene poco que ver conmigo.
    El buen Pedro lleva meses recomendándome leer a Juan Tallón. Juan Tallón es un escritor español, dice, de ésos que llevan pegamento en las letras. Cuando despachas sus primeras líneas ya no hay forma de dejarlas porque terminas enganchado. Pues bien, luego de darle largas al asunto, una tarde tecleé el nombre del recomendado en el sabelotodo Google. Click, y de seguidas “Descartemos el revólver”, que es el blog personal del escritor digno del equilibrado Suárez.
    Yo no sé ustedes, pero mi tiempo es mío y de nadie más, es decir, mi tiempo libre por supuesto, y procuro ahorrarlo, mimarlo, disfrutarlo hasta más no poder, de modo que en cuestiones de literatura me gusta que pongan la bala donde ponen el ojo. Y me gusta además, como diría El Chavo, que le pierdan el respeto a las palabras sin perdérselo un ápice. Sin querer queriendo, para ser más preciso. Hay escritores de escritores, pero escritores en la línea de Guillermo Tell, cuya flecha da en el mero centro de cualquier manzana así ésta cuelgue de una rama o repose sobre una cabeza, la verdad es que hay bien pocos.
    Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Alfredo Bryce Echenique, Héctor Abad Faciolince, Arturo Pérez Reverte, Juan José Millás, Rosa Montero, Paul Auster, Arturo Úslar Pietri, Ibsen Martínez, son ejemplos de francotiradores al mejor estilo de un John Wayne, gente marcada por la tinta indeleble de esa pluma capaz de arrastrarte río abajo hasta sumergirte sin remedio. En literatura, como en cualquier oficio, al descubrir que el gato hace de las suyas en lugar de la liebre, se acaba de inmediato la función, y siempre es mejor que la función no pare, claro. Es que hacen falta  prestidigitadores.
    Leí a Juan Tallón por obra y gracia de mi hermano Pedro Suárez y debo reconocer aquí, en público, al desnudo, que ha sido una apuesta excelente. En asuntos de libros y otras monsergas afines  mi amigo es un sabueso con personalidad definida, próximo a las artes de un grande en sus quehaceres: el puntillizo Sherlock Holmes. Suárez, que ha tenido una experiencia para nada desdeñable en la actividad editorial, sabe cómo se cuecen las cebollas. Soy un despistado, he dicho antes, y un provocador, y le llevo la contraria todas las veces que pueda para rajonearlo y para gozar así del sabroso permofance del esgrimista en plena acción. Qué bueno es oírlo decir, por ejemplo, “mira el cielo azul de esta mañana” y entonces responder, hojilla en mano, “sí, el cielo encapotado resulta una maravilla a estas horas”. Joder por joder, Manolo, como diría el gallego aquél.
    Pues hoy le doy completamente la razón. Hice click click, le entré de bruces a las historias del Tallón, y aquí estoy, contándoles al punto la movida. Gracias, don Pedro, por los favores recibidos.

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