3/08/2013

Aspirinas


    El otro día soñé que tomaba una aspirina y entonces ella limpiaba mi memoria. Desperté emocionado, fui a la cocina por un vaso de agua y la pastilla.
    Al amanecer ocurrió algo extraordinario. Salí como de costumbre a trabajar y cuando me vi frente a la puerta, introduje la llave y empujé, caí de bruces en el campo de béisbol que solía frecuentar con otros amiguetes para armar juegos, correrías y broncas hasta que casi anocheciera. Olvidé, claro, que estaba en la oficina: recordé una tarde hacía ya treinta y tres años.
    Continué con la aspirina en las mañanas. Entonces borré de un plumazo los rostros de mis acreedores. Cuando alguno andaba junto a mí sus perfiles, contornos y relieves eran los de una novia de la adolescencia o los de ciertos familiares llenos de buenas intenciones. Sumo y sigo: cada vez que cojo el carro para llevar a los niños al colegio termino por mandar al diablo esto que soy. De inmediato me transformo en amiguito de seis años con morral sobre la espalda y  deberes que entregar a la maestra. Jamás imaginé que una simple dosis de la Bayer suplantara a un Alzheimer selectivo, lo cual es una bendición tomando en cuenta el país que tenemos y la ciudad en la que deambulamos.
    La otra vez, sin ir muy lejos, abrí los ojos en plena madrugada y observé perplejo que la mujer con quien dormía no era la misma que compartía siempre mi cama. Guardé silencio, me fui a la sala, que tampoco era la mía, hasta que opté por calmarme, encender un cigarrillo, girar la manilla de la puerta y lanzarme en volandas a la calle. Sin reconocer esa ciudad vagué por horas. Olvidaba el pueblo al que pertenecía y en su lugar me daba cuenta de que atravesaba callejuelas vistas en una película de los setenta.
    Hay que ver. La memoria juega a veces al gato y al ratón y lo más perdurable, placentero, digno de completa permanencia yace dentro de nosotros como ser vivo agazapado en algún túnel de lo que vamos siendo. Por supuesto, lo más perdurable y placentero suele andarse abrazado con lo otro, eso que corre bajo el césped, aquello que más de una vez metemos debajo de la alfombra.
    Limpiar la memoria era recordar de otras maneras, es decir, asomarse al pasado vía una especie de jeringa que sólo inyecta lo prescrito, y lo prescrito es justo eso que te hace suspirar al echar la vista atrás. Pero ya no he regresado, lo confieso, de semejante modo a otros tiempos y lugares.
    Soñé que tomaba dos cucharadas de jarabe para la tos y el mundo volvía a ocupar su sitio, la aspirina y sus efectos quedaban en el baúl sin fondo de cuanto vamos anulando. Amaneció, corrí a la cesta de medicamentos para comprobarlo, bebí ambas cucharadas de pe a pa. La vida continuó como si nada pero un día de éstos, no faltaba más, vuelvo por las aspirinas.

2 comentarios:

Antolín Martínez dijo...

No puedo menos que reírme de la situación. ¿Seguro eran aspirinas? Jaja! Me vino a la mente aquella película con De Niro y Robin Williams, Despertares. Quizás esto haya sido Dormires.

roger vilain dijo...

Quizás Antonlín, quizás.
Gracias por recalar en estos puertos. Un abrazo fuerte.