3/19/2014

Ciego y sordo

    La situación política venezolana es un torbellino que comenzó a formarse cuando Hugo Chávez abrió su particular caja de Pandora. Los rayos y truenos del presente tuvieron un período de incubación muy largo, cosa que no debe extrañar a los observadores: la violencia del gobierno, tanto física como hecha lenguaje, es decir, su praxis guerrera a punta de golpes e insultos, de soberbia y de plomo, abrazada con la simbología bélica metida desde siempre y de cabeza en el perfomance oficialista, derivó en esto que vivimos hoy. Quince años de garrote y zanahoria, de odio al por mayor, de listas de Tascón, no son poquita cosa.
    Entonces Maduro pide diálogo. Cabello pide diálogo. Los angelitos colorados de la Asamblea Nacional piden diálogo. ¿Y saben ustedes algo?, no faltaba más. Charlar  -llegar a acuerdos, construir consensos-   es el mecanismo universalmente reconocido para evitar que la sangre llegue al río. Es lo sensato y lo civilizado y por semejante argumento es que este gobierno monologante, charlatán, gritón, bueno para aplastar cuando se sabe fuerte y experto en poner cara de animalito cuchi si advierte que le han plantado una mano en la pechera, propone encuentros de utilería, diálogos de cartón sólo para patearle los cojones a todos una vez que se sienta otra vez oxigenado.
    ¿Hay que dialogar? Frente a un gobierno ciego y sordo, capaz de violar como le ha dado la gana los Derechos Humanos de la gente, capaz de llamar por tuits o por cadena nacional de radio y televisión a ejecutar ataques “fulminantes”  contra quienes protestan; frente a un gobierno que comete atrocidades con los detenidos, que reprime y mata, que tortura, veja, humilla, que tiene a estas alturas tantas cuentas pendientes con la justicia, repito, ¿hay que dialogar?
    Absolutamente. Es preciso, urgente, de vida o muerte hacerlo. Ahí está Mandela como ejemplo que no se debe olvidar nunca. El político más respetado de todo el siglo XX lo fue entre otras razones porque conversó, y ganó. Ahora bien, el poder en Venezuela hará una pantomima si con inocencia imperdonable se termina cayendo en  el embauque, en las trampas, en el juego que propone, dándosele oportunidad de cobrar segundos aires en su empeño de control total. Para sentarse a la mesa es preciso que el señor Maduro dé señales inequívocas de que el llamado a intercambiar ideas, a decirse las verdades y, en fin, a ejercer la palabra que tanta falta hace, es sincero, es real, y no el teatro del absurdo que lo caracteriza. Cuando alguien se ha esforzado tanto para que nadie confíe en él, hay que ser un cínico para luego decir: mira tú, bébete este cafecito, vamos a platicar. Esto ni es bolero ni es rocola, aquí nadie dará puto medio por un llamado a diálogo frente a las luces y las cámaras, mientras por el traspatio se persigue, se dispara, se encarcela y se pasan por el forro los derechos de la gente.
    Caímos en un punto muerto. Los estudiantes no retroceden en sus demandas y Nicolás Maduro opta por más represión, más brutalidad, más imposición.  Pésima forma de continuar llamando al diálogo y peor manera de evidenciar su farsa.

2 comentarios:

Antolín Martínez dijo...

No solo no parece haber intenciones de dialogar por parte del régimen, que se parece al lobo feroz tratando de engatusar a Caperucita. Todo parece indicar que abogan por una guerra civil, o quizás por un pogromo; y eso es para no quedar por genocidas.

roger vilain dijo...

De esta gente puedes esperar cualquier cosa Antolín.
Saludos y un abrazo.