4/16/2017

El chavismo y el calvario

    Maduro y su pandilla pretenden envejecer en el poder. De eso no hay duda. El chavismo, untándose la cara con preceptos democráticos, llegó a Miraflores para desde ahí socavar el sistema que tan poca gracia le hace. ¿Se saldrá con la suya? Más bien parece que terminará con las tablas en la cabeza, que el país entero le descarga ya una patada en pleno culo.
    Pero vayamos por partes. Eso de la libertad de expresión, a oídos del hilarante presidente que gobierna en Venezuela, lleva en las entrañas un condimento burgués inadmisible. Todo revolucionario que se respete sueña con tomar el cielo por asalto, vive su burbuja de fusil y de montaña. Es la narrativa que lo legitima ante las masas, ante la predecible historia, y no será una aburrida democracia, con su ñoñez paquidérmica, la que sustituya al exultante imaginario y al fuego de artificio propio de revoluciones en su ley. De igual manera, algo tan básico como la alternancia en el poder es cosa de alienados perdiendo su tiempo en formalidades desechables -¿elecciones?, ¡vaya morisqueta capitalista!, ¿división de poderes?, ¡patrañas del liberalismo opresor!-. La lógica chavista, en el fondo primita hermana de la estalinista, sabe únicamente de poder sin contrapesos, dinero a manos llenas, imposición, corrupción y miedo. Con tales variables apretadas en el puño no hay tu tía: obedeces, obedeces y obedeces, salvo que tu vocación ronde la condición de mártir. Pero el caldo se le pone morado, muy negro, cuando la línea de acción, los razonamientos que fundamentan sus disparates, se tuercen en función de desviaciones que no aparecían en el libreto.
    El pueblo respondón, por ejemplo. O una oposición más inteligente, terca y envalentonada. O la pérdida del poder legitimado en sus inicios por una amplia votación cuya esperanza se trocó en colosal estafa, sostenido luego por el piso falso de las bayonetas. Entonces Nicolás Maduro, desnudo en pelotas, sin dólares para el circo, sin amiguitos verdaderos en el orbe  -las focas de antaño están ya creciditas para estarle haciendo caso a un limpio-, sin el falso maquillaje democrático que tanto bien le hizo a Hugo Chávez, da zarpazos a ciegas, reprime a placer, viola con ahínco Derechos Humanos, encarcela a disidentes, amenaza fuera de sí como novio abandonado. En el fondo, Maduro y su combo chorrean pánico, destilan terror gracias a una verdad que les carcome el alma: vislumbran con tino qué les depara el futuro, olfatean como sabuesos sus negros pormenores, sienten el miedo soplándoles en la nuca de sólo imaginarse enfrentando a la justicia, pagando sus crímenes tras las rejas.
    A estas alturas del asunto creo con Fernando Mires -un intelectual lúcido y honesto a quien le importa la realidad venezolana-, que es el momento de exigir sin desviaciones, sin perder el foco, lo que manda la Constitución, es decir, elecciones regionales. Elecciones, ese es el mantra político colgado de la realidad venezolana en los minutos que corren. Si el régimen hizo lo que quiso al torpedear con éxito el revocatorio, si se burló de medio mundo en el fulano diálogo y pretende dar igualmente un manotazo al mandato constitucional de llamar a elegir gobernadores, la oposición debería sin cortapisas, amalgamada, unida como nunca, exigir ahora mismo y desde todos los flancos la realización de éstas, pues hacerlo es acatar el mandato expedito de la ley. Tal es el punto de fuga, ese es el objetivo, y no otro, cuya fuerza abrazada a la legalidad levantó en el presente, como jamás antes, el sólido apoyo de los gobiernos y demócratas del mundo. No es concha de ajo tamaña realidad.
    La dictadura atornillada en Venezuela conoce el resultado electoral de antemano: una paliza de antología, un puntapié en las meras nalgas que la mandará al infierno, por lo que despliega sus maniobras, ya sin vergüenza y sin caretas, para otra vez burlar la voluntad de los venezolanos. La gente decente y los líderes actuales le ponen la mano en el pecho, desde la Asamblea Nacional, desde la razón y la Constitución, desde las calles, al desastre hecho gobierno con el fin de recobrar la senda de la democracia, el bien común y el progreso en paz. La Lucha sin cuartel ahora debe ser, hay que repetirlo mil veces, por elecciones, por el nítido llamado a éstas implícito en nuestra Carta Magna y porque el mundo se ha plegado a ellas de modo contundente, sin ambages, como horizonte constitucional para salir de la trampa del chavismo y sus nefastas consecuencias. Esto hay  que aprovecharlo.
    Ojalá y sea éste el próximo paisaje en el cielo de Venezuela. Y ojalá se aprenda la lección: los cantos de sirenas, los caudillos iluminados, los idiotas disfrazados de estadistas siempre están más cerca de la destrucción, de la ruina y del calvario que de los paraísos ofrecidos justo aquí, muy cerca, a la vuelta de la esquina.

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